El
kirchnerismo le alegraba la vida a Ernesto Laclau. Ahora, la astucia de la razón populista deberá
ayudarnos a entender a Martín Insaurralde.
El
intendente de Lomas de Zamora da la impresión de ser bueno,
voluntarioso y trabajador. Estas cualidades son un capital considerable cuando
otras formas del capital político cotizan en baja.Primero: la intendencia ha
pasado a primer plano no simplemente por un acercamiento del
gobierno a los ciudadanos, sino también por la tachadura que el kirchnerismo
ejerce sobre las provincias de esta nación que fue federal y por la capacidad que tienen los intendentes para movilizar
votantes.Segundo: tener más de cuarenta y cinco años o ser diputado
no son las mejores credenciales. Más bien es sospechoso: habla pero no hace; es
un político profesional. El nuevo político, en cambio, se presenta como un
gerenciador de la sociedad que, según esta teoría, tiene deseos casi unánimes y
las mismas soluciones tanto en Ingeniero Budge como en La Salada. Quien quiera
tener una idea de estas regiones cercanas podrá leer La violencia en
los márgenes , de Javier Auyero y María Fernanda Berti, donde se muestra el contenido
específico de la palabra "seguridad" en los barrios donde viven hoy
los pobres, que seguramente también han votado a Insaurralde.
Un intendente transpira la camiseta. Y la juventud
está en mejores condiciones para seguir yugando: correr de un barrio a otro
para la foto de campaña; de un hospital a una escuela para la cadena nacional
con la Jefa; de un parque industrial a un jardín de infantes para abrazarse con
Scioli; del estudio donde se graba un corto publicitario a Río de Janeiro para
sacarse una foto con su hada madrina y el Papa. De paso, no deja al hijo menor
en casa: lo lleva a Río porque el chico fue quien más rezó por su padre en
circunstancias difíciles.
El mismo Insaurralde nos abre su corazón: "Más
allá de que en la política dicen que los afectos hay que dejarlos de lado, yo
no puedo, sin amor, sin cariño... Y Daniel [Scioli] es muy afectivo, me ayudó
desde el primer día...". No vale la pena analizar estas intervenciones
para televisión. Sería gastar pólvora en chimangos. Insaurralde es plano,
reiterativo, no tiene facilidad de palabra, los puntos suspensivos son su mayor
recurso oratorio; cultiva el lugar común con sincera naturalidad ("los
docentes son héroes anónimos"). La Presidenta parece su mamá o su maestra
de séptimo. Imposible sacar de esta esfera enjabonada algo que evoque la épica
kirchnerista. Aunque de esa épica Insaurralde, como político del conurbano,
debe llevar a la práctica una versión no ideologizada. Mejor cuidarse de los mansos
cuando obedecen a una Jefa dura.
Insaurralde parece de madera, pero, como fue
elegido por la Jefa, va a aprender rápido. Hace muchos años, Scioli memorizó un
libreto impertérrito del que no lo mueve ni una división de tanques (Mariotto
debió aprender esa lección). No hay razón para pensar que Insaurralde es
incapaz de ese ejercicio. Este verano le preguntaron sobre las legislativas y
reflexionó que "está bueno" que se vote cada dos años, aunque lo
importante es seguir con la gestión; que está "bien que se hable de
política, pero la política debe dedicarse a resolver sólo problemas que tiene
la gente... Y en la provincia de Buenos Aires los dirigentes tenemos que decir
cosas que no le hagan mal a la gente". Entonces le preguntaron por Scioli,
del que "se dicen muchas cosas". Insaurralde esquivó sin elegancia:
"Mi agenda es resolver los problemas de Lomas de Zamora". "El
gobernador expresa lo que él tiene ganas; no soy quién para decirle, cada
dirigente tiene que pensar libremente, y tanto el gobernador como la Presidenta
tienen derecho". En este páramo conceptual, la "gente" se
convierte en escudo protector.
Al elegirlo, Cristina Kirchner nos ha comunicado
dos cosas. La primera es que ella repite con Insaurralde lo que hizo con Boudou
en las internas cerradas y unipersonales donde ella sola decide: ha elegido un
candidato que le deberá todo. La segunda es de mayor trascendencia: si la
Presidenta no se equivocó, si pensó con acierto que Insaurralde puede repetir
un Scioli con aspiraciones menores porque todavía no le llegó su turno, es
porque el voto peronista, por debajo, se afianza con estas figuras que parecen
versiones de la buena onda inventadas para participar en un episodio satírico
de Los Simpson .
Insaurralde responde, como Scioli, al mito del
hombre que supo vencer la adversidad sin perder el optimismo. Nada indica que
de esta fibra nazca un buen legislador. Pero el Gobierno no los necesita, ya
que la Presidenta legisla a través de órdenes impartidas a sus diputados y
senadores, conglomerado del que Insaurralde formará parte sin experiencia
previa. Pero así como no es justo pedir experiencia previa en el Ejecutivo, no
lo sería pedirla en el Legislativo. La franquicia del cero kilómetro vale para
todos.
Insaurralde prueba las transformaciones que introdujeron
los últimos diez años. Según el diario Tiempo Argentino de la semana pasada, lo
apoyan 78 intendentes bonaerenses con quienes se sacó la foto. Allí está la
verdad de la cuestión. El candidato de esa foto parece el dueño de una
inmobiliaria de Banfield o de una concesionaria de autos en Lomas. Un
"hombre del común", sin soberbia intelectual ni malos modales,
alguien como todos. Dice, en referencia a la inseguridad, "todos somos
padres". Él debería saber en detalle que es distinto ser padre en Budge que
en el centro de Lomas de Zamora.
Lo tocó con su bastón de mando la Jefa que, hasta
hoy, se enorgullecía de que, bajo su signo, había regresado la lucha de ideas a
la política. Hay que desconfiar del "hombre común", porque si de
verdad lo fuera no habría llegado a intendente del conurbano. El "hombre
común" es una fachada.
© LA NACION.
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