Las políticas fiscales y monetarias estarán
orientadas a conseguir los objetivos nacionales.
Si el
objetivo era relajar la tensión, el efecto fue justo el opuesto. La falta de
claridad sobre lo que van a hacer las grandes potencias industrializadas (G-7) para evitar
el estallido de una guerra de divisasalimentó aún más la confusión y
con ella la tensión en los mercados. La patata caliente pasa así a la reunión
que tendrán a final de esta semana en Moscú con los países emergentes (G-20).
El texto
consensuado por el G-7 decía, en solo un gran párrafo, que se van a seguir de
cerca las acciones que se tomen en los mercados de divisas y repetía el
compromiso por el cual son los mercados los que deben determinar el valor de
las monedas. Reafirma que las políticas fiscales y monetarias estarán
orientadas a conseguir los objetivos nacionales.
Pero se
interpretó el mensaje más como una victoria para Japón que una reprimenda a Shinzo
Abe por su apoyo
tácito hacia políticas que debiliten el yen buscando potenciar las
exportaciones. Horas después, un alto funcionario del G-7 salió a decir que se
había malinterpretado el lenguaje y que el objetivo era mostrar la preocupación
con los “movimientos excesivos” del yen y el rechazo a que se fije un objetivo
de cambio.
El miedo sigue
El miedo,
por tanto, sigue ahí aunque Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo,
negara ayer dar naturaleza a la guerra de divisas. “No hay nada que se le
parezca”, afirmó en la rueda de prensa posterior a su comparecencia en el
Congreso de los Diputados en España. “El término me parece inflado y
exagerado”, añadió al ser preguntado por las maniobras japonesas.
Draghi sí
dijo, tras leer el comunicado del G-7, que el BCE vigilará de cerca los efectos
de la apreciación del euro en la débil recuperación económica europea. El
repunte de la moneda única puede, señaló, ser una muestra de confianza. Pero
también puede afectar a su estrategia monetaria, que calificó de
“acomodaticia”. Por eso se analizará en su próxima reunión. El banquero
italiano criticó los llamamientos al BCE para que intervenga y frene la
escalada del euro, como hizo días atrás el presidente francés, François
Hollande. Sin citar a los autores, consideró algunos comentarios de “baldíos o
inapropiados”. Se refería especialmente a los que pretenden presionar a la
autoridad monetaria.
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