Majestuoso testimonio de un poder agostado

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martes, 6 de agosto de 2013

Un hombre común


Por Beatriz Sarlo |  Para LA NACION

El kirchnerismo le alegraba la vida a Ernesto Laclau. Ahora, la astucia de la razón populista deberá ayudarnos a entender a Martín Insaurralde.

El intendente de Lomas de Zamora da la impresión de ser bueno, voluntarioso y trabajador. Estas cualidades son un capital considerable cuando otras formas del capital político cotizan en baja.Primero: la intendencia ha pasado a primer plano no simplemente por un acercamiento del gobierno a los ciudadanos, sino también por la tachadura que el kirchnerismo ejerce sobre las provincias de esta nación que fue federal y por la capacidad que tienen los intendentes para movilizar votantes.Segundo: tener más de cuarenta y cinco años o ser diputado no son las mejores credenciales. Más bien es sospechoso: habla pero no hace; es un político profesional. El nuevo político, en cambio, se presenta como un gerenciador de la sociedad que, según esta teoría, tiene deseos casi unánimes y las mismas soluciones tanto en Ingeniero Budge como en La Salada. Quien quiera tener una idea de estas regiones cercanas podrá leer La violencia en los márgenes , de Javier Auyero y María Fernanda Berti, donde se muestra el contenido específico de la palabra "seguridad" en los barrios donde viven hoy los pobres, que seguramente también han votado a Insaurralde.

Un intendente transpira la camiseta. Y la juventud está en mejores condiciones para seguir yugando: correr de un barrio a otro para la foto de campaña; de un hospital a una escuela para la cadena nacional con la Jefa; de un parque industrial a un jardín de infantes para abrazarse con Scioli; del estudio donde se graba un corto publicitario a Río de Janeiro para sacarse una foto con su hada madrina y el Papa. De paso, no deja al hijo menor en casa: lo lleva a Río porque el chico fue quien más rezó por su padre en circunstancias difíciles.
El mismo Insaurralde nos abre su corazón: "Más allá de que en la política dicen que los afectos hay que dejarlos de lado, yo no puedo, sin amor, sin cariño... Y Daniel [Scioli] es muy afectivo, me ayudó desde el primer día...". No vale la pena analizar estas intervenciones para televisión. Sería gastar pólvora en chimangos. Insaurralde es plano, reiterativo, no tiene facilidad de palabra, los puntos suspensivos son su mayor recurso oratorio; cultiva el lugar común con sincera naturalidad ("los docentes son héroes anónimos"). La Presidenta parece su mamá o su maestra de séptimo. Imposible sacar de esta esfera enjabonada algo que evoque la épica kirchnerista. Aunque de esa épica Insaurralde, como político del conurbano, debe llevar a la práctica una versión no ideologizada. Mejor cuidarse de los mansos cuando obedecen a una Jefa dura.
Insaurralde parece de madera, pero, como fue elegido por la Jefa, va a aprender rápido. Hace muchos años, Scioli memorizó un libreto impertérrito del que no lo mueve ni una división de tanques (Mariotto debió aprender esa lección). No hay razón para pensar que Insaurralde es incapaz de ese ejercicio. Este verano le preguntaron sobre las legislativas y reflexionó que "está bueno" que se vote cada dos años, aunque lo importante es seguir con la gestión; que está "bien que se hable de política, pero la política debe dedicarse a resolver sólo problemas que tiene la gente... Y en la provincia de Buenos Aires los dirigentes tenemos que decir cosas que no le hagan mal a la gente". Entonces le preguntaron por Scioli, del que "se dicen muchas cosas". Insaurralde esquivó sin elegancia: "Mi agenda es resolver los problemas de Lomas de Zamora". "El gobernador expresa lo que él tiene ganas; no soy quién para decirle, cada dirigente tiene que pensar libremente, y tanto el gobernador como la Presidenta tienen derecho". En este páramo conceptual, la "gente" se convierte en escudo protector.
Al elegirlo, Cristina Kirchner nos ha comunicado dos cosas. La primera es que ella repite con Insaurralde lo que hizo con Boudou en las internas cerradas y unipersonales donde ella sola decide: ha elegido un candidato que le deberá todo. La segunda es de mayor trascendencia: si la Presidenta no se equivocó, si pensó con acierto que Insaurralde puede repetir un Scioli con aspiraciones menores porque todavía no le llegó su turno, es porque el voto peronista, por debajo, se afianza con estas figuras que parecen versiones de la buena onda inventadas para participar en un episodio satírico de Los Simpson .
Insaurralde responde, como Scioli, al mito del hombre que supo vencer la adversidad sin perder el optimismo. Nada indica que de esta fibra nazca un buen legislador. Pero el Gobierno no los necesita, ya que la Presidenta legisla a través de órdenes impartidas a sus diputados y senadores, conglomerado del que Insaurralde formará parte sin experiencia previa. Pero así como no es justo pedir experiencia previa en el Ejecutivo, no lo sería pedirla en el Legislativo. La franquicia del cero kilómetro vale para todos.
Insaurralde prueba las transformaciones que introdujeron los últimos diez años. Según el diario Tiempo Argentino de la semana pasada, lo apoyan 78 intendentes bonaerenses con quienes se sacó la foto. Allí está la verdad de la cuestión. El candidato de esa foto parece el dueño de una inmobiliaria de Banfield o de una concesionaria de autos en Lomas. Un "hombre del común", sin soberbia intelectual ni malos modales, alguien como todos. Dice, en referencia a la inseguridad, "todos somos padres". Él debería saber en detalle que es distinto ser padre en Budge que en el centro de Lomas de Zamora.
Lo tocó con su bastón de mando la Jefa que, hasta hoy, se enorgullecía de que, bajo su signo, había regresado la lucha de ideas a la política. Hay que desconfiar del "hombre común", porque si de verdad lo fuera no habría llegado a intendente del conurbano. El "hombre común" es una fachada.
© LA NACION.


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