MIAMI.-La otra semana vi por primera vez una
impresora 3D de uso casero, la máquina de la que el presidente Obama dijo
recientemente que "revolucionará la manera en que hacemos todo" y
que, según los expertos, podría cambiar el mundo tanto como lo hizo la máquina
de vapor en el siglo XIX o Internet a fines del siglo XX.
Un distribuidor de Miami me enseñó la nueva
tecnología -en realidad, fue inventada hace casi tres décadas, pero recién se
ha popularizado ahora- y me explicó cómo funciona.
Su máquina no era más grande que una computadora de
escritorio y parecía una cruza entre una máquina de coser hogareña y el torno
de un dentista. No puedo decir que me dejó boquiabierto, pero sentí que estaba
viendo una versión rudimentaria y en cámara lenta de una máquina que pronto
será tan esencial como las computadoras o los teléfonos inteligentes.
Muchos economistas coinciden en que las impresoras
3D producirán una nueva revolución industrial y cambiarán la economía del
mundo. La nueva máquina puede producir casi cualquier objeto, de manera
semejante a la que las actuales impresoras 2D imprimen un texto en papel.
Uno pone el diseño de un producto en la pantalla de
su computadora, tipea las medidas y los colores que desea, oprime enter en
el teclado de la computadora y ¡listo!, la impresora empieza a fabricar ese
producto. La aguja móvil de la máquina empieza a inyectar plástico, o cualquier
otro material, en una pequeña superficie, e inicia la construcción del producto
por capas.
Abraham Reichental, el presidente de 3D Systems,
una de las empresas más grandes del mundo de impresoras 3D, me dijo en una
entrevista que esas máquinas ya se usan extensivamente en la industria
aeroespacial para hacer partes de aviones, y también las usan los médicos para
hacer implantes de rodilla o de cadera personalizados, o dispositivos auditivos
a medida para sus pacientes.
Además, las impresoras 3D ya hacen zapatos,
accesorios de moda, juguetes y otros artículos de consumo. "Esto es sólo
el principio", me dijo Reichental. Durante los próximos doce meses,
veremos las impresoras 3D produciendo chocolates y toda clase de alimentos con
valores nutritivos a medida. La NASA ya ha encargado una impresora 3D capaz de
hacer pizzas en el espacio.
A medida que las impresoras 3D se abaraten, y a
medida que se haga más fácil bajar diseños complejos a la pantalla de la
computadora, veremos máquinas y componentes más sofisticados impresos en 3D,
señaló.
"La misma tecnología que hoy es solamente
accesible para las corporaciones más acaudaladas será accesible para todo el
mundo a través de la nube -dijo Reichental-. Eso democratizará la producción y
permitirá la relocalización de las manufacturas, que es lo contrario de
fabricar las cosas en países remotos."
En otras palabras, consumidores de todo el mundo
podrán usar las impresoras 3D para producir artículos en su casa o en una
tienda de impresión próxima a su hogar, y habrá menos necesidad de importar
productos de China o de México.
Según Reichental, ni la economía de China ni la de
México sufrirán un golpe devastador, porque los cambios en la manufacturación
industrial no serán súbitos ni absolutos. Pero muchos economistas creen que
habrá países ganadores y países perdedores. Vivek Wadhwa, profesor de
Singularity University y Duke University, y un gurú de la innovación, me dijo
que el cambio global hacia una producción más individualizada y doméstica con
las impresoras 3D perjudicará a China.
En cuanto a América latina, Wadhwa dice que el
pasaje hacia la impresión 3D beneficiará a los países importadores y perjudicará
a los exportadores.
Pero esta revolución tendrá lugar junto con un auge
de la manufacturación con robots, y los países manufactureros como México
podrán aprovechar esto trabajando juntamente con empresas estadounidenses,
gracias a su proximidad con el mercado de Estados Unidos, dijo.
Mi opinión: la mayor parte del mundo todavía ni ha
escuchado hablar de todo esto, pero creo que la impresión 3D producirá una
nueva revolución industrial que tendrá un enorme impacto y determinará qué
países prosperarán y cuáles no.
Cada vez nos internamos más profundamente en la
economía del conocimiento. En un futuro no muy distante, los países no
exportarán productos, sino diseños de productos, que otros países importarán a
través de Internet y producirán localmente con impresoras 3D.
Los países con buenas universidades y con escuelas
que les enseñan a los niños a ser emprendedores podrán exportar sus diseños
innovadores a través de Internet y cobrar sus regalías. Y los países con malos
sistemas educativos tendrán que piratear esos diseños -corriendo el riesgo de
convertirse en Estados parias- o pagar grandes regalías por sus importaciones
de propiedad intelectual. La educación de calidad será, como ya lo es, la
palanca para la prosperidad.
© LA NACION.
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