ANIVERSARIO
Sábado 27 de julio de 2013 | 18:44
Mujica en el estrado de la celebración
Compañeros, todos, de la Patria
Grande. Permítanme, porque el alma de un veterano está llena de recuerdos, han
pasado muchas décadas. Han sido porfiadas décadas de lucha por la dignidad del
pueblo cubano. Y con su suerte, la de muchos luchadores, algunos de los cuales
ni sus nombres recordamos, que quedaron en los socavones, en los dolores de
América, en las selvas, en sus montañas. Porque los cambios sociales no tienen
un laboratorio en el que se pueda experimentar en frío.
Los cambios sociales son la
experimentación directa en la lucha con los pueblos. Y los hombres y mujeres
caminamos intentado encontrar caminos y recreando, y aprendiendo de nosotros
mismos, del camino del dolor, de los fracasos, de volverse a levantar. De mil
veces empezar de nuevo. Porque, sencillamente, los cambios sociales no están a
la vuelta de la esquina. No están al alcance de la mano en lo inmediato. Son
una larga construcción colectiva, de esfuerzo, de trabajo, de errores, de
aciertos, de compromiso, de sacrificio. Siempre ha sido así.
Lo imposible, parece que cuesta un
poco más. Por eso, en el fondo, no hay derrotas. Solo sufren derrotas aquellos
que dejan de luchar.
Entonces, esta revolución, que
fundamentalmente ha sido la revolución de la dignidad, de la autoestima para
los latinoamericanos, nos sembró de sueños, nos llenamos de quijotes. Soñamos
que en 15 o 20 años era posible crear una sociedad totalmente distinta y
chocamos con la historia. Los cambios materiales son más fáciles que los
cambios culturales. Los cambios culturales son, en definitiva, el verdadero
cemento de la historia y son una siembra muy lenta de generación en generación.
Cubanos, sus antepasados nos han
enseñando el valor que tienen la vergüenza y la dignidad. El ser nosotros.
Estamos asomando a una civilización mundial, digital, colectivizada, de
dimensiones inconmensurables y hemos aprendido una cosa, —que la estamos
viviendo en nuestra América Latina— solo es posible el mundo si respeta lo diverso.
Solo es posible el mundo y el porvenir si nos acostumbramos a entender que el
mundo es diversidad, respeto, dignidad y tolerancia. Y que nadie tiene derecho,
por ser grande y fuerte, de aplastar a los pequeños y débiles. Lección de oro
de estos 60 años de revolución.
El mundo rico tendrá que comprender,
—por su propia tranquilidad— porque la vida humana es corta, demasiado corta, y
no hay derecho a sacrificar la vida de los que están vivos, porque estar vivos
es casi un milagro y hay que respetar la vida. Y entonces, nos juntamos en este
templo, donde seguramente los muchachos que atacaban, soñaban que era más
sencillo y más fácil. Si en el mundo no hubiera habido soñadores, todavía
andaríamos con taparrabos caminando por la selva. Solamente el mundo cambia y
se mueve porque hay gente comprometida y capaz de soñar.
Con los sueños de aquellos cubanos,
oleadas de juventud, nos movimos por toda nuestra América. Hoy somos viejos,
arrugados, canosos, llenos de reumatismo, de nostalgia y recuerdos. Y nos
reímos de nosotros mismos, de las chamboneadas que hemos cometido, pero
chamboneadas sin precio, por una causa, por el sueño de una humanidad con
igualdad básica, con garantías básicas, con sueños básicos.
Estamos convencidos que el hombre
tiene capacidad para construir un mundo mejor. Tiene los recursos de poder
construir un mundo mejor. La palabra “revolución” adquiere hoy una dimensión de
carácter universal cuando el mundo se globaliza. Y es, precisamente, la idea de
que es posible y una necesidad histórica, para mantener y sostener la vida,
luchar por crear un mundo mejor, de respeto, de igualdad básica, de no temer
que lo aplasten, sin portaviones, sin aviones, que tienen un brazo largo, casi
sin gente.
Es posible que el hombre salga de la
prehistoria, y saldrá de la prehistoria el día que los cuarteles sean escuelas
y universidades.
Gracias, pueblo santiagueño. Gracias,
por lo mucho que nos dieron, por lo mucho que nos dejaron y, sobre todo, por la
dignidad con que suscribieron el derecho a autodeterminarse que tiene un
pueblo, más allá de sus dimensiones. Gracias.
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