La confusión actual no resulta demasiado
tranquilizadora ni para Israel ni para Estados Unidos.
ANTONIO
CAÑO Washington
Operaciones de soldados israelíes en los Altos del Golán, en la frontera con Siria. / MENAHEM KAHANA (AFP)
La
sucesión de acontecimientos en Siria, particularmente los ataques efectuados
por Israel, ha creado una nueva sensación de urgencia en Washington sobre una
posible intervención militar, pese a la prudencia exhibida hasta ahora por
Barack Obama, que pretende agotar las vías
diplomáticas antes de ordenar una acción que puede tener graves consecuencias.
El riesgo creciente de la introducción de armas químicas en el conflicto,
mencionado ayer por unas contradictorias declaraciones de la ONU, coloca la
situación al borde de la línea roja que el presidente norteamericano advirtió
de no cruzar.
Carla
Ponte, una de las integrantes de una comisión de la ONU creada en 2010 para
investigar la situación de los derechos humanos en Siria, dijo ayer en una
entrevista a una televisión suiza que existen “fuertes y concretas sospechas,
aunque no pruebas incontrovertibles” de que algunos grupos de la oposición han
utilizado gas sarín. Del Ponte añadió que, probablemente, también el régimen de
Bachir al Asad había usado ese armamento. Posteriormente, la propio comisión
emitió un comunicado en el que desmentía a la funcionaria y precisaba que no
existían “hallazgos concluyentes” sobre ese asunto.
El
portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, manifestó que el Gobierno
norteamericano era “muy escéptico sobre las
denuncias de que la oposición ha usado armas químicas”. “Si esas
armas han sido utilizadas, lo más probable es que haya sido por parte del
régimen”, añadió.
La
confusión no resulta demasiado tranquilizadora ni para Israel ni para Estados
Unidos. Por un lado, prolonga esta difícil etapa de comprobación de datos que
parecen estar en manos del todo del mundo pero que nadie quiere dar por
definitivos. Por el otro, estas declaraciones contradictorias alertan sobre el
riesgo de una proliferación de armas químicas en Siria, lo que, dadas las dudas
sobre la verdadera naturaleza de la oposición, solo contribuye a incrementar la
preocupación general por las consecuencias de ese conflicto.
Esa
preocupación es más grave en Washington que en cualquier otro lugar, ya que la
Administración norteamericana se encuentra en pleno proceso de decidir el
siguiente paso a dar en Siria, que de forma cada día más clara se vislumbra
como un paso de carácter militar.
Los bombardeos ejecutados por
Israel en los últimos días han empujado las cosas en esa dirección,
por dos razones, principalmente: una, porque demuestran que Israel siente su
seguridad amenazada por la guerra en Siria; dos, porque esos ataques han
permitido comprobar que es posible hacerlos sin enormes peligros.
“Si
Israel ha podido penetrar con tanta facilidad las defensas antiaéreas siria,
¿por qué no puede hacerlo EE UU?", preguntó ayer el senador John McCain,
que encabeza un grupo de influyentes congresistas que presionan a la
Administración para que actúe sin más dilación.
El
vicesecretario de Estado, William Burns, aseguró este fin de semana que “es
necesario trabajar más intensamente con los aliados y con la oposición para
acelerar la salida de Asad mientras siga quedando algo de Siria por salvar”, y
reconoció “la urgencia de actuar a medida que crecen los costes humanos y
estratégicos”.
La
política oficial, sin embargo, es la de que se está procediendo a una absoluta
confirmación de los datos obtenidos por los servicios de inteligencia sobre el
uso de armas químicas. “Creo que la sociedad norteamericana puede esperar que,
cuando el Gobierno tiene que tomar una decisión que puede poner en riesgo vidas
norteamericanas, lo haga teniendo la certeza de por qué se hace y de forma
responsable”, declaró el portavoz de la Casa Blanca.
The New York Times advertía al presidente que los errores
cometidos en Irak no debían impedirle ahora hacer lo que sea justo hacer en
Siria
Carney
tuvo que responder a varias preguntas sobre si Obama no estaba rompiendo el
compromiso asumido desde agosto del año pasado de que no toleraría el uso de
armas químicas en Siria. Ese es el aspecto más complicado, desde el punto de
vista político, de este caso: Obama puso la palabra del presidente de EE UU
sobre la mesa, y ahora, su credibilidad y la de su nación están en juego
Los
argumentos en ese sentido se multiplican a diario, tanto entre republicanos
como demócratas. Este lunes, el ex director de The
New York Times, Bill Keller, publicaba un artículo en el que
advertía al presidente que los errores cometidos en Irak no debían impedirle
ahora hacer lo que sea justo hacer en Siria.
Abocado,
aparentemente, por un camino sin retorno, Obama intenta construir el marco
internacional adecuado para una intervención militar con las mayores garantías
de éxito. El punto más delicado en esa estrategia es Rusia, a donde hoy llega
el secretario de Estado, John Kerry, para entrevistarse con el presidente
Vladimir Putin y tratar de vencer la resistencia de ese país a derrocar a Asad.
Kerry
tiene por delante una misión muy difícil. Ayer mismo, un portavoz del
Ministerio ruso de Relaciones Exteriores manifestó su preocupación ante “las
señales de que la opinión pública internacional está siendo preparada para una
posible intervención militar en Siria”.
La
posición de Rusia sobre Siria, donde mantiene su última base militar en el
extranjero, ha ido evolucionando en los últimos meses en el sentido de marcar
distancias con Asad, pero aún no parece preparado para contribuir a su
derrocamiento, y muchos menos para hacerlo mediante el uso de una fuerza
internacional.
EE UU y
Rusia tienen algunos intereses comunes en Siria, como el deseo de evitar el
surgimiento de grupos islámicos radicales o la propagación de armas químicas.
En ese terreno compartido tendrá que intentar moverse Kerry para que Moscú, al
menos, deje hacer a EE UU sin una frontal oposición.
Otros
aliados imprescindibles serán los gobiernos árabes, menos manejables hoy que en
otros tiempos, y que pueden interpretar un ataque a Siria como un conflicto
regional, sobre todo si Israel está por medio.
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