Obama apenas obtuvo el voto de tres republicanos
en el comité de Relaciones Exteriores del Senado.
ANTONIO CAÑO Washington
El senador John McCain, uno de los tres republicanos que apoyaron el ataque en la votación del comite de Relaciones Exteriores del Senado. / SUSAN WALSH (AP)
Las
últimas gestiones de la Administración norteamericana ante el Congreso han
dejado en evidencia que son muy pocos los republicanos dispuestos a dar un voto
de confianza al presidente y respaldar sus planes militares en Siria, lo que,
unido a las dudas crecientes sobre la confianza que merecen los rebeldes de ese
país y a la pasividad general de la comunidad internacional comprobada en San
Petesburgo, aumenta la incertidumbre sobre el desenlace de esta crisis.
La
posibilidad de infligir a Barack Obama una derrota que podría acabar destruyendo
su prestigio y su presidencia es demasiado tentadora para algunos congresistas
que llevan años combatiendo al presidente y poniendo obstáculos a su gestión,
entre ellos muchos que apoyaron la guerra de Irak. Como se pudo comprobar el
miércoles en la comparecencia del secretario de Estado, John Kerry, ante el
comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, varios miembros
vinculados al Tea Party ven el ataque a Siria como una cortina de humo para
ocultar otros presuntos escándalos que les preocupan más, como el fiasco del
consulado de Bengasi, las actuaciones discriminatorias de la agencia fiscal o
los programas de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
También
en el Senado, donde Obama únicamente obtuvo
el apoyo de tres republicanos en el comité de Relaciones Exteriores,
se comprobó la dificultad de la misión que la Casa Blanca tiene por delante.
Hasta Donald Rumsfeld, el secretario del Pentágono de George W. Bush, ha
declarado que las pruebas que Obama tiene en Siria son más débiles que las que
el tenía en Irak y, por tanto, “comprende” que los miembros de su partido se
opongan a actuar en Siria. Un senador moderado y próximo al establishment,
pero con aspiraciones presidenciales, Marco Rubio, votó en contra en el comité,
seguramente condicionado por las encuestas de opinión, en las que el apoyo
ciudadano a un ataque a Siria no llega al 30%.
Varios
congresistas han asegurado que, por una llamada que reciben de sus votantes
para que respalden la intervención militar, reciben 30 para que no lo hagan, un
dato muy relevante a 14 meses de las elecciones legislativas.
Obama
planea un mensaje a la nación para revertir esa tendencia y mantuvo este jueves
varios contactos telefónicos desde San Petesburgo con miembros del Congreso
para tratar de sumar apoyos. Si no hay suficientes republicanos de su lado, el
presidente aún podría ganar la votación, puesto que el Partido Demócrata tiene
mayoría en el Senado y los líderes republicanos de la Cámara han anunciado el
voto a favor. Pero para ello necesitaría que los miembros de su propio partido
votaran casi unánimemente a su favor, lo que tampoco está fácil.
Dos
demócratas votaron en contra y un tercero se abstuvo en la votación del comité
del Senado. En la Cámara, a su vez, la líder demócrata, Nancy Pelosi, está
embarcada en una dura labor para convencer al sector de izquierda del partido,
un grupo tradicionalmente muy favorable al presidente y al que ahora necesita
imperiosamente de su lado para evitar una derrota. El diario Politico, que ha
hecho un sondeo entre destacados ayudantes del Congreso, afirma que si la
votación fuese hoy, Obama la perdería.
La
situación es tan delicada que Peter King, uno de los pocos republicanos en la
Cámara que ha anunciado su voto a favor de la intervención militar, ha sugerido
a Obama que ordene el ataque, incluso aunque no obtenga la luz verde del
Congreso. Esa posibilidad, para la que existiría base legal puesto que muchas
otras acciones militares similares se han hecho en el pasado sin aprobación
parlamentaria, no ha sido aún descartada por la Administración.
El paso
de los días, más que contribuir a fortalecer la causa contra Siria, parece
servir para debilitarla. Como han criticado algunos congresistas, no ayuda el
hecho de que Obama trate, como hizo en Estocolmo, de diluir su responsabilidad
personal en la responsabilidad colectiva de la comunidad internacional. Y ayuda
aún menos el conocimiento de informaciones, como la que este jueves revelaba el
diario The New York Times, sobre
los abusos y atrocidades cometidas también en el campo de los rebeldes sirios.
Aunque la
Casa Blanca aún confía en que, en el momento decisivo, el Congreso se pondrá
del lado del presidente, una de las grandes dificultades para que eso ocurra
radica en que, es tan diversa la oposición, que es imposible hacer concesiones
que satisfagan a una mayoría. Así, mientras la Administración cede en conceder
más ayuda a los rebeldes para satisfacer a John McCain y otros, pierde los
votos de quienes temen que el ataque acabe favoreciendo a Al Qaeda. Un gran
respaldo para Obama en el G-20, además de improbable, tampoco supondría una
gran variación en la orientación del voto en el Capitolio.
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