Las recientes elecciones parlamentarias japonesas
-como era previsible- parecen haber consolidado el liderazgo del carismático
primer ministro Shinzo Abe, con el regreso al centro del escenario político de
su partido: el Liberal Democrático.
Esto supone por lo menos dos cosas. Primero,
consolidar los cambios económicos drásticos que han comenzado a ser
implementados por Abe para revitalizar una economía anestesiada por dos lentas
décadas de deflación. Segundo, dejar atrás al Japón "pacifista" que
emergiera luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, reemplazándolo por un
país "normal". Esto último está sucediendo bajo la presión de los
conflictos marítimo-territoriales que Japón mantiene con China, los que han ido
creciendo en medio de una tensión preocupante.
Está
claramente sacudiendo a la sociedad de su país, que pareciera estar -como nunca
en los últimos años- abierta a endosar una transformación profunda
Ocurre que el popular y nacionalista Shinzo Abe -y
sus tradicionales aliados budistas del Nuevo Komeito- se han asegurado esta vez
el control de la legislatura, al menos por los próximos tres años. Lo que es
todo un cambio político. Aunque, cabe aclarar, sin contar con los dos tercios
de las bancas legislativas necesarias para comenzar a revisar la Constitución
de 1947 y someter luego los cambios que se aprueben a un referendo nacional
ratificatorio.
Las recientes elecciones, sin embargo, mostraron
una debilidad. La aparente apatía o desinterés de una parte importante de los
votantes. Porque la concurrencia a las urnas resultó inusualmente baja, de
apenas un 52% de los ciudadanos japoneses autorizados a votar, contra el 58%
que votara en la elección anterior.
El oficialismo se ha recuperado así de la que fuera
una aplastante derrota sufrida hace apenas cuatro años. En una suerte de contracara,
la oposición, esto es el Partido Demócrata -desprestigiado por un manejo
desacertado de la crisis nuclear del 2011, en Fukushima- hizo la peor elección
desde su creación, en 1998. Como resultado, sólo tendrá ahora 17 de los 242
escaños de la Cámara alta.
Transformado en un dinámico -y por momentos hasta
vibrante- agente de cambio, Abe, a los 58 años, está claramente sacudiendo a la
sociedad de su país, que pareciera estar -como nunca en los últimos años-
abierta a endosar una transformación profunda.
Incluyendo la eventual revisión de la actual
Constitución, de modo de reemplazar a las llamadas fuerzas de
"autodefensa" por estructuras y fuerzas militares más normales, esto
es mucho más poderosas y modernas, sin ataduras o limitaciones obsoletas. Esto
ha despertado desconfianza no sólo en China, sino en toda la península coreana,
desde que la sombra de la agresividad histórica del Japón en su propia región
aún genera recelos.
La aprobación pública de Abe es alta, en rigor del
orden de un 60%. El primer ministro -que sigue los pasos de su mentor,
Junichiro Koizumi, derrotado en 2006- ha lanzado un verdadero maremoto de
estímulos económicos, con los que ha logrado poner en marcha, al menos por
ahora, a una economía adormecida que ya parece haber despertado de su larga
parálisis.
El
optimismo es muy grande en los mercados. Hay una sensación de viento de popa,
con un Abe firmemente a cargo del timón del país asiático
Me refiero a un paquete que incluye agresivas
medidas monetarias de estímulo, el aumento del gasto público de inversión, así
como algunas medidas estructurales adicionales que, aunque anunciadas, aún no
han sido específicamente totalmente definidas, tales como la baja de la presión
tributaria a las sociedades, el alza del impuesto a las ventas, un acuerdo de
libre comercio con los Estados Unidos con la eventual reducción del
proteccionismo agrícola y el regreso a priorizar la generación nuclear de
energía eléctrica. Además de un acercamiento más profundo a los mecanismos del
mercado, en general.
Con un yen devaluado, la Bolsa de Tokio y las
exportaciones japonesas se han entonado. Los precios de las acciones japonesas
han subido nada menos que un 40%, en lo que va del año.
No obstante, si de pronto las medidas en curso de
aplicación fracasaran, la economía se desacelerara y los altos niveles de
actividad propios de los 70 o los 80 se esfumaran, la popularidad de Abe podría
comenzar a desdibujarse.
Por el momento, el optimismo es muy grande en los
mercados. Hay una sensación de viento de popa, con un Abe firmemente a cargo
del timón del país asiático. Japón ha comenzado a redefinirse desde sus propias
entrañas. Lo que supone un proceso necesariamente lento, del que -por lo demás-
no hay garantía alguna anticipada de éxito.
La esperanza de muchos japoneses parecería de
pronto haber revivido, al compás de una economía que se ha puesto de pie y que
necesitaba encontrar el camino para romper el cepo de su estancamiento, que la
mantenía en una frustrante y desgastante inercia. En lo económico, el apoyo
popular a Abe es hoy enorme. En lo político, quizás no sea tan grande.
La gran
novedad entonces, es que un camino de cambio ha comenzado a transitarse. Japón
ya luce diferente. Y esto es precisamente lo que Shinzo Abe quería que
ocurriera, para que las reformas dispuestas -o por venir- no sólo se
institucionalicen, sino que, además, comiencen a consolidarse, superando lo que
fuera hasta no hace mucho una sofocante realidad..
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