El presidente de EE
UU se ha reunido este sábado para sopesar la actuación en Siria tras pedir al
Pentágono que le presente alternativas militares.
ANTONIO
CAÑO / EL PAÍS Washington
Después de admitir que el reciente ataque contra los
rebeldes sirios, en el que estos denuncian el uso de armas químicas,
“requiere la atención de Estados Unidos”, Barack Obama sopesa distintas
opciones militares para encabezar la respuesta de una comunidad internacional
cada día más inclinada a intervenir decisivamente en ese país. Se mantienen, no
obstante, las dudas sobre el alcance y la eficacia de esa actuación en un
conflicto que se escapa al control de Washington.
Obama aceptó el viernes en una entrevista a la CNN que
la presión para que EE UU actúe ha crecido considerablemente tras el último
ataque y que se aproxima el momento en que será necesario tomar decisiones
importantes. Pero, al mismo tiempo, el presidente no avanza en aclarar cuáles podrían
ser esas decisiones ni si está finalmente convencido de la necesidad de hacer
algo más que el entrenamiento de los rebeldes y la modesta
entrega de armas ligeras que permite actualmente. “Lo que hemos visto es
claramente un gran suceso que produce gran preocupación. Es algo que va a
requerir la atención de EE UU”, declaró el presidente, quien esta semana
discutió con sus principales asesores en materia de seguridad una posible
represalia contra Siria en una reunión en la que, según el diario The New York Times, no se llegó a ninguna decisión.
Obama ha aceptado que, tras el último ataque, se
aproxima el momento en que será necesario tomar decisiones importantes
Este sábado, Obama ha vuelto a reunirse en la Casa Blanca con sus
asesores de Seguridad Nacional en la Casa Blanca para continuar analizando las
denuncias del ataque con armas químicas en Damasco por parte del régimen sirio.
En la misma línea de prudencia que ha mantenido a lo largo de todo el
conflicto, Obama ha pedido a todas las agencias de inteligencia que analicen
las circunstancias que rodean la agresión para “determinar lo que
verdaderamente ocurrió en Siria”, de acuerdo con un miembro de la
Administración. El mandatario quiere tener todos los datos y las pruebas para
decidir el alcance de su respuesta.
La reunión se produce un día después de que el secretario de Defensa,
Chuck Hagel, reconociera que el presidente había pedido al Pentágono que le
presentara todas las opciones militares que se podrían adoptar en Siria.
Mientras la Casa Blanca delibera su futura actuación en el conflicto, la Marina
estadounidense reposicionó este viernes varios de los buques que tiene en el
Mediterráneo. Hagel aseguró que se trata de una maniobra para ofrecer al
presidente el mayor número de alternativas militares posibles que se enmarca
dentro de la citada solicitud al Departamento de Defensa.
Oficialmente, la Administración norteamericana está esperando a que
Naciones Unidas, que tiene un equipo de inspectores sobre el terreno en Siria,
sea capaz de determinar si, efectivamente, se usaron armas químicas en el
ataque en las afueras de Damasco. Pero, ante las dificultades para que ese
equipo pueda trabajar y la creciente evidencia de que el régimen de Bachar al
Asad está dispuesto al exterminio de los rebeldes, Washington está
desarrollando una diplomacia paralela para comprobar el respaldo internacional
a una eventual intervención militar.
Oficialmente, la Administración norteamericana está
esperando a que Naciones Unidas determine si se usaron armas químicas en el
ataque en las afueras de Damasco
El secretario de Estado, John Kerry, ha estado en contacto con distintos
colegas, entre ellos los ministros de Francia y Turquía, los países que parecen
más partidarios de una respuesta contundente contra Asad, con vista a explorar
las posibilidades de una coalición lo suficientemente amplia como para actuar
sin la aprobación de Naciones Unidas.
Cuando la situación de Siria fue abordada
esta misma semana por el Consejo de Seguridad de la ONU, volvió a
comprobarse que Rusia, el mayor aliado internacional de Asad, no está dispuesto
a permitir que ese organismo autorice ningún tipo de actuación militar en Siria
similar a lo que ocurrió en Libia.
Eso deja a Obama ante la alternativa de encabezar un ataque sin permiso
de la ONU o aceptar el coste de quedarse de brazos cruzados, que ya empieza a
resultar muy alto. El senador John McCain ha declarado que,
cuando Obama habla de una línea roja –en alusión a la advertencia hecha por el
presidente en el caso de que el régimen sirio usase armas químicas- “en
realidad quiere decir luz verde”. La oposición acusa al presidente de poner en
juego el prestigio y la autoridad de EE UU con su indecisión en Siria.
Las dudas de Obama se corresponden, en todo caso, con una situación en
la que ninguna opción militar parece sencilla o suficiente. Un bombardeo con
misiles desde los barcos norteamericanos que navegan en el Mediterráneo, la
alternativa menos arriesgada, serviría para que Asad pudiera presentarse como
víctima de una agresión extranjera, pero difícilmente cambiaría el estado
actual del conflicto.
Obama está ante la alternativa de encabezar un
ataque sin permiso de la ONU o aceptar el coste de quedarse de brazos cruzados
La utilización de aviones de combate tendría quizá un efecto más
apreciable, pero para ello sería necesaria una campaña sostenida de bombardeos
en la que se podrían causar daños a la población civil y en la que podrían
ocurrir bajas causadas por la artillería antiaérea siria, que los expertos
consideran que no es despreciable.
Dada que la opción de una invasión terrestre ha sido expresamente
descartada por el Gobierno norteamericano, la última alternativa sería la de
suministrar a los rebeldes armas lo suficientemente poderosas como para
permitirles retomar la iniciativa y ganar la guerra. Pero eso choca con las
dudas sobre la verdadera naturaleza de los grupos que luchan contra Asad y el
pavor de Obama a poner armamento en manos de extremistas que un día puedan
utilizarlas para matar norteamericanos.
Obama, que hizo campaña contra la guerra de Irak y que se ha manifestado
en contra de la permanente implicación militar de su país en Oriente Próximo,
no quiere acabar su presidencia dejando a su sucesor otro conflicto abierto en
esa región. Pero ese propósito –unido a una reacción similar en el caso de
la crisis de Egipto- le está produciendo el perjuicio, quizá mayor,
de hacerle parecer débil e indeciso.
El rumbo de los acontecimientos en Siria parece inclinar, sin embargo, a
la Casa Blanca a reconocer la evidencia de que es necesario hacer algo. Tantos
meses de cálculo sobre cuál es la mejor reacción no pueden concluir en la
decisión de que lo mejor es no hacer nada. Los próximos días y la acumulación
de pruebas sobre lo ocurrido en las afueras de Damasco pueden ser decisivos.
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