Nació en el mismo instante en que miles de
argentinos colmaron la Plaza de Mayo para reclamar por la libertad de su líder.
A partir de entonces, quiso ser la voz de los desposeídos aunque los
reaccionarios de entonces creyeron sentir con su existencia un aluvión
zoológico. Fue cierto progresismo el que lo convirtió en el hecho maldito del
país burgués. Dio una "juventud maravillosa" que en muchos casos
entregó su vida por volver a la democracia y también fue la militancia
proscripta, exiliada, encarcelada o muerta por las dictaduras y que jamás fue
socorrida por aquella Justicia que supo ser cómplice del poder político de
turno.
Eso ha sido el peronismo en el sentir del conjunto
de los peronistas. Ése fue siempre el orgullo de saberse parte de la fuerza
política que dio protagonismo y reconoció derechos a aquellos sectores a los
que la sociedad había ignorado, excluido y abandonado a su suerte.
Para ningún peronista la presencia de
multitudes en las calles puede pasar desapercibida
Para ningún peronista la presencia de multitudes en
las calles puede pasar desapercibida. Las movilizaciones populares lograron
liberar a Perón cuando los dictadores de turno lo encarcelaron en octubre del
45 y fue también con la gente en las calles como fue recibido al culminar su
prolongado exilio en el 72. En la dictadura, fue la movilización social la que
permitió decirle basta a los militares golpistas aquel 30 de marzo de 1982.
La gente en la calle no inquieta al peronismo; su
presencia, su movilización, está en su propia génesis. Sabe que ése es el modo
que tiene la ciudadanía para interpelar al poder cuando quienes lo ostentan
deciden encerrarse en sus lógicas y alejarse de la gente.
Para el peronismo la Justicia también es algo
importante. Sus dirigentes saben que cuando ella sirve al poder, las
persecuciones o las detenciones ilegítimas se toleran. Nadie olvida cómo
actuaba la Justicia complaciente con los dictadores ante cada habeas corpus
presentado para saber del paradero de un desaparecido.
De todo eso sabe el peronismo. Pero quien parece
olvidarse es Cristina.
Es preocupante que con semejante historia, el
peronismo haya devenido en ese partido que es hoy, un conjunto de caudillos
territoriales y funcionarios de gobierno que olvidan todo compromiso con la
gente solo para rendir pleitesía a quien gobierna. Irreflexivo, sin debates,
sin ideas y sin contradicciones, la vida partidaria se ha convertido en un
cuartel inerte que solo reúne las tropas para desfilar ante quien gobierna y
avalar cualquier medida que se proponga, desatinada, injusta o valiosa.
Es preocupante que con semejante
historia, el peronismo haya devenido en ese partido que es hoy
Para nuestro pesar, tal vez estemos viviendo el
verticalismo del disparate, un cruel remix del otro verticalismo contra el que
alguna vez luchamos en pos de la democracia interna.
Para este peronismo burocratizado, se vuelve
peligroso que la gente salga a las calles. Lo aterra. Sus dirigentes no indagan
por qué tantos hombres y mujeres se quejan. No les inquieta saber de qué hablan
cuando cuestionan la inflación, cuando se sienten estafados ante las cifras del
Indec, cuando piden preservar sus derechos ante el avance del Estado, cuando
reclaman jueces independientes o cuando se asombran por las "conductas
vicepresidenciales". Prefieren repetir, atascados en el devaneo
presidencial, que esas miles de personas son el resultado de la "prédica
mediática que siembra el odio". Los descalifican como seres pensantes que
salen a la calle para preservar sus derechos.
Estamos ante un peronismo que ha
perdido el coraje. No se anima a hablar. Su silencio complace al poder en la
misma medida que lo aleja de la gente
Este peronismo del presente carece de criterio
propio. Acepta vertical el criterio de Cristina -sin derecho, siquiera, a
plantear disidencias o aportes- y no duda en suscribir en escasos diez minutos
un documento elaborado quien sabe dónde, que reniega de los que se quejan y
avalan un duro avasallamiento a la Justicia que nada tiene que envidiarle a la
"mayoría automática" de los 90. No hay un solo renglón que dé
respuesta a los que llama "profetas del odio" -solo descalificación-
y no hay una sola idea que permita avizorar la salida al laberinto en el que el
gobierno nos ha metido.
Estamos ante un peronismo que ha perdido el coraje.
No se anima a hablar. Su silencio complace al poder en la misma medida que lo
aleja de la gente. Sus explicaciones del por qué del presente merecen la
caricia presidencial mientras exacerban el ánimo generalizado. Nada dice de la
inflación, de la pobreza real, del cepo cambiario ni del disloque del dólar.
Tampoco de la corrupción ni de la ausencia total de funcionamiento de los
organismos de control en la Argentina.
La historia cargará en la memoria
colectiva el nombre de los responsables de tantos dislates cometidos bajo la
invocación de una revolución que no existe
Como cruzado de una revolución que solo ocurre en
el imaginario presidencial, hasta se anima a entregar la independencia judicial
al poder de quien gobierna. Merced a tanta mansedumbre, los arbitrarios que en
el futuro administren el país tendrán allanada su capacidad de intromisión en
la Justicia.
Tan solo esto ha quedado de aquel peronismo. Un
partido que desoye a los que demandan en las calles las soluciones que el
gobierno no les brinda. Cínico, llama "terratenientes" a los
chacareros y "privilegiados" a los que ganan siete mil pesos al mes.
Considera "destituyente" a quien pide que esta economía dislocada le
devuelva confianza. Dice ocuparse de los que trabajan al mismo tiempo que
cercena sus sueldos con impuestos a las ganancias. Declama el propósito de una
economía productiva y condena a todo emprendedor a una inflación que crece y a
una moneda que se debilita.
Seguramente
este tiempo será superado y la historia cargará en la memoria colectiva el
nombre de los responsables de tantos dislates cometidos bajo la invocación de
una revolución que no existe. Mientras tanto el país necesita que el peronismo,
que los peronistas, que los miles y miles de hombres y mujeres que siempre se
hicieron cargo de las demandas populares, recuperen el coraje y la rebeldía
frente a la terquedad del poder..
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