En caída libre
La escalada de los
costos internos pulveriza la competitividad y amenaza a sectores que generan
miles de puestos de trabajo en el interior del país; medidas alternativas a la
devaluación; los paradójicos efectos de un modelo que pregona la lucha contra
la concentración.
Ilustración: Alejandro Álvarez.
El pedido de auxilio no distingue tonadas: el
S.O.S. de las economías regionales retumba en cada rincón del país. Poco
importa si se habla de aceite de oliva, vino, yerba, frutas, miel o pescado.
Todos esos sectores vivieron en los últimos años una realidad común en la que
el fuerte incremento de costos le ganó por varios cuerpos a los precios
internacionales y se encargó de pulverizar la competitividad.
Lejos de ser novedosa, la situación que comenzó a
insinuarse entre 2008 y 2009 no hizo más que profundizarse con el paso del
tiempo. Si se toma como base 2007 (momento en el que había "un dólar
razonable"), la mayoría de los productos de las economías regionales
sufrieron hasta hoy una caída de entre 20 y 57% del tipo de cambio real
sectorial, según un trabajo de Instituto de Estudios sobre la Realidad
Argentina y Latinoamericana (Ieral).
"La cotización del dólar oficial viene
aumentando a menor ritmo que la inflación, y posiblemente la situación se
mantenga, al menos, hasta las próximas elecciones legislativas como una
estrategia para controlar la inflación", dicen en Ieral y consideran que
eso complicará a los exportadores porque "sus costos seguirán creciendo en
dólares".
Jorge Day, economista de Ieral-Mendoza, explica que
la devaluación de 2002 permitió resurgir a muchas economías regionales "a
las que les fue muy bien hasta 2008/2009", cuando el mundo empezó a crecer
a menor ritmo y el dólar perdió mucho valor en el país. "Si le preguntás a
un empresario cuál es su principal problema, responde: el dólar. Una vez que se
acomoda ese tema aparecen otras cosas importantes como los altos costos del
transporte, la burocracia y demora en la aduana, la demora en la devolución del
IVA. La devaluación trajo un diferencial tan bueno que eso tapó el resto de los
problemas", dice Day.
Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara
Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), apela a un ejemplo sencillo para
graficar el aumento de costos: para pagar un salario promedio del sector en
2005 se debían exportar 48 cajones de fruta; hoy hace falta vender 68. Si se
tiene en cuenta que una característica intrínseca de las economías regionales
es la mano de obra intensiva, las cifras cobran aún mayor relevancia.
El director de la cámara que representa el 65% de
las exportaciones de peras y manzanas del país, añade que entre 2007 y 2012,
los costos medidos en dólares aumentaron 100% mientras que los precios
internacionales de las frutas crecieron entre 35 y 50% según las variedades.
Máximo Daga, licenciado en comercio exterior que,
vive en Villa Regina, explica que la pérdida de rentabilidad tiene un impacto
directo en la productividad. "Hoy se producen entre 30.000 y 40.000 kilos
de fruta por hectárea cuando deberían ser 60.000 kilos, pero muchos productores
no pudieron hacer la reconversión en su momento -reemplazar plantas y
variedades- y hoy están en una encrucijada".
Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI,
aporta un dato curioso si se tiene en cuenta la promocionada cruzada oficial
contra los grandes grupos: "Mientras en 2005 las exportaciones de los 5
sectores más relevantes integrados por multinacionales (granos, oleaginosas,
harinas y aceites y autos) representaban sólo el 38% del total, mientras las de
los demás sectores (donde están las frutas, los vinos, los ajos y cebollas, los
químicos, las hortalizas, las industrias derivadas de la madera como el papel y
el cartón, etc.) representaban el 61%. Hoy, los 5 sectores principales
representan el 54% y los demás el 46%".
Dentro de las "particularidades" que se
observan en los últimos años, figuran cuestiones como que a los exportadores
les resulte más rentable vender yerba mate sin valor agregado
("canchada") o aceite de oliva y vino a granel en lugar de envasado.
Mario Bustos Carra, gerente de la Cámara de
Comercio Exterior de Cuyo y gerente general de la Asociación Olivícola de
Mendoza (Asolven) comenta que el aceite de oliva, que es un producto con
proceso industrial, no tiene reintegros para la exportación; las aceitunas, sí.
¿Qué significado tiene eso? ¿Se debe a errores o
falencias de la política pública para fomentar la exportación con valor
agregado?
Elizondo cree que la primera razón de esa
primarización es la inflación de costos que saca a los productos locales de mercados
externos por el alza de precios: "Inflación más atraso cambiario",
dice. La segunda razón -agrega- es que no se han compensado con procesos de
innovación, agregación de valor, generación de intangibles y características
singulares que permiten mejores precios (como compiten quienes vienen de países
con tipos de cambios más "duros", como los alemanes y los ingleses).
"En esto hay problemas macroeconómicos,
problemas de falta de asistencia técnica por parte de las agencias de gobierno
que deben proveer servicios en la materia (a las empresas) y problemas del
sector privado para generar mejores atributos", destaca Elizondo.
Otro dato: entre agosto de 2010 y agosto 2011, del
total de las exportaciones de vino, 70% era embotellado y 30% a granel. Entre agosto
de 2011 y agosto de 2012, las cifras se invirtieron: 70% de las ventas fueron a
granel y 30%, embotellado.
Un trabajo de Ieral ayuda a comprender un poco más
la cuestión. "La retención no es un impuesto que grava sólo el valor
agregado, sino todo el producto. En el caso del vino fraccionado no sólo se
grava el costo del líquido sino todos los insumos que lo «visten»: botella,
caja, corcho, etiqueta, etc. Para darse una idea de la importancia de esos
costos, una botella de vino malbec exportado vale en promedio cinco veces más
que el mismo vino sin embotellar. O sea, para una botella de vino de $ 50, la
retención no cae sobre los $ 10 que cuesta el líquido sino sobre el precio
total".
Tras recordar que la industria de alimentos y
bebidas representa el 25% del PBI industrial y el 28% de los puestos de trabajo
del sector manufacturero, Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora
de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) observa "con
preocupación" la caída que las exportaciones del sector -en particular un
gran número de productos regionales- tuvieron durante 2012 y los dos primeros
meses de este año (alrededor del 40% del total producido se destina a los
mercados internacionales).
¿Cuáles son los principales factores en la pérdida
de competitividad? Funes de Rioja identifica "denominadores comunes"
que afectan y generan inquietud en toda la industria de alimentos y bebidas: el
incremento del costo de las materias primas, los insumos (algunos estratégicos
como la energía), la presión fiscal, el costo del flete y las discusiones
salariales.
Mario Bustos Carra agrupa esas coincidencias en una
"matriz común", y enumera sus componentes:
·
Dólar atrasado
·
Inflación galopante
· Falta de insumos (complicación surgida a partir de
las trabas oficiales a las importaciones)
·
Demora en el pago de reintegros
El circuito parece repetirse: la devaluación sirvió
para que gran parte de las firmas -de todos los sectores- recompusieran la
complicada situación financiera y económica en la que quedaron luego de la década
del '90. Algunos también lograron modernizar sus máquinas, adquirieron
tecnología o mejoraron las especies, y la gran mayoría salió al mundo gracias
al empujón inicial de un tipo de cambio favorable.
Oscar Fortunato, presidente del Consejo Empresario
Pesquero Argentino (CEPA), aclara que el desarrollo de las economías regionales
no sólo se dio por la devaluación. "Hubo algo que fue muy importante: la
acertada política de mantener hasta 2007 un acompañamiento de la variación de
la paridad cambiaria con los niveles de inflación o aumento de los costos de
producción".
Fortunato señala que a partir de 2009 no sólo
cambió esa política sino que sumó la retracción de la demanda externa por la
irrupción de la crisis internacional. Hoy la industria pesquera -que genera más
de 40.000 empleos- está "en situación de quebranto productivo". Según
el empresario, urge instrumentar cambios.
"Buena parte de las medidas que ayudaban
mucho, como la ventaja Dejuauto que permitía pagar los Derechos de Exportación
una vez cobrada la exportación, o el Sistema de Mis Facilidades para pagar las
cargas sociales en planes de 3 y 6 cuotas fueron eliminadas. Hoy, a pesar de
estar en situación de quebranto productivo, debemos pagar los derechos antes de
exportar y tenemos muchos reintegros sin cobrar desde hace mucho tiempo. Es
decir, siendo acreedores del Estado debemos pagar anticipado los derechos de lo
que todavía no exportamos ni cobramos."
¿Por qué pasó lo que pasó? Desde Mendoza, Bustos
Carra, responde: "Es la muestra de que falta un plan económico para
decidir qué camino hay que recorrer. El actual modelo no contempla a las
economías regionales, que son las grandes generadoras de puestos de trabajo.
Como no hay un plan, se adoptan resoluciones parciales y coyunturales movidos
por ejemplo por el aumento de las importaciones de combustible".
¿Cómo imaginan el futuro inmediato? Loyarte, de
CAFI, es contundente: "Preocupante en términos de aumento de los costos
internos al tiempo que habrá menos demanda del mercado internacional".
Saben que no son tiempos sencillos. Aseguran que la
devaluación no figura en su lista de prioridades (ver recuadro) y que tienen
una batería de medidas paliativas con las que el panorama podría mejorar
sustancialmente. Guardan una esperanza: que el Gobierno los escuche.
DÉFICIT
La
infraestructura y la logística se suman a la lista de factores que restan
competitividad a las economías regionales. "Tenemos una tasa de inversión
privada que no soporta el incremento de la demanda local más la externa porque
es baja y en términos de inversión en infraestructura, una tasa de inversión
pública que es la mitad del promedio de Latinoamérica, por lo que hay demandas
insatisfechas. La energía no satisface proyectos de crecimiento de oferta
exportable", dice Elizondo. Y agrega: el país tiene, en relación a su
extensión territorial, la mitad de los caminos que Brasil y casi la cuarta
parte de España. El transporte ferroviario tiene una incidencia menor y,
adicionalmente, se necesitarán muchos aeropuertos en breve plazo..
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