El Papa inicia su
agenda oficial en Brasil con una misa en el santuario de Aparecida
PABLO
ORDAZ Aparecida
El papa Francisco besa una imagen de la virgen de Aparecida, en el santuario del mismo nombre. / A. LIMA (AFP)
En un hospital de Río de Janeiro (Brasil) dedicado
al tratamiento de las drogodependencias, “un santuario particular del
sufrimiento humano”, el papa Francisco reclamó
un “acto de valor de la sociedad” contra “la plaga del narcotráfico, que
favorece la violencia y siembra dolor y muerte”. Jorge Mario Bergoglio se
mostró contrario a la legalización: “No es la liberalización del consumo de
drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que
podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es
preciso afrontar los problemas que están en la base de su uso, promoviendo una
mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida
común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro”.
Por la mañana, rezó a María. Por la tarde, se metió en los charcos. La
personalidad de Jorge Mario Bergoglio salió a relucir al afrontar un tema
especialmente controvertido, un debate encendido entre quienes —como el
presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, o algunos ex mandatarios
latinoamericanos— defienden que la legalización sería un medio eficaz para
debilitar las mafias y quienes, por el contrario, se oponen de forma frontal.
El Papa dijo: “Hay muchas situaciones en Brasil, en el mundo, que necesitan
atención, cuidado, amor, como la lucha contra la dependencia química. Sin
embargo, lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo.
¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda
costa!”.
Delante de algunos muchachos afectados por la adicción a las drogas,
Francisco dijo que quería abrazarlos a todos, pero que “abrazar no es
suficiente”. Según el papa argentino, hay que tender la mano a quien ha caído
en “el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: puedes
levantarte, puedes remontar, te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad
lo quieres”.
Una vez más, el papa Francisco no da puntada sin hilo. Su primera
jornada oficial —el martes lo dedicó a reuniones de trabajo con los obispos a
los que ha encargado la reforma del Vaticano— estuvo cargada de simbolismo.
Antes de visitar el hospital San Francisco de Asís de Río de Janeiro, presidió
la misa en el santuario de Aparecida, patrona de Brasil. Una jornada, por
tanto, dividida entre la oración y el trabajo a favor de los desfavorecidos.
Desde el centro de la devoción mariana —donde se venera una pequeña virgen
negra que según la leyenda fue encontrada en el siglo XVIII por unos
pescadores— a las periferias del mundo, llenas de sufrimiento.
Hace seis años, un cardenal argentino lideró en el santuario de la
virgen de Aparecida la redacción de un documento que pretendía devolver la
Iglesia a la senda de Cristo, despojándola de los oropeles del poder y
acercándola a la gente. El llamado documento de Aparecida dice,
entre otras cosas, que “la Iglesia debe liberarse de todas las estructuras
caducas que no favorecen la transmisión de la fe” y anima a los obispos a ser
servidores del pueblo y no al contrario. A través de aquellas ideas
reformistas, aquel obispo argentino se convirtió, tras la renuncia de Benedicto
XVI, en el papa Francisco y ahora ha querido que su primer acto religioso
dentro de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) sea precisamente aquí. “El
cristiano no puede ser pesimista”, advirtió Jorge Mario Bergoglio durante la
homilía, “no puede tener aspecto de quien está de luto perpetuo”.
Durante la homilía, Jorge Mario Bergoglio desarrolló una de las bases
del documento de Aparecida: la Iglesia debe afrontar los retos del mundo
moderno de forma positiva, sin miedo, dejando atrás la amenaza constante del
infierno y el fuego eterno. “Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en
nuestro corazón. El dragón, el mal, existe en nuestra historia, pero no es el
más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que
hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de
tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el
éxito, el dinero, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el
corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de
compensaciones, de estos ídolos pasajeros. Seamos luces de esperanza. Tengamos
una visión positiva de la realidad”.
Al principio de la homilía, que leyó en portugués, Francisco confió a
los fieles una anécdota muy querida. En 2007, durante la redacción del
documento de Aparecida, los obispos que participaban en la V Conferencia
General del Episcopado de América Latina y el Caribe trabajaron en una sala
situada bajo el santuario, oyendo los pasos y los rezos de los peregrinos. “Los
obispos”, explicó, “se sintieron alentados, acompañados y en cierto sentido
inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a
la Virgen; aquella Conferencia fue un gran momento de la Iglesia”.
Se podría decir que aquel fue el momento en que Jorge Mario Bergoglio
empezó a caminar hacia la silla de Pedro. Los obispos llegados de toda América
vieron la forma de trabajar del entonces cardenal de Buenos Aires. El documento
no se construía a partir de un texto base —confeccionado desde las alturas—
sino de las propuestas de cada uno. La obsesión de Bergoglio era sacar a la
Iglesia del ambiente viciado de las sacristías, de los lujos del Vaticano a las
necesidades de la gente corriente. Aquel documento contiene frases que poseen
una música y una letra muy parecida, por no decir idéntica, a los mensajes que
Bergoglio lanza un día y otro también desde que fue elegido Papa y que se
resumen en un par de frases pronunciadas en la homilía: “Los jóvenes no solo
necesitan cosas. Necesitan sobre todo que les propongamos los valores
inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo: espiritualidad,
generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría; son valores que
encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana”.
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