POR GISELE SOUSA DIAS
Cada vez más personas viralizan sus reclamos on line y luego
salen a la calle por afuera del partidismo tradicional. Así, logran hasta que
se impulsen leyes y ordenanzas.
Lo
vimos durante la “Primavera árabe” y lo vimos durante el movimiento de
“Indignados” en España, en 2011: vimos cómo las redes sociales iban cambiando
las reglas de juego político. Hoy los movimientos de acción ciudadana ya no
pueden pensarse por separado de las herramientas que las tecnologías ponen a su
disposición: poder participar en política de forma activa y en tiempo real
valiéndose de la velocidad, la viralidad y la horizontalidad de la Web 2.0. El
ciberactivismo ya es una tendencia global y en Argentina encontró su espacio:
son cada vez más los movimientos que usan las redes sociales para despertar a
los ciudadanos comunes y corrientes y mostrarles que pueden participar en
política un poco cada día y no sólo cuando ponen, mecánicamente, una boleta en
una urna.
El Partido
de la Red es uno de ellos. Se
trata de un grupo de jóvenes (sociólogos, politólogos, programadores) que se
juntaron hace un año e hicieron un diagnóstico: “Veíamos una democracia
estancada, que no atendía las nuevas demandas. Un sistema que nos consulta una
vez cada dos años y nos encasilla el resto del tiempo”, cuenta Agustín
Frizzera, sociólogo y uno de sus fundadores. Se refiere a un sistema que
permite votar a X pero exige esperar a la siguiente elección para volver a
votarlo o no. Lo que no permite es participar activamente del “mientras tanto”.
Así,
formaron un partido político con la idea de mejorar la democracia aprovechando
las virtudes de Internet: “Si nos votan y logramos tener un representante en la
Legislatura porteña, cada jueves –cuando se sesiona– vamos a poner en nuestra
web todas las leyes que se están discutiendo. Los usuarios registrados van a
poder votar allí por “sí” o por “no”, como si estuvieran en la Legislatura.
Nuestro compromiso es que a la hora de levantar la mano en el recinto vamos a
votar de acuerdo a lo que decidamos en la Web entre todos”, explica.
Martes Rojos, en
cambio , es un movimiento independiente que
desde hace 7 meses organiza “despegatinas”: salen por la Ciudad con bolsas
rojas –las que se usan para tirar residuos patológicos– a despegar los volantes
de oferta sexual. Lo hacen para combatir la trata, sabiendo “que detrás de cada
papelito puede haber una mujer que está siendo sometida, amenazada o explotada
sexualmente”, explica Carolina Barone, politóloga y parte del movimiento. “Lo
que veíamos –sigue Guadalupe Urriticoechea, otra de ellas– es que en Argentina
somos todos opinólogos pero la queja sin acción queda ahí, en el bar o en el
ascensor. Nos parecía muy terrible que sólo participáramos como ciudadanos al
momento de votar, y ahora vemos que todos podemos hacer algo cotidiano y
concreto frente a un problema tan complejo como es la trata”. La clave fue
difundir sus convocatorias por las redes sociales y luego motivar a cada nuevo
participante para que sea, a través de sus contactos, un nuevo multiplicador de
la red.
“Nuestra
política es de abajo hacia arriba. Y no desde la crítica tirada al aire sino
desde la acción. Creo –dice Barone–que la política también tiene que celebrar
este despertar de los ciudadanos”. Es que Martes Rojos no pretende ir en contra
de la política formal sino generar una articulación entre políticos y
ciudadanos: por un lado, nacieron para darle apoyo a un proyecto de ley de una
diputada contra la publicidad sexual; por otro, a través de su web van a permitir
que cualquiera que arranque un volante pueda denunciarlo. Las denuncias se
articularán con la base de datos de la fiscalía que se ocupa de la Trata de
Personas.
Change.org es otro
ejemplo de activismo online con resultados concretos. Cualquiera puede subir a
la plataforma una petición sobre un tema que le preocupa y aportar el mail de
quien debería resolverlo. Cada vez que alguien adhiere a la petición, la
persona responsable recibe una carta pidiendo una solución. Una mujer de Mar
del Plata, por ejemplo, inició una petición para que los baños de los Burger
King de la Ciudad fueran accesibles. “La empezó a viralizar entre sus contactos
y adhirieron 4.500 personas en nuestra web. A las autoridades, entonces, les
llegaron 4.500 cartas pidiendo que solucionaran el tema. La empresa contestó y
ya empezó las obras”, cuenta Gastón Wright, su director. “Es un nuevo paradigma
de relacionamiento con el poder.
Los usuarios son ciudadanos comunes, como
nosotros, que tienen una relación distante con el poder político y empresarial.
Esto les permite evitar los canales burocráticos y ayudarse entre sí: ya no es
uno solo frente al poder tratando de lograr algo. Es uno más todos los que
moviliza. Ahora David tiene una herramienta para exigirle un cambio a Goliat”.
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