El presidente sirio alienta a su Ejército a
redoblar la ofensiva contra los rebeldes tras los recientes avances militares
en bastiones clave como Qusair y Homs.
DAVID
ALANDETE Jerusalén
Reforzado
por sus recientes avances sobre el terreno; con el apoyo firme de Rusia, Irán y
la milicia chií Hezbolá, y ante la lenta reacción de la Casa Blanca frente al
conflicto, el presidente de Siria, Bachar el Asad, dijo ayer que está más
convencido que nunca de que la victoria está al alcance de la mano, después de
28 meses de una guerra civil en la que han fallecido más de 100.000 personas y
durante la cual han huido del país 1,8 millones de sirios. Tras la simbólica
toma de Qusair en junio, las fuerzas leales al régimen han ganado terreno
recientemente en la ciudad de Homs, uno de los feudos rebeldes, además de en
las inmediaciones de Damasco, la capital.
“Si
no estuviéramos seguros de que vamos a ganar en Siria, no habríamos tenido la capacidad de
resistir y la capacidad de seguir luchando durante más de dos años contra el
enemigo”, dijo El Asad ayer en Damasco, en la celebración del día de las
Fuerzas Armadas sirias, según la agencia oficial de noticias Sana. “Habéis
mostrado al mundo entero que la presión y las conspiraciones, sin que importe
cuán duras y variadas sean, solo os darán más determinación para enfrentaros a
estos desafíos”, añadió, dirigiéndose a sus soldados. El Asad ha anunciado que
se presentará a la reelección en los comicios que se prevé que tengan lugar en
2014.
Después
de un mes de intensa lucha, el Ejército regular sirio dijo
el lunes que ha retomado el control de Jalidiya, un barrio estratégico en el
norte de Homs. Esa ciudad es una de las plazas fuertes de los rebeldes, que la
han bautizado como “la capital de la revolución”. Las tropas de El Asad,
apoyadas por milicianos de Hezbolá, buscan ampliar y reforzar un pasaje seguro
desde Damasco a la costa mediterránea septentrional, refugio de la minoría
alauí, a la que pertenecen el presidente y su familia. Los rebeldes siguen
manteniendo el control de gran parte de Homs, sobre todo en el casco antiguo.
El
jueves, un ataque rebelde con un cohete alcanzó un arsenal de armamento en el
distrito de Wadi al Zahab, en una zona de Homs controlada por milicias afines
al Gobierno, y provocó una explosión en la que murieron al menos 40 personas,
según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Tras más
de dos años de guerra, en las filas de la oposición armada se han infiltrado
numerosas células yihadistas, que han protagonizado enfrentamientos entre ellas
y contra las facciones moderadas, aglutinadas en el llamado Ejército Libre
Sirio. La tensión interna en esa amalgama opositora aumentó notablemente cuando
a mediados de julio un grupo vinculado a Al Qaeda, denominado el Estado
Islámico de Irak y el Levante, mató a Kamal Hamami, miembro del consejo supremo
del Ejército Libre Sirio.
“Siria
está luchando contra el terrorismo en nombre del resto del mundo”, dijo ayer a
la televisión pública el ministro de Defensa de El Asad, general Fahd Yasem al
Freij, haciéndose eco de un argumento muy repetido por su Gobierno, que trata
frecuentemente de apelar a las reservas que sienten Estados Unidos y sus
aliados a la hora de armar o apoyar militarmente a los rebeldes, sobre todo por
la infiltración de radicales en el campo opositor.
Según
opina Elizabeth O’Bagy, analista en el Instituto para el Estudio de la Guerra,
en Washington, “las luchas internas en el campo opositor, y la infiltración de
Al Qaeda, han ayudado notablemente al Gobierno”. “Ese es el motivo por el cual
la oposición no solo está falta de un apoyo internacional más decisivo, sino
además no ha ganado más popularidad entre la propia población civil siria”,
añade.
Después
de meses de evasivas, el Gobierno sirio finalmente ha dado permiso a tres
inspectores de las Naciones Unidas para que entren en Siria para investigar
sobre el terreno si se emplearon armas químicas en tres puntos diferentes del
país. La ONU solo ha revelado uno de ellos: Jan al Asal, en la provincia de
Alepo, donde un ataque el 19 de marzo provocó la asfixia a numerosas personas,
una treintena de las cuales falleció. “La misión viajará a Siria tan pronto
como le sea posible para investigar de forma simultánea tres incidentes”, dijo
el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, en un comunicado.
Fue la
convicción de que el régimen usó varias veces armas químicas, entre ellas gas
sarín, lo que llevó al presidente norteamericano, Barack Obama, a anunciar en
junio que armará a los rebeldes sirios. Desde entonces, el plan ha sido
aprobado por varios comités del Capitolio, pero el Gobierno estadounidense no
ha avanzado plazos ni más detalles que el hecho de que las armas que se
entreguen serán ligeras. En una carta enviada el mes pasado al Capitolio, el
jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, general Martin Dempsey, dijo que una
intervención militar en Siria tendría costes muy elevados y no ofrecería de
antemano garantías de poder cambiar el curso de la guerra.
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