Antonio Luigi
Mazzitelli, jefe regional de la oficina anti-droga de la ONU, explica que la
delincuencia organizada va más allá del narco y se refuerza con delitos de base
local.
El crimen organizado en México ha mutado y
ha pasado del mero tráfico de droga a una función superior que incluye y rebasa
a la anterior, la explotación mafiosa del territorio, según explica Antonio
Luigi Mazzitelli en una entrevista con EL PAÍS. El jefe de la oficina contra la droga y el delito
de la ONU para Centroamérica, México y el Caribe define la
nueva naturaleza de los aparatos delictivos como un híbrido que combina la extorsión, el
secuestro y otros delitos locales, un contrapoder que en 2013 ha provocado la
aparición en zonas rurales de grupos civiles armados que
se arrogan la legitimidad de imponer orden por su cuenta. “El fenómeno de las
autodefensas es una señal bastante clara”, dice Mazzitelli, que avisa de la
necesidad de una “presencia institucional” mayor en algunas partes del
territorio.
El funcionario de Naciones Unidas precisa que la transformación del
crimen se ha producido por la entrada de nuevos actores en el ecosistema
tradicional de la delincuencia. “El cambio se verifica cuando entran dentro del
mundo criminal grupos que no tienen especialización en el tráfico de droga,
sino que vienen de mandos militares cuya característica es la capacidad de
manejar la violencia para controlar el territorio. Nacen para proteger las
rutas de los carteles, pero gradualmente evolucionan, controlan un territorio y
empiezan a autofinanciarse con las rentas obtenidas en la zona que controlan”.
Mazzitelli cita a Los Zetas, una
mafia construida originalmente por ex soldados de élite, y a otros
grupos como La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
El jefe de la oficina regional de la ONU detalla la ramificación del
negocio criminal en México: “Si hay droga es droga, si no es secuestro, tráfico
de migrantes, trata de personas, contrabando, robo de combustible, control de
los mercados informales y ofrecimiento de seguridad. ¿Seguridad contra quién?
Sustancialmente, contra ellos mismos. Tú me pagas, yo no te ataco”.
La pérdida de control territorial de las instituciones en algunas zonas,
del monopolio de la violencia, es una realidad que incluso Naciones Unidas
tiene en cuenta a la hora de moverse por México. Antonio Luigi Mazzitelli
explica que por seguridad ellos no pisan el Estado de Tamaulipas, zona roja de guerra entre carteles situada
en el noreste de la República, en la frontera con Estados Unidos. “Nos dimos
cuenta de que la situación era muy peligrosa. Trabajar allí implicaba una
responsabilidad en relación a nuestros operadores que la ONU no podía asumir”.
La guerra de los carteles por el territorio también ha afectado al gran
negocio tradicional, el trasiego de cocaína, que según Mazzitelli se ha ido
desviando de México por problemas de logística. “Hay indicios
de que la ruta mexicana hoy en día no es importante”, dice el funcionario. “Hay
otras que quizás son más rentables y menos arriesgadas”.
Mazzitelli basa su conclusión en la disminución galopante de la cantidad
de incautaciones de cocaína en México: de 24 toneladas en 2009 a poco más de
tres en 2012, según sus datos. Afirma que la causa puede ser una mezcla de
obstrucciones de paso entre mafias con un refuerzo de la seguridad. “Si yo me
pongo en los zapatos de un narcotraficante, que conoce la atomización del
territorio, antes recorrer por México miles de kilómetros por carretera pasando
por zonas que no controlo, lo pensaría varias veces. El narco es un negocio
racional. El objetivo es minimizar riesgos”.
El representante de la ONU indica que el recorrido de la cocaína se ha
trasladado en buena medida al Caribe. No ofrece
cifras propias, pero apunta a que las estimaciones de Estados Unidos –que por
el Caribe pasa un 10% de la coca que llega a Norteamérica– se quedan cortas.
Además de la opción caribeña, Mazzitelli dice que hay vías marítimas
alternativas. “Las rutas se pueden abrir haciendo viajar barcos o contenedores
a regiones muy lejanas y redirigiéndolos después a su destino. Para desviar la
atención”.
En este contexto de lucha por el control del territorio, Mazzitelli
considera que los planes del nuevo gobierno mexicano podrían adecuarse más que
los del anterior a las necesidades de seguridad del país. “Quieren pasar de un
enfoque represivo a otro preventivo. Calderón operó en un momento en el que la
violencia ya se había desbordado. No había posibilidad de hablar de prevención
con los focos de la violencia ya encendidos. Ha sido un proceso en el que la
violencia ha generado más violencia”.
Lo que de momento no es capaz de precisar es la naturaleza del plan de
seguridad del equipo del actual presidente, Enrique Peña Nieto, en especial la
del nuevo cuerpo policial que se quiere implantar, la Gendarmería. “Lo
que sabemos es lo que se publica en la prensa. Sinceramente no sé mucho sobre
lo que será su papel, ni cómo se coordinará con la Policía Federal y con las
fuerzas estatales. Es importante que se sepa exactamente cuáles serán sus
responsabilidades operativas”.
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