Majestuoso testimonio de un poder agostado

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sábado, 3 de agosto de 2013

China: hacia el fin del sueño de la prosperidad asegurada






Antes le teníamos temor a China, ahora tememos por China.
La crisis global amenaza convertir en imprevistamente corto un ciclo que se anunciaba largo en la economía a partir de la tremenda mutación del gigante asiático. Las ruedas de esa enorme maquinaria comenzaron a trabarse. No significa que se han detenido, sólo que su ritmo no coincide ya con el paradigma que hasta ahora se creía intangible sobre el destino hegemónico de la potencia. Aquel juego de comparaciones entre la China que llegaba arremetiendo y la China cuyo futuro ahora preocupa es creación del Nobel de Economía Paul Krugman quien se sumó a una oleada de especialistas que han comenzado a advertir al mundo que una nueva y formidable grieta se ha abierto en este presente.
Krugman, crítico tenaz de la estrategia de Beijing de pegar su moneda al dólar para preservar el superávit comercial, sostiene, terminal, que estamos en el final del milagro chino. “Las señales son inequívocas. No hablamos de una dificultad menor en el camino sino de algo más fundamental -escribe en esa clave definitiva-.
El sistema económico que ha generado tres décadas de un increíble crecimiento, ha llegado a sus límites. El modelo chino va camino a chocar contra la Gran Muralla, la única duda es el tamaño que tendrá ese desastre”.
Cerca de él, también en Nueva York, su colega Nouriel Roubini, célebre desde que anticipó en soledad la crisis del 2008, coincide con que China, que venía de 30 años de un crecimiento de 10% y que antes de 2020 debía ser la mayor economía mundial “está en riesgo de un aterrizaje forzoso”. Una calamidad en la que emparenta hoy a todas las economías emergentes, incluyendo en ese tobogán más o menos inclinado, a Argentina, Turquía, Polonia, Hungría o el enorme Brasil.
El mismo pronóstico se observa en una investigación de The Economist que anuncia el final de la era de auge y crecimiento de la periferia mundial. La constelación de los emergentes explicará este año nada menos que la mitad del PBI mundial, un caso único que quizá no vuelva a suceder, dice el semanario liberal. El trabajo se funda sobre la evolución de los Bric’s, el bloque que une en una misma barca a Brasil, China, Rusia e India. El parate en el mundo traza cifras muy elocuentes: en 2007 China se expandió 14,2%, India 10,1%, Rusia 8,5% y Brasil 6,1%.
Este año, según el FMI, el esfuerzo chino no logrará más que un 7,5%, y del resto, India aumentará 5,6% y Rusia y Brasil, apenas 2,5%.
El caso del gigante de Asia, por su tamaño e influencia, es el más alarmante y complejo.
La reducción de la velocidad de crecimiento que experimenta contraerá necesariamente la economía mundial. Cifras moderadas sostienen que si China persiste en niveles de un dígito, eso implicará un encogimiento global en perspectiva del orden de 3 %. Pésima noticia en épocas de vacas flacas.
La consecuencia adicional es el adelgazamiento del mercado chino como cliente de los commodities globales. Un ejemplo es la caída actual del valor de los metales, entre ellos el cobre y el oro.
También afectará a los productores de materias primas alimentarias, especialmente los sojeros de Sudamérica, Argentina y Brasil, entre los más privilegiados, que con este viento de cola lograron la última década desarrollos tan espectaculares como, en muchos casos, desperdiciados.
Ese espacio comercial aunque acotado, sin embargo, no debería desaparecer. Los treinta años de fuerte evolución de China, generaron un crecimiento de las capas medias que, para finales de esta década podrían constituir cerca de la mitad de la población, quizá hasta 700 millones y cuyas demandas se mantendrán y deberán ser satisfechas. El gran desafio para la nomenclatura que encabeza el flamante presidente Xi Jinping es evitar que estallen conflictos a partir de los desequilibrios sociales y estructurales que comienzan a aparecery que amenazan las expectativas de desarrollo de esa enorme masa poblacional. Si Krugman acierta en su pronóstico, la perspectiva será muy complicada e imprevisible.
La realidad parece darle la razón. Días atrás, el premier chino, Li Kequiang, reconoció que la expectativa de crecimiento que anotó el FMI puede ser ilusoria, y que el verdadero número sera de sólo 7%. Recordemos que hace apenas dos años, el Partido Comunista chino advertía que el límite vital era 8%, porque después de esa frontera se disparaba el desempleo y el riesgo de furia social.
Revertir ese escenario es muy complicado para Beijing porque sus mayores mercados de exportación, EE.UU. y Europa, están en recesión. Y no pueden ser reemplazados rápidamente por el mercado interno.
En China, sólo 35% del PBI se explica por vía del consumo, la mitad que en Norteamérica.
El grueso llega todo del exterior cuya demanda hoy es baja o nula. Los desajustes consecuentes están en la base de un aumento geométrico de la deuda total en la economía china que casi se duplicó entre 2000 y 2012.
Es un circulo vicioso. Cuando la crisis de 2008 golpeó con su mayor ola causando un océano de desocupados, Beijing inyectó un paquete de estímulo masivo de 650 mil millones de dólares.
Pero como los mercados internacionales estaban cerrados, el grueso de ese dinero fue a alimentar una voraz burbuja inmobiliaria, y a los llamados “bancos en la sombra”, que son entidades mucho menos reguladas y que manejan en préstamos y colocaciones cerca de 70% del PBI chino, una montaña superior a los seis billones de dólares (millones de millones).
Eso es alrededor de doce veces el tamaño económico de Argentina y sólo en inversiones financieras especulativas.
El premier Kequiang, pragmático como su jefe, ha llegado a plantear, en estos primeros días de gobierno, que dadas las circunstancias se debería ampliar la apertura económica y romper el monopolio administrativo del Estado.
Así, se atraerían inversiones privadas en sectores como finanzas, telecomunicaciones y salud: “Debemos confiar en los mecanismos de mercado”, dijo como si no hubiera dudas y sólo se trata de eso. Si ese discurso es lo que parece, estamos frente a otra profunda mutación de China, como la anterior, obligada por la necesidad de sobrevivir. Y de la cual puede esperarse cualquier derivación ... hasta las que parecen hoy imposibles de imaginar.
Copyright Clarín, 2013.


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