La suba de los costos internos empujados
por la inflación, el atraso cambiario y la creciente presión fiscal complican
la actividad de sectores que hasta hace poco tiempo eran grandes exportadores.
Por Carlos Manzoni | LA NACION
Agobiada bajo un peso
que ya no puede soportar, la hormiga dobla sus patas y se resigna a la idea de
que esta vez su aporte de alimento a la comunidad será menor que el de otros
tiempos. Así están en la Argentina actual las economías regionales, que un día
fueron baluarte de la bonanza productiva y exportadora del país, pero que ahora
se asfixian bajo una inflación galopante, un tipo de cambio atrasado, una
presión impositiva creciente y regulaciones al comercio que entorpecen su
actividad.
Verónica
Sosa, especialista en economías regionales en la consultora Economía y
Regiones, dice que luego de la salida de la convertibilidad estos sectores
tuvieron una época dorada, pero en los últimos cinco años comenzó a complicarse
su situación y se produjo un debilitamiento en líneas generales. "Cayeron
todas las exportaciones regionales, debido a una menor producción por suba de
costos, alta presión impositiva, tipo de cambio desfavorable e incertidumbre
sobre la rentabilidad", explica Sosa.
Algunas
cifras reflejan esta realidad. Según datos de la Copal (cámara que agrupa a la
industria alimenticia), las exportaciones de alimentos y bebidas cayeron en
2012 un 3,9% en valor, respecto de 2011, mientras que la producción cayó 10 por
ciento. Esa tendencia se mantuvo este año: de enero a mayo, las ventas externas
cayeron 2,11% en valor, frente a igual período de 2012, mientras que la
producción se redujo 4,6 por ciento.
En
contra de lo que pregona el Gobierno, el mal momento de las economías
regionales ha dado paso a una concentración de las ventas externas locales.
Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, destaca que las exportaciones
argentinas consolidan una dependencia de sectores en manos de grandes empresas
y dejan a los sectores con mayoría de pymes, como los propios de economías
regionales, en lugares de menos preponderancia y con menor incidencia que en
2005.
Así,
mientras que en 2005 el país exhibía una menor concentración de sus
exportaciones y los primeros cinco rubros exportables (residuos de la industria
alimenticia, cereales, material de transporte, grasas y aceites, químicos) no
llegaban a representar 40% del total, en 2010 ya mostraba una dependencia mayor
de esos rubros (47% del total), algo que se mantiene hasta hoy.
Antonio
Solimeno afirma que está en el peor de los mundos. Es empresario pesquero en
Mar del Plata y jura que las cuentas no le cierran. "En estas condiciones,
la rentabilidad no existe", se queja. Según recuerda Oscar Fortunato,
presidente del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas, este quebranto se
profundizó a partir de 2008, cuando el aumento de los costos internos empezó a
ser mayor que la paridad cambiaria.
Fortunato
señala que hay insumos que aumentaron hasta 300%, como el gasoil, el
polietileno, las reparaciones navales y los servicios de puertos. "Esto
nos pone en la peor situación; aunque trabajemos bien, perdemos", subraya.
Las cifras del Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa) ratifican sus
dichos: en el primer semestre de 2013 la industria pesquera exportó 186.000
toneladas, casi un 8% más que en igual período de 2012; pero aun así recaudó
3,3% menos.
En
Puerto Madryn, donde la pesca representa 30% de la actividad económica, hay
empresas quebradas, como Harengus; otras que están en proceso de convocatoria de
acreedores, como Conarpesa, y otras que atraviesan conflictos con sus
empleados, como Alpesca y Pescargen.
NÚMEROS QUE NO CIERRAN
En
tiempos de un muy buen precio internacional, a la lechería argentina no le dan
los números. ¿Por qué? "Las distorsiones de la economía en términos de
precios relativos, inflación y atraso cambiario, sofocan al sector",
responde Juan Linari, asesor en temas lecheros de Carbap. Si eso no cambia,
opina, no habrá un horizonte de crecimiento a largo plazo, con inversiones en
infraestructura.
Hay
cifras que hablan por sí solas: en 2000 el país produjo 10.100 millones de
litros de leche, mientras que en 2011 llegó a los 11.200. Es decir que en 10
años solo creció 11%, mientras que en igual período Brasil aumentó su
producción 62,2%; Uruguay, 60; Chile, 30, y Nueva Zelanda, 42. Pero hay algo
más. Hoy quedan 11.000 tambos de los 16.000 que había en 2002, ubicados en la
cuenca central de Santa Fe-Córdoba y las zonas productivas de Buenos Aires (60%
de ellos en el Oeste). Para peor, mientras que otros países lecheros promocionan
sus exportaciones y negocian acuerdos comerciales con sus compradores, la
Argentina entorpece las ventas con los permisos de exportación (ROE).
La
producción de peras y manzanas del Alto Valle de Río Negro es otra muestra de
cómo se va camino a hipotecar el futuro de muchas economías regionales: allí se
ve una menor inversión en nuevas plantaciones, algo clave para obtener
eficiencia productiva y estar a la altura de las exigencias de la demanda
mundial. Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara Argentina de
Fruticultores (CAFI), dice que el deterioro gradual de la competitividad
desaceleró ese proceso. El resultado es elocuente: mientras que en 2003 había 2
millones de plantas de pera y manzana, en 2011 sólo hubo 600.000, según la
CAFI. En tanto, según la Copal, la exportación de manzanas cayó en 2012 un
35,3% y la de peras, 11,2%, respecto de 2011.
Entre
otras de las causas que golpean a estas economías, Daniel Funes de Rioja,
presidente de la Copal, menciona a la gran presión fiscal. Un informe de
Economía y Regiones sobre la recaudación impositiva de 17 provincias destaca
que ésta creció 46% en el primer semestre del año. "Eso se debe en gran
parte a que las modificaciones aplicadas sobre los sistemas tributarios dieron
lugar a una nueva suba de la presión impositiva subnacional", explica el
documento.
Sosa,
de Economía y Regiones, acota que el costo del transporte también incide. Según
precisa, en enero y febrero de este año tuvo una suba de 35%, respecto de igual
bimestre de 2012. "Influye mucho a la hora de sacar el producto hasta los
puertos", señala la economista.
Hace
varios años que el vino dejó de vivir su boom en el país, para pasar a sufrir
una ecuación que vuelve a la actividad cada vez menos rentable. Según la
consultora especializada Caucasia Wine Thinking, las exportaciones
vitivinícolas cayeron 13% entre enero y junio de 2013, respecto de igual
período de 2012 (se pasó de 37,4 millones de litros a 32,5 millones).
Además,
mientras que la inflación es de 25% anual, según consultoras privadas, el
precio por litro sólo subió 9% en promedio. Pero hay que diferenciar entre
categorías, porque mientras las de alta gama aún pueden subsistir, los de baja
y media están en extinción. El tetrabrick cayó 30% en volumen, 3% en precio
y 27% en facturación. "Hay negocios en los que se perdió mucho terreno,
como en el de la caja de US$ 24 y en el del vino a granel", dice Rafael
Squassini, director comercial de la bodega Dante Robino.
Esta
situación conduce a una concentración, donde los pequeños y medianos,
asfixiados por altos costos y baja rentabilidad, venden sus bodegas a grandes
grupos, que cuentan con mayor espalda para aguantar hasta que las actuales
condiciones cedan paso a otras mejores.
Los
productores de uva, de cuya cosecha se destina un 97% para la industria
vitivinícola, también son afectados, porque se les recorta el precio. El
Observatorio Vitivinícola Argentino estima que el precio pagado al productor de
uva malbec este año sufrió una baja de 12% sólo en valor nominal: el quintal de
malbec este año se pagó $ 373,4, mientras que en 2012 se pagó $ 423,87 y en
2011, 422 pesos.
Los
productores de ajo del Valle de Uco también ponen el grito en el cielo. Mario
Leiva es uno de ellos, aunque dice que ya pronto dejará de serlo, porque le
resulta antieconómico. Habrá que sumar entonces sus cinco hectáreas a los miles
que se dejan de cultivar cada año: el promedio histórico de área sembrada con
ajo en Mendoza es de 11.000 hectáreas, pero en 2012 se redujo a 9000 y, según
Leiva, este año serán 7000.
Leiva
pone un ejemplo para ilustrar cuál es el mal de su actividad: lograr una
hectárea de 100.000 kilos de ajo morado en diciembre de 2012 costaba $ 52.000;
mientras que un mes más tarde se necesitaban $ 72.000 para tener el mismo
resultado (70% de esa suma va a salarios, un dato no menor si se toma en cuenta
que se trata de una actividad de mano de obra intensiva, como la mayoría de las
economías regionales).
La
producción mendocina de ajos, que se vende casi en su totalidad (98%) a Brasil,
fue en 2012 de 14 millones de kilos, pero este año serán un 20% menos. Ocurre
que ante un aumento de insumos de 45% y un precio del kilo estancado en $ 1,80,
por debajo del precio histórico de US$ 0,30 ($ 2,55, a la cotización paralela),
la rentabilidad se esfuma. "Nos fundimos todos. El negocio se viene a
pique", se lamenta Leiva.
CRISIS GENERAL
Jorge
Day, economista del Ieral, filial Mendoza, comenta que también se encuentra en
crisis la olivicultura en el país, puesto que luego de un período de buenos
precios para el aceite de oliva, que alentó a muchos a emprender esta
actividad, su cotización se desplomó. "También el sector de hortalizas
está muy comprometido", agrega el especialista.
Centrada
en Chaco, con algunas zonas de Santa Fe y Santiago del Estero, la campaña
algodonera terminó con altibajos debido a condiciones climáticas adversas, suba
de costos y valores magros, que no conformaron a los productores. Esto pone en
duda la superficie de la próxima campaña, ya que se trata de un cultivo caro de
implantar. En la última campaña se sembraron 440.000 hectáreas, pero por las
pérdidas quedaron sólo 323.000. Ambas cifras están lejos de los 1.100.000
hectáreas que se cultivaron en el récord de 1972/73.
Desde
Corrientes, Martín Rapetti canta su pena. Este productor arrocero, que trabaja
350 hectáreas en Curuzú Cuatiá, cuenta que hace diez años había 300 productores
en su provincia, la mayor productora de arroz del país, mientras que hoy quedan
menos de 90. "Muchos abandonaron el arroz y se dedicaron a la soja y el
maíz, donde tienen menor inversión y mayor retorno", explica.
La
caída de competitividad por suba de costos internos y tipo de cambio atrasado
atraviesa el país de punta a punta (ver infografía), como una plaga. Desde los
tabacaleros del Noroeste hasta los fruticultores del Alto Valle de Río Negro,
pasando por los azucareros tucumanos y los citricultores del Nordeste, llega el
mismo lamento.
Informes de: José Derewicki, Darío
Palavecino, Carlos Pastrana y Ana Tronfi.
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