El fin del
dinero barato devalúa las divisas y frena el empuje de las economías en
desarrollo.
Una mujer pasea ante un mural de protestas en Sao Paulo (Brasil). / NACHO DOCE (REUTERS)
Se acabó
la fiesta de los mercados emergentes. Las economías de los
países en desarrollo se han ralentizado tras la espectacular recuperación de la
crisis mundial de 2008/2009 y ya crecen por debajo de lo previsto a principios
de año. Muchas de ellas han sufrido fuertes devaluaciones de sus divisas en los
últimos tres meses y sus mercados de valores están cayendo con fuerza.
Menos
crecimiento y más inflación no es precisamente la combinación ideal para unos
países con unas clases medias aún en proceso de consolidación y en los que la
pobreza todavía afecta a centenares de millones de personas. Tampoco son buenas
noticias para las empresas españolas, que en los últimos años han cosechado
grandes beneficios en América Latina y que ahora verán cómo sus filiales ganan
menos euros ante la depreciación de las monedas locales.
Aunque el
fin de fiesta no significa necesariamente el inicio de un entierro, el hecho es
que el panorama se ha deteriorado. El cercano fin de los estímulos
monetarios de EE UU, la desaceleración de China, India y Brasil y un
eventual agravamiento de la guerra siria lo han enturbiado todo.
En
Latinoamérica, la principal economía y la que más capital extranjero ha atraído
en lo que va de siglo, Brasil, ha visto cómo el
dólar ha subido un 15% desde
principios de año. Una depreciación similar padece el peso argentino en el
mercado oficial, que está restringido a exportadores e importadores. Pero en la
plaza ilegal, adonde concurren los ahorradores que quieren hacerse con divisas,
la moneda norteamericana cuesta hasta un 70% más cara que en la legal.
En Asia,
el dólar solo ha caído frente al yuan chino un 1,8%. Pero varios países están
sufriendo devaluaciones. La moneda estadounidense se ha apreciado el 22% frente
a la rupia india y el 15% ante la rupia indonesia. Las depreciaciones también
se extienden a Rusia (el dólar subió el 8,9% frente al rublo), Turquía (14,1%
contra la lira) y Sudáfrica (22,5% ante el rand).
Lo que
sucede es que los capitales especulativos están saliendo de los mercados
emergentes y regresando a EE UU, en concreto a los bonos del Tesoro a 10 años,
que han mejorado notablemente su rendimiento. ¿Motivo? La Reserva Federal lleva semanas dando señales de que acabará
con su política de relajación monetaria —la llamada flexibilización
cuantitativa— porque considera que la economía de EE UU está recuperándose y
que se acerca la hora de retirar los estímulos. Incluso podría llegar a subir
los tipos de interés a finales de año, con lo que se acabaría el dólar barato
de los últimos cinco años.
Las
devaluaciones de las divisas han llevado a varios bancos centrales a subir en
la última semana sus tipos de interés de referencia, entre ellos, los de Brasil
e Indonesia, con lo que también se acaba el ciclo de dinero barato en esos
países. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, ha dicho que su país cuenta con “munición” para frenar
la depreciación del real, en alusión a los 60.000 millones de
dólares de los que dispone el Banco Central para ese fin.
Claro que
algunos analistas consideran que la Fed debería pensárselo mejor antes de
retirar los estímulos. Solo la insinuación de que está dispuesta a hacerlo ya
está afectando a unos mercados emergentes que con el tiempo se han convertido
en casi la mitad de la economía mundial y cuyo desempeño también impacta en las
exportaciones de EE UU. La era del dinero barato ha impulsado el crecimiento de
los países en desarrollo y ha atraído hacia ellos capitales especulativos que
huían de los bajos rendimientos en EE UU y buscaban mayores beneficios. Además,
Gobiernos y empresas de países emergentes se han financiado durante años a
tipos de interés muy bajos y en dólares estadounidenses.
Los
ciclos de dólar barato suelen coincidir con los de materias primas caras. Los
productos básicos, principales exportaciones de Sudamérica, cotizan en moneda
estadounidense y suelen encarecerse cuando esta se abarata. Además, en lo que
va de siglo han subido de precio por la
creciente demanda de China. Las altas cotizaciones de las materias
primas, que batieron marcas históricas en el caso de los minerales y se
recuperaron de niveles bajos en el de los alimentos, beneficiaron a Sudamérica,
Rusia o Sudáfrica. El cambio de política monetaria de EE UU, que también lleva
a que los capitales especulativos abandonen los mercados de productos básicos,
pero sobre todo la desaceleración de la economía china, están provocando
bajadas de precios. La excepción es el petróleo, cuya cotización ha subido ante
la posibilidad de que EE UU ataque Siria y agrave la situación en Oriente
Próximo.
En lo que
va de 2013 han caído la mayoría de los índices bursátiles del mundo emergente,
como los de China (-7,6% en lo que va de 2013), India (-5,3%), Indonesia
(-4,9%), Corea del Sur (-4,5%), Rusia (-14,8%), Brasil (-18,1%), Chile (-18,7%)
y México (-10,4%). Estos retrocesos reflejan también la salida de capitales de
los mercados emergentes por el posible cambio de política monetaria de EE UU.
Además, influyen unos crecimientos económicos menores a lo esperado, así como
las protestas sociales en Brasil o Turquía.
En
Latinoamérica, la economía brasileña ya venía desacelerándose, con una
expansión de solo el 0,9% en 2012. En marzo pasado, bancos y consultoras
preveían un crecimiento del 3,1% para 2013, pero ahora calculan un 2,2%, según
la media que recoge la firma Consensus Economics. De todos modos, Brasil, que
se ha desviado un poco de la heterodoxia económica con medidas para bajar el
precio de la energía y proteger a la industria, sorprendió con un alza del 3,3%
del PIB en el segundo trimestre de este año. En cambio, México, que había
vuelto a aparecer en la prensa mundial como modelo económico ortodoxo, decreció
en el mismo periodo el 0,7% por una caída de la obra pública. Después de
expandirse el 3,8% en 2012, los expertos consultados por Consensus Economics
esperan que este año México crezca
un 2,5%, pero a finales de agosto el propio Banco Central ha rebajado su
expectativa al 1,8%. Algunos analistas destacan que las reformas que impulsa el
presidente Enrique Peña Nieto, como la energética y la de telecomunicaciones,
explican por qué el peso mexicano se ha depreciado menos que otras monedas,
pero otros consideran que este país, a diferencia de Brasil, no había recibido
tantos capitales golondrina en los últimos años y por eso ahora tampoco está
padeciendo tanto su partida.
Argentina
desaceleró su crecimiento el año pasado hasta el 1,9%, según sus polémicas
estadísticas gubernamentales, que los analistas privados recortan a la mitad.
Para 2013, el mercado prevé una expansión del PIB oficial del 3,3%. Su desafío
continúa siendo la inflación, que asciende al 23%, según las agencias
provinciales de estadística. Pero más problemas de precios atosigan a
Venezuela, que este año devaluó el bolívar y con frecuencia afronta escasez de
ciertos productos, como la harina de trigo o los repuestos de motos. La
inflación venezolana asciende al 42% y le ha costado el puesto a la anterior
gobernadora del Banco Central, Edmée Betancourt, que duró cuatro meses hasta
que a mediados de agosto fue reemplazada por Eudomar Tovar.
Colombia,
que el año pasado creció el 4%, este año se expandiría un 3,9%, según Consensus
Economics. En cambio, otras economías más dependientes del precio de los
minerales están desacelerándose en mayor medida. Chile, que en 2012 se expandió
el 5,6%, pasaría al 4,2%, mientras que Perú rebajaría del 6,3% al 5,6% de un
año al otro. El presidente peruano, Ollanta Humala, que también ha enfrentado
manifestaciones callejeras, ha reconocido que la crisis internacional ha
llegado a su país y el Banco Central ha reaccionado a la mayor depreciación del
sol en dos años con fuertes ventas de reservas en dólares.
En Asia,
China, que se desaceleró en 2012 con una expansión del 7,8%,
crecería esta vez al 7,5%. Precisamente, en el segundo semestre de 2013 la
segunda economía mundial sorprendió con una tasa del 7,5%, que
demuestra que las rebajas impositivas a las pequeñas empresas y el plan de
infraestructuras están dando resultados a la hora de reorientar el motor del
crecimiento del sector exportador, dependiente de EE UU y Europa, al mercado
interno.
India,
que el año pasado redujo su crecimiento al 5%, en 2013 crecería un 5,5%, según
bancos y consultoras. Pero el ministro de Hacienda, Palaniappan Chidambaram,
admite que su país debe crecer al 8% para crear los empleos necesarios para los
jóvenes que ingresan al mercado laboral cada año.
Otros
países asiáticos disminuirán también su ritmo de crecimiento entre 2012 y 2013:
Indonesia (del 6,2% al 5,8%), que aparecía como la nueva estrella de los
mercados hasta las recientes turbulencias monetarias; Malasia (del 5,6% al
4,8%), Filipinas (del 6,8% al 6,7%) y Tailandia (6,5% al 4,3%). Se trata de
economías proveedoras de componentes industriales para las fábricas
exportadoras de China. En cambio, dos economías asiáticas productoras de bienes
finales de alta tecnología tal vez saquen provecho del giro chino hacia un
mayor consumo interno: Corea del Sur, que elevaría su crecimiento del 2% en
2012 al 2,7% en 2013, y Taiwán, del 1,3% al 2,5%.
En otra
de las potencias emergentes, el Ministerio de Economía rebajó el pasado lunes
sus expectativas de crecimiento para 2013 por segunda vez en el año. Se trata
de Rusia, que ahora espera un 1,8%, en lugar del 2,4% anterior, por la
debilidad de las exportaciones y el consumo. En el segundo trimestre de 2013,
Turquía creció a un ritmo del 3,5%, y Sudáfrica, afectada por huelgas de
mineros y operarios de las fábricas de coches, el 3,3%.
“Siempre
tuve la visión de que el muy rápido crecimiento de los países emergentes en los
últimos años era transitorio e
insostenible”, opina Dani Rodrik, economista turco y profesor del
Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU). “En muchos casos, estaba
basado en el dinero barato y los altos precios de las materias primas, y no en
una dinámica interna sólida que apoyase el crecimiento sostenido. Pero
igualmente no debemos hacer una sobrecorrección y pensar que los mercados
emergentes se van por el sumidero”, aclara Rodrik. En su opinión, Latinoamérica
puede mantener un crecimiento de alrededor del 4% y África, del 5%, siempre y
cuando continúen manejando su macroeconomía razonablemente bien. “Asia lo puede
hacer mejor”, confía Rodrik, que destaca este continente cuando se le pregunta
si puede haber excepciones en la turbulencia actual. El economista turco
explica que Asia siempre ha crecido más que Latinoamérica porque “aún tiene más
espacio para el cambio estructural, es decir, llevar a campesinos pobres a
trabajar por salarios mayores a fábricas y servicios”. No obstante, Rodrik
alerta de que en la economía china se han cimentado algunos desequilibrios
severos que pueden afectar a toda Asia.
Otro
economista, el norteamericano Jan Kregel, del Levy Economics Institute de Bard
College, recuerda que el periodo del dinero barato trajo capitales a los
mercados emergentes, pero también condujo a una excesiva apreciación de sus monedas,
como había ocurrido en Brasil, con el consiguiente perjuicio para la
competitividad de su industria. De hecho, el ministro de Hacienda colombiano,
Mauricio Cárdenas, dio la bienvenida a la depreciación del peso, y lo mismo ha
sucedido con el gobernador del Banco Central de Turquía, Erdem Basci, que
descartó subir los tipos para apreciar la lira. “Ahora caen el comercio, la
inversión, la actividad interna y los precios de las materias primas, suben los
tipos y la inflación, pero esto puede tener algo bueno”, opina. “El énfasis en
una economía exportadora de productos básicos no es muy beneficioso para el
desarrollo a largo plazo porque tienen precios extremadamente volátiles”.
“Si China
cambia su modelo de crecimiento, Latinoamérica también tendrá que hacerlo”,
advierte Kregel. Si el gigante asiático crece menos y reduce su orientación
exportadora, demandará menos minerales. Quizá el consumo de alimentos no se
desacelere, pero el profesor estadounidense señala que el régimen de Pekín está
liberalizando su sector agrícola para que cooperativas pequeñas sean
reemplazadas por grandes empresas, con el fin de elevar la productividad. “No
es un proceso que demorará un año, pero China irá reduciendo su necesidad de
importar materias primas”, opina Kregel.
En este
siglo, las economías latinoamericanas han conseguido divisas con la exportación
de productos básicos y así han estimulado el mercado interno. Aunque pocos se
atreven a pronosticar el final de los altos precios de las materias primas, y
muchos solo hablan de moderación en los valores, Kregel observa que los países
sudamericanos deberán adoptar medidas para estimular la inversión y el consumo
domésticos. “Las devaluaciones harán más competitivas las manufacturas, ¿pero a
quién las venderán? ¿A China? ¿A Europa, que no crece? ¿A EE UU, que no crece
más del 2%? El motor del crecimiento deberá cambiar”, insiste Kregel.
DAVID
CANO / CRISTINA COLOMO
Todos los periodos de expansión y recesión económica, al igual
que los de alzas y caídas de los precios de los activos financieros, tienen
elementos comunes con los anteriores que permiten realizar ejercicios de
previsión. Pero también cuentan con componentes singulares que dificultan esta
labor de anticipación.
La Gran Recesión fue el ejemplo más claro de complejidad,
especialmente en sus efectos de segunda ronda. De hecho, es posible que estemos
a las puertas de uno de ellos. Desde que a mediados de mayo el presidente de la
Reserva Federal anticipó el posible inicio de una reducción gradual de la
compra de bonos (tapering), los inversores se han replanteado el destino de sus
capitales. Y los activos financieros de los países emergentes han sido los más
perjudicados por este cambio de apetito por el riesgo (lo que ha puesto de
manifiesto que tal vez fueron también los que más se beneficiaron del aumento
de la base monetaria por parte de la Fed).
La relación directa entre la magnitud del déficit por cuenta del
corriente del país y la depreciación de la moneda frente al dólar es una
evidencia que permite vincular el cambio de sesgo de la Reserva Federal con la
retirada de inversión de cartera de los países emergentes. Y como consecuencia
se han empezado a buscar paralelismos con la crisis de 1997-1998. Es cierto que
existen, pero también se pueden detectar características diferenciales
positivas, como la mejor posición de las finanzas públicas (el déficit público
de los países emergentes es, en media, del 2% del PIB y el stock de deuda del
35%), el importante nivel de reservas en moneda extranjera de los bancos
centrales (entre el 5% y el 15% del PIB), las menores tasas de inflación y,
sobre todo, que los déficits por cuenta corriente, de menor magnitud y
relativamente recientes, se han financiado en mayor proporción mediante
inversión extranjera directa (más estable) y no tanto a través de inversión de
cartera (como fue hace 15 años, o en la periferia europea entre 2003 y 2007).
Pero queremos resaltar la vulnerabilidad diferencial, esto es,
la financiación en moneda extranjera captada en los últimos años por compañías
de países emergentes. No son ahora los Gobiernos los que sufren el pecado
original (su deuda está mayoritariamente emitida en divisa local), sino las
grandes empresas, que han captado fondos a través de bonos en dólares sin que
su principal fuente de ingresos, ni mucho menos, esté denominada en esta misma
moneda. Surge así un factor de riesgo en las economías emergentes (cuando se
está corrigiendo en la periferia UME) y, en concreto, en sus compañías del que
conviene advertir: el impacto de una intensa depreciación de monedas como el
real brasileño, la rupia de la India o de Indonesia sobre la capacidad de pago
de la deuda en dólares. El menor grado de apalancamiento de las compañías de
los países emergentes (más del 80% son grado de inversión) minora el riesgo,
pero no lo elimina. J
David Cano y Cristina Colomo
son profesores de Afi, Escuela de Finanzas Aplicadas.
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