El líder de la oposición pide la mediación de la
Iglesia para resolver la crisis de Venezuela.
"Si tras una auditoría se refleja que perdí
por un voto, sería el primero en reconocerlo".
"Habrá nuevas elecciones. No veo una salida
como consecuencia de una situación violenta".
Henrique
Capriles Radonski se
detiene en la antesala de su oficina, en un viejo edificio residencial de la
urbanización Bello Monte, en Caracas, y estrecha nuestras manos con la
intensidad propia de quien está en una campaña electoral. Las elecciones se
celebraron hace casi un mes, pero el gobernador del estado de Miranda todavía
sigue metido en el personaje del aspirante a la presidencia de Venezuela. No es
para menos. Este abogado caraqueño, que cumplirá 41 años en julio próximo,
repetirá una frase como un mantra a lo largo de la hora y media de entrevista
concedida a este diario: “Me han robado la victoria. Estos tipos se robaron las
elecciones”. Y no piensa abandonar su cruzada hasta demostrar que,
de acuerdo con sus cálculos, el pasado 14 de abril ocurrió un fraude de enormes
proporciones.
Mientras
pasamos a un pequeño salón de conferencias, Capriles da algunas instrucciones y
cierra la puerta. Un televisor encendido muestra las imágenes de la rueda de
prensa que ofrece su adversario, el presidente Nicolás Maduro, durante su
visita a Montevideo. Capriles se reclina en el espaldar del asiento, delante de
un inmenso mural, una fotografía que cubre una pared y que muestra una de las
multitudinarias concentraciones que ha encabezado desde 2012. Viste un chándal
con la enseña venezolana y el escudo de la Federación Venezolana de Fútbol. Hay
en su discurso la voluntad de matizar su origen de clase, el de un joven que
creció sin apremio alguno en medio de una holgura económica. “Los que piden
sacrificio son quienes deben dar el ejemplo de austeridad. Yo seré el primer
presidente que viva en su casa y con la escolta indispensable”, afirma,
convencido de que se avecina un cambio en el país. A juzgar por su crecimiento
como dirigente parece estar muy cerca de cumplir ese deseo. Hace mucho dejó de ser el
ingenuo dirigente que
a sus 26 años, cuando asumió la presidencia de la Cámara de Diputados, su
primer cargo de relevancia, atacaba sin cuartel a la vieja dirigencia política
solo para decirle al país que él representaba una nueva forma de hacer gerencia
pública. Hoy no caza peleas estériles. Hay en sus gestos y palabras la
experiencia de una persona transfigurada en un animal político y en el líder
que la oposición jamás encontró en los últimos tres lustros.
La larga y paciente vía
electoral
“A mí me
robaron las elecciones el 14 de abril. Si se anulan las actas de las mesas que
hemos cuestionado mediante un contencioso electoral ante el Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ) —que representan el 55,4% del total escrutado— ganaríamos las
elecciones con 400 mil votos de ventaja, 2% a nuestro favor. Y esto sin entrar
en profundidades”, dice convencido de su verdad.
Pregunta. ¿Usted cree que la ventaja es mayor?
Respuesta. No sé a ciencia cierta y por esa razón estoy
solicitando una auditoría. Nicolás Maduro está tratando de vincular el proceso
electoral a la máquina de votación. Yo lo quiero sacar de la máquina porque el
problema es el cuaderno de votación. Ese es el único instrumento que
personaliza el voto, lo único que deja realmente constancia de que ustedes y yo
votamos. No es posible determinar el fraude si solo se revisa el funcionamiento
del sistema. En un contexto donde se intimidó a nuestros testigos es muy
posible que el partido de gobierno pusiera a alguno de sus militantes a pulsar
la máquina repetidas veces para que ésta cuente votos a favor del candidato
oficial. ¿Y cómo lo sabremos? Contrastando esa cantidad de votos contra el
cuaderno de votación. En la auditoría yo podré comprobar en cuántas de las
mesas en las cuales hubo irregularidades de acuerdo a nuestro criterio, la
votación se corresponde con la verdad. El gobierno quiere hacernos creer que
muchos electores votaron cuando en realidad no lo hicieron.
P. ¿Por qué denunciar ahora con tanta
insistencia esa irregularidad si también se presentó en las elecciones que
usted perdió con Hugo Chávez?
R. En aquella ocasión sí hubo irregularidades,
pero cuando le pregunté a mi equipo cuántos votos habría podido manipular el
gobierno me respondieron que no más de un millón. Chávez ganó las elecciones
por 1.500.000 votos. Yo le dije a mi gente que no tenía manera de
reclamar un fraude. Pero esta vez esas irregularidades aumentaron. Este ha sido
el proceso más violento de los últimos 15 años.
P. Usted fue muy criticado por aceptar su
derrota
R. Claro, pero yo no tenía cómo cambiar el
resultado. Chávez ganó la elección del 7 de octubre. Podemos debatir sobre el
uso y abuso de los recursos del Estado, sobre el ventajismo, acerca de lo
viciado que está el proceso. Cuando el 14 de abril notamos que nuestras
encuestas a boca de urna daban una ventaja de 2% a nuestro favor, empezaron a
inflarse los votos de Maduro. No es posible que él, en más de mil mesas, haya
obtenido más votos que Chávez. Tampoco es creíble que la participación fuera
mayor que el 7 de octubre. Cuando conocimos los resultados de las mesas de
votación en las cuales perdía por pequeño margen, cuando en octubre había
perdido por 20, o mesas de votación que gané cuando antes había perdido, le
dije a mi gente que habíamos triunfado. La diferencia oficial es de 220.000
votos aproximadamente. Al sumar las irregularidades es obvio que no puedo
aceptar los resultados. El tema, insisto, es que estos señores se robaron las
elecciones. ¿Qué lo confirma? Que el Consejo Nacional Electoral (CNE) se ha negado
a hacer una auditoría en los términos que la hemos solicitado.
P. El proceso lo ha llevado al terreno del TSJ.
Viendo su composición, que responde al chavismo, podríamos pensar que lo mejor
que pudiera pasarle a usted es que no le admitan el recurso. Porque hay un
escenario en el cual se le admita el recurso y transcurran seis meses, mientras
mengua el entusiasmo de sus seguidores y el interés internacional sobre el
tema. ¿Usted estaría preparado para esa eventualidad?
R. Ustedes han dado en el blanco. Esa es la gran
interrogante que tienen ahora los magistrados miembros del Partido Socialista
Unido de Venezuela que componen el TSJ. Si hay alguna reflexión que debemos
hacer en la oposición es que no le hemos recordado a los venezolanos, ni al
mundo, la precariedad institucional del país. Un español que se entera por la
televisión de que he introducido un contencioso en el TSJ pensará que estamos
haciendo las cosas de forma correcta. En el TSJ no hay un magistrado que no sea
del PSUV. Ellos son ahora los que están pensado qué van a hacer. O desechan de
una vez nuestra acción legal o dilatan la respuesta. Es una situación difícil
porque el reclamo seguirá vigente por más que lo quieran enfriar. Tú no sabes
si esa será la carta que los magistrados se jueguen ante una crisis política
como la que yo avizoro. Guardando las distancias, yo pienso que todos los
gobiernos que parten con una sombra de ilegitimidad están condenados.
P. Usted se ha referido varias veces al Perú de
2000 y ha dicho que esta situación en Venezuela le recuerda a los últimos días
de Alberto Fujimori en el poder. Recordaremos que la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos dijo que esas elecciones eran sospechosas y
luego pasó lo que pasó. Fujimori renunció desde Japón. Llevando esa analogía al
extremo, ¿usted avizora que en el caso venezolano la OEA pudiera tener una
reacción similar?
R. No me atrevería a hacer una proyección porque
desconozco cuándo llevaremos nuestro reclamo a instancias internacionales. Yo
creo que vamos a terminar allá.
P. Usted está preparado entonces para una lucha
larga. ¿Lo están sus seguidores?
R. Una lucha larga entre comillas. Porque los
gobiernos que surgen de la ilegitimidad difícilmente se mantienen.
P. ¿Pero sí estaría de acuerdo con que mientras
Maduro permanezca más tiempo en el poder se reducen sus posibilidades?
R. No lo veo de esa forma. Cada día Maduro se
hunde más porque su gobierno es ilegítimo.
P. Pero un seguidor suyo dentro de seis meses
podría pensar que ya Maduro tiene obra que mostrar. Puede haberse atornillado
en el poder
R. ¿Pero en qué condiciones llegará él allá?
Depende cómo planteemos la lucha. Esta no es una lucha de hoy para mañana. Hay
que decirle a los millones de venezolanos que nos apoyaron que debemos agotar
la instancia interna para luego ir al exterior con nuestro reclamo. ¿Eso va a
generarnos un nuevo proceso electoral dentro de tres meses? No lo sabemos. Yo
no he cerrado este capítulo. Por lo pronto, la oficina del Comando Simón
Bolívar acompañará las luchas de los venezolanos. El gobierno cada día se
arrincona más porque no da respuestas a los venezolanos. No sé cuál será el
final de esta historia. ¿Qué pienso yo que va a pasar? Aquí vendrá una nueva
elección, bien sea a través de la acción del TSJ, de la presión de las
instancias internacionales o puede ser que el gobernante claudique.
P. Pero ese final no es lo mismo dentro de seis
meses que dentro de un año
R. No lo sé. ¿Quién ha dicho que un tipo como
Maduro no puede claudicar? Fujimori renunció desde Japón. ¿Cuántos escándalos
no vienen en el camino? Además, este gobierno no parece ser un modelo de
austeridad u honestidad. Yo debo insistir en nuestra petición de justicia sobre
el resultado de la elección, pero tampoco debo perder de vista la razón por la
cual aspiré a la presidencia de Venezuela: que se le dé respuesta a los
problemas económicos que agobian a los venezolanos.
Lucha de principios
P. Hay quien opina que Henrique Capriles se
metió en un callejón sin salida y abandonó el mejor de los mundos. Usted obtuvo
un muy buen resultado que lo confirmó como líder opositor. Un debilitado Maduro
culminaría el período de Chávez haciéndole frente a una severa crisis
económica. Era un resultado ganar-ganar. Pero usted se ha metido en una cruzada
por la verdad. ¿No está despilfarrando ese gran resultado?
R. Yo le prometí a los venezolanos que
defendería su voto. Ese es el argumento de José Vicente Rangel (ex
vicepresidente de Venezuela y en la actualidad un periodista muy cercano al
régimen).
P. Pero también es un argumento de real
politik
R. No. ¿Qué puedo hacer yo sí sé que me robaron
las elecciones? ¿Me hago el loco? No puedo.
P. Usted ha podido hacer otro cálculo político
R. Eso no va conmigo. Yo tengo principios. No
tendría problemas en reconocer si pierdo las elecciones, como ocurrió el 7 de
octubre. Chávez tenía entonces más votos que yo. ¿Qué he debido solicitar
entonces una auditoría? Ese es otro debate. Lo que ocurre es que a esa hora,
con un país a la expectativa, no se puede dudar. Además, si hubiera tomado esa
decisión no habría leído correctamente el resultado que obtuvimos. Llegamos
entonces al 45% de los votos compitiendo contra Hugo Chávez. Yo era un líder
regional. Hubo pueblos en los que ni siquiera me conocían. Teníamos un capital
político importante. Pero el 14 de abril sí gané las elecciones. ¿Cuál fue mi
reacción? Solicitar una auditoría.
Si después de eso se refleja que Maduro ganó por un voto sería el primero en
reconocerlo. ¿Pero cómo renunciar a mi derecho de auditar si tengo más votos a
favor?
P. En su columna Moisés Naím habló del silencio de Brasil
con respecto a lo que está ocurriendo en Venezuela. La presidenta
Dilma Roussef recibirá a Nicolás Maduro en las próximas horas. Usted con
frecuencia ha dicho que el modelo brasileño es una referencia. ¿Le decepciona
que ella le haya dado el visto bueno a Maduro?
R. No personalizo el modelo brasileño en su
presidenta. Quienes llevan las riendas de ese país son profundamente
pragmáticos. Pareciera una política atada a la economía y no a los principios.
P. ¿Eso es una crítica?
R. Por supuesto, lo es. Siento que en Brasil hay
instituciones sólidas como para que ellos pudieran respaldar lo que se acordó en Unasur
poco después de los comicios del
14 de abril, en la cual Ollanta Humala, como presidente pro
tempore del bloque,
exhortaba a Venezuela a realizar la auditoría. Incluso hablaron de reconteo. El
gobierno de ese país debería ser coherente con lo que ya aprobó.
P. El gobierno de Maduro luce a la defensiva,
mientras que la oposición parece cuidar más que nunca su talante democrático y
marca la agenda. ¿Usted cree que la oposición bajo su liderazgo ha logrado,
después de casi tres lustros, tomarle el pulso al país?
R. Los sucesos de abril de 2002, incluido el golpe de Estado
que derrocó al presidente Chávez, provocaron una ruptura que el
gobierno ha tratado de mantener vigente desde entonces acusándonos de golpistas
y traidores a la patria. Con eso tratan de tapar todos sus abusos, todas sus
violaciones a la Constitución y sus acciones antidemocráticas. Costó mucho
sacarnos de encima esa sombra. Por esa razón tratan de provocarnos para que
retrocedamos hacia aquellos días, cuando la oposición no tenía agenda, foco, ni
mucho menos unidad. Después del 14 de abril, y aprovechando que no reconocí los
resultados, ellos nos provocaron para que yo condujera al país por ese camino.
No mordimos ese anzuelo. Hoy el gobierno de Maduro se parece mucho a la
oposición de 2002. Sin foco, ni agenda, ni liderazgo. No hay unidad. Eso es lo
que veo ahora. El gobierno necesita de un evento violento que le permita ver
cómo se cambia la agenda. Ya la oposición demostró, y el país lo debe tener
claro, que nosotros somos demócratas, que nuestra vía es la electoral, que
estamos trabajando por construir una mayoría, que hemos participado en las
peores condiciones y enfrentado a todos los vicios.
P. ¿Ese aprendizaje de la oposición se pondrá a
prueba ahora, especialmente si la lucha es larga?
R. Yo no visualizo una salida como consecuencia
de una situación violenta. Me inscribo en la agenda de presionar sobre la base
de acciones pacíficas. Creo que hay una confianza en la manera como hemos
conducido este proceso. Porque además yo creo que el venezolano es pacífico y
detesta la violencia. Nadie, fuera del gobierno, ha aplaudido la agresión
ocurrida en el Parlamento el 30 de abril pasado.
El legado de Hugo Chávez
P. Este es el mejor momento para la oposición,
pero si nos retrotraemos al día que murió Chávez era complicado vaticinar lo
que ha ocurrido. Nadie apostaba un duro por una candidatura distinta a la del
delfín del caudillo. ¿Dudó usted de tomar esa candidatura? ¿No era como ir al
cadalso?
R. El 10 de marzo yo dejé muy
claro lo que sentía. Nosotros rescatamos ese espíritu de lucha. Yo
quería asegurarme de que hubiera una unidad absoluta en torno a mi candidatura
para entonces aceptarla en caso de que me la ofrecieran. Se lo dije a Antonio
Ledezma (alcalde metropolitano de Caracas). “Si tú no quieres que sea el
candidato yo te apoyo, Antonio”. Yo hice consideraciones acerca del momento, de
la situación, escuche a la gente que me decía que no era conveniente. Al final
demostré que no era un asunto de cálculos individuales. Esto para mí son luchas
heroicas y principistas.
P. Usted utilizó una estrategia distinta. No
confrontó a Chávez, pero a Maduro no le dio cuartel.
R. Porque ya basta. Estos tipos fueron capaces
de burlarse tres meses de los venezolanos. Estos señores le mintieron al país
acerca del verdadero estado de salud del Presidente. Fueron capaces de salir
por televisión a decir que el jefe del Estado se estaba recuperando. Que estaba
en el gimnasio.
P. A más de dos meses de la muerte de Chávez, su
agonía y enfermedad siguen siendo un misterio. ¿En su cruzada por la verdad un
eventual gobierno suyo debería poner de relieve el verdadero alcance del
padecimiento del Presidente y las verdaderas razones de su fallecimiento?
R. No será mi tarea, pero eso vendrá.
P. ¿Un gobierno suyo podría revelar ese secreto
de Estado?
R. Esa no es una tarea de gobierno.
P. ¿Por qué no?
R. Como buen cristiano yo prefiero que a él se
le dé cristiana sepultura. He sido absolutamente respetuoso de su memoria y del
dolor de sus seguidores. Luego veremos si estamos o no en lo correcto. A veces
hay que esperar un tiempo para que las verdades se conozcan. Habrá alguna
revelación de alguna enfermera, de algún doctor.
P. ¿No hay demasiada indulgencia con la memoria
de Chávez? Parece que ahora que no está sus adversarios lo exculpan de todo,
especialmente de este crispado clima político que se vive en Venezuela, del
patente odio entre chavistas y antichavistas
R. Yo creo que ese ciclo ya se cerró. La muerte
de Chávez cerró un ciclo en el país.
P. Pero si no se discute será muy fácil
idealizarlo
R. Yo tengo mis dudas. Pero si el país no ve
nada mejor eso podrá pasar. Algunos idealizan en Venezuela a los ex presidentes
Rómulo Betancourt o Carlos Andrés Pérez.
P. Ese es el riesgo de no discutir el legado con
el pretexto de que hay que respetar al que ya no está
R. No digo que no se discuta. Tenemos el reto de
mostrar que el país puede estar muchísimo mejor. La fortaleza de Chávez fue la
comunicación con nuestro pueblo más humilde. Él le hizo creer a la gente que
tenía poder para tomar decisiones. El país cambió para bien o para mal. Para
algunos ha sido bueno, para otros ha sido malo. ¿Qué puedo yo decir? Que hay
interés de una conciencia política. Algunos lo consideran bueno. Otros dicen
que el país está saturado. A mí me parece positivo que la gente se involucre en
la política.
P. El chavismo ha querido explicar su sorpresiva
votación argumentando que usted se disfrazó de Hugo Chávez. ¿Qué significa para
usted ese modelo del llamado Socialismo del Siglo XXI? ¿Se puede rescatar algo?
¿O todo hay que echarlo a la basura?
R. La fortaleza de Chávez fue, como ya lo he
dicho, poner a lo social en primera fila. Y todo el debate futuro tiene que
girar en torno a la pobreza y a lo social. Eso lo he reconocido desde siempre.
El Presidente se equivocó en no cambiar la realidad del país a pesar de la
inmensa bonanza petrolera que disfrutamos. Este país debería no solo haber
reducido la pobreza, sino haber logrado lo que logró Brasil, que sacó de la
pobreza a más de 30 millones de brasileños. ¿Cuántos venezolanos han salido de
la pobreza? No se trata de responder cuántos venezolanos tienen dinero para
comer o hacer mercado. La pregunta es cuántos venezolanos, sin depender del Estado,
por sus propios medios, cuentan con un empleo digno que les permita decir que
salieron de la pobreza.
La mediación internacional
P. Hay un escenario de ingobernabilidad en
Venezuela avizorado por algunos países. El canciller español García Margallo se
ha ofrecido como mediador. ¿Cómo vería usted esa mediación siendo una de las
partes en conflicto?
R. Yo agradezco cualquier llamado a diálogo,
pero ahora no veo la intermediación de otro gobierno. Preferiría que la Iglesia
mediara debido a las profundas convicciones católicas del pueblo venezolano.
P. ¿Por qué desechar los buenos oficios?
R. Porque la gente podría preguntarse, por
ejemplo, por qué España y no México. Busquemos entonces una institución con la
cual todos podamos tener cercanía. Esa institución es la Iglesia católica, a la
cual se podrían sumar los otros cultos. La reacción del gobierno frente a esas
ofertas de mediación siembra aún más la duda sobre el resultado. Solamente
reacciona así el temeroso.
P. Los jefes de las fracciones parlamentarias de
la Mesa de la Unidad llevaron una carta a la sede de la OEA para que se active
la Carta Democrática Interamericana. La Secretaria de Estado adjunta para
América Latina, Roberta Jacobson, aseguró que están en juego” la garantía de
las prácticas democráticas en Venezuela” consagradas en ese mismo instrumento
¿Están dadas las condiciones para que se invoque ese instrumento?
R. Si ustedes se leen ese documento advertirán
que la Carta Democrática Interamericana establece que se deben celebrar
elecciones libres, sin coacción. La intención de que se active busca avalar que
se celebren en Venezuela nuevos comicios en nuevas condiciones: que no haya
voto asistido, que el partido de gobierno no instale puntos de control a las
puertas de los centros de votación, que no se amedrente a nuestros testigos y
que haya una verdadera observación electoral, que es distinto a la figura de
los acompañantes internacionales planteada por el CNE.
P. ¿Usted pudiera desistir de su reclamo si
comprueba que eso traería consecuencias negativas para la gobernabilidad del
país?
R. Eso sería un chantaje. Si cedo frente a la
mentira mañana tendré que ceder frente a un gobierno que fabrica mentiras para
juzgarte. Mi lucha no es violenta. Tengo el gran reto de derrotar la mentira
con la verdad, pero imponer la verdad de forma pacífica. Lo voy a lograr en
este mundo moderno, globalizado. Me atrevo a apostar que será así. Si yo
claudico en el ejercicio legítimo de un derecho, mañana ustedes no podrán
venirme a entrevistar. Esto es una lucha de principios. Yo ahí me la juego
completa. Prefiero retirarme de la política antes que ponerme de rodillas.
Tenemos que aprovechar esto que hemos construido para convertirnos en una nueva
fuerza en América Latina. A través de nosotros este continente no seguirá la ruta
de cambiar la Constitución para reelegirse en el poder, seguida por Bolivia o
Ecuador, el club de amigos de Venezuela. Yo tengo la posibilidad de ser un
nuevo referente en el continente para que no se llene de gobiernos
reeleccionistas.
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