Majestuoso testimonio de un poder agostado

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jueves, 1 de agosto de 2013

Emerge un nuevo Japón


Por Emilio Cárdenas |  Para LA NACION

Las recientes elecciones parlamentarias japonesas -como era previsible- parecen haber consolidado el liderazgo del carismático primer ministro Shinzo Abe, con el regreso al centro del escenario político de su partido: el Liberal Democrático.
Esto supone por lo menos dos cosas. Primero, consolidar los cambios económicos drásticos que han comenzado a ser implementados por Abe para revitalizar una economía anestesiada por dos lentas décadas de deflación. Segundo, dejar atrás al Japón "pacifista" que emergiera luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, reemplazándolo por un país "normal". Esto último está sucediendo bajo la presión de los conflictos marítimo-territoriales que Japón mantiene con China, los que han ido creciendo en medio de una tensión preocupante.

Está claramente sacudiendo a la sociedad de su país, que pareciera estar -como nunca en los últimos años- abierta a endosar una transformación profunda

Ocurre que el popular y nacionalista Shinzo Abe -y sus tradicionales aliados budistas del Nuevo Komeito- se han asegurado esta vez el control de la legislatura, al menos por los próximos tres años. Lo que es todo un cambio político. Aunque, cabe aclarar, sin contar con los dos tercios de las bancas legislativas necesarias para comenzar a revisar la Constitución de 1947 y someter luego los cambios que se aprueben a un referendo nacional ratificatorio.
Las recientes elecciones, sin embargo, mostraron una debilidad. La aparente apatía o desinterés de una parte importante de los votantes. Porque la concurrencia a las urnas resultó inusualmente baja, de apenas un 52% de los ciudadanos japoneses autorizados a votar, contra el 58% que votara en la elección anterior.
El oficialismo se ha recuperado así de la que fuera una aplastante derrota sufrida hace apenas cuatro años. En una suerte de contracara, la oposición, esto es el Partido Demócrata -desprestigiado por un manejo desacertado de la crisis nuclear del 2011, en Fukushima- hizo la peor elección desde su creación, en 1998. Como resultado, sólo tendrá ahora 17 de los 242 escaños de la Cámara alta.
Transformado en un dinámico -y por momentos hasta vibrante- agente de cambio, Abe, a los 58 años, está claramente sacudiendo a la sociedad de su país, que pareciera estar -como nunca en los últimos años- abierta a endosar una transformación profunda.
Incluyendo la eventual revisión de la actual Constitución, de modo de reemplazar a las llamadas fuerzas de "autodefensa" por estructuras y fuerzas militares más normales, esto es mucho más poderosas y modernas, sin ataduras o limitaciones obsoletas. Esto ha despertado desconfianza no sólo en China, sino en toda la península coreana, desde que la sombra de la agresividad histórica del Japón en su propia región aún genera recelos.
La aprobación pública de Abe es alta, en rigor del orden de un 60%. El primer ministro -que sigue los pasos de su mentor, Junichiro Koizumi, derrotado en 2006- ha lanzado un verdadero maremoto de estímulos económicos, con los que ha logrado poner en marcha, al menos por ahora, a una economía adormecida que ya parece haber despertado de su larga parálisis.

El optimismo es muy grande en los mercados. Hay una sensación de viento de popa, con un Abe firmemente a cargo del timón del país asiático

Me refiero a un paquete que incluye agresivas medidas monetarias de estímulo, el aumento del gasto público de inversión, así como algunas medidas estructurales adicionales que, aunque anunciadas, aún no han sido específicamente totalmente definidas, tales como la baja de la presión tributaria a las sociedades, el alza del impuesto a las ventas, un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos con la eventual reducción del proteccionismo agrícola y el regreso a priorizar la generación nuclear de energía eléctrica. Además de un acercamiento más profundo a los mecanismos del mercado, en general.
Con un yen devaluado, la Bolsa de Tokio y las exportaciones japonesas se han entonado. Los precios de las acciones japonesas han subido nada menos que un 40%, en lo que va del año.
No obstante, si de pronto las medidas en curso de aplicación fracasaran, la economía se desacelerara y los altos niveles de actividad propios de los 70 o los 80 se esfumaran, la popularidad de Abe podría comenzar a desdibujarse.
Por el momento, el optimismo es muy grande en los mercados. Hay una sensación de viento de popa, con un Abe firmemente a cargo del timón del país asiático. Japón ha comenzado a redefinirse desde sus propias entrañas. Lo que supone un proceso necesariamente lento, del que -por lo demás- no hay garantía alguna anticipada de éxito.
La esperanza de muchos japoneses parecería de pronto haber revivido, al compás de una economía que se ha puesto de pie y que necesitaba encontrar el camino para romper el cepo de su estancamiento, que la mantenía en una frustrante y desgastante inercia. En lo económico, el apoyo popular a Abe es hoy enorme. En lo político, quizás no sea tan grande.
La gran novedad entonces, es que un camino de cambio ha comenzado a transitarse. Japón ya luce diferente. Y esto es precisamente lo que Shinzo Abe quería que ocurriera, para que las reformas dispuestas -o por venir- no sólo se institucionalicen, sino que, además, comiencen a consolidarse, superando lo que fuera hasta no hace mucho una sofocante realidad..


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