Cada día un joven brasileño se hace millonario a través de nuevas
creaciones empresariales.
Brasil es
como un poliedro con varias caras contrastantes. O como un río que arrastra a la
vez pepitas de oro y vieja chatarra. El gigante americano, sexta potencia
económica del mundo se debate entre modernidad y atraso.
Esa
paradoja es la que desconcierta a empresarios, intelectuales y políticos que se
adentran en el corazón de este casi continente con doscientos millones de
habitantes, rico como pocos en materias primas y biodiversidad.
Es un
país pionero en muchas áreas, a la vanguardia del mundo. Por ejemplo en la
medicina que cuenta con hospitales de primer mundo como el Albert Einstein y el
Sirio Libanés en São Paulo o el Samaritano en Rio de Janeiro. Hasta el punto
que tanto la actual Presidenta Dilma Rousseff como el expresidente Lula da
Silva se curaron de sendos cánceres en uno de ellos sin visitar ni una vez un
centro médico de los Estados Unidos.
Personalidades
como el fallecido Oscar Niemeyer, uno de los más famosos arquitectos del mundo,
se trató hasta el final en el Samaritano de Rio, al igual que lo sigue haciendo
el dios de la cirugía plástica, Ivan Pitanguy.
Y cuenta
con el Sistema Único de Salud (SUS) más avanzado del mundo, gratuito para
todos, sin restricción alguna. Si un paciente necesita que le traigan del
exterior una medicina el juez puede autorizarlo.
Brasil
cuenta con una tecnología de punta en la administración pública. Se vota en
urnas electrónicas y los resultados a nivel nacional, hasta de las más remotas
aldeas indígenas, se conocen la noche de las elecciones.
Este año
los ciudadanos pueden enviar la declaración de rentas por el móvil o la tableta
y el país cuenta con una juventud volcada como pocas en la invención como ha
declarado Salim Ismail, fundador de la Singularity University, dentro de la
NASA, en el valle de Silicio, donde se forman los genios del futuro. El mayor
número de alumnos hoy, seleccionadísimos, son brasileños.
Y cada
día un joven brasileño se hace millonario a través de nuevas creaciones en el
mundo de la empresa moderna.
Hasta en
la defensa de los derechos de las minorías, Brasil está en la vanguardia.
Cuenta con el estatuto más avanzado de los ancianos (mayores de 60 años), que
tienen preferencia en todo, no hacen filas, no pagan transportes y hasta acaban
de recibir una tarjeta de crédito con intereses de envidia para sus viajes de
placer.
Hasta en
la defensa de los animales, Brasil castiga con años de cárcel la tortura a
cualquier animal, al mismo tiempo que tiene afianzado su sistema democrático y
la libertad de información.
Esa es una parte de su modernidad de este país.
Esa es una parte de su modernidad de este país.
Las otras
caras oscuras del poliedro, son, por ejemplo su falta crónica de
infraestructuras en carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.
“Intolerables en un país desarrollado en tantos otros campos”, afirman al unísono
los grandes empresarios.
Los
índices de violencia en todo el país con la cifra record de 50.000 asesinatos
anuales. La inseguridad ciudadana en las grandes urbes, la impunidad con los
crímenes políticos y financieros y la tolerancia con la corrupción a todos los
niveles.
Junto a
ello, un modelo económico, basado sobre todo en el consumo interno, que si ha
dado resultado hasta hoy, se considera agotado y sin recambio y que le impide
crecer lo que debería por su empuje.
Y la
ausencia de una reforma política y fiscal que permitan llegar la modernidad a
los palacios del poder.
El
catedrático de Derecho de Oxford, el brasileño, Roberto Mangabeira Unger, que
ya fue ministro de Lula, acaba de sintetizar en una entrevista a El Tiempo, los
cuatro nudos que Brasil necesita desatar para entrar de lleno y definitivamente
en la modernidad, dejando que el río se deje por el camino la chatarra vieja y
arrastre sólo pepitas de oro. Son estos:
§ Imponer
capitalismo a los capitalistas: radicalizar la competencia.
§ Superar
el dualismo entre trabajo informal (50%) y trabajo formal.
§ Colocar
al sistema financiero al servicio de la economía real, promoviendo el ahorro a
largo plazo para la creación de inversiones públicas también a largo plazo
§ Transformar
la educación, pasando de la actual enseñanza dogmática, informativa y
enciclopédica, a otra analítica, sistemática, dialéctica y cooperativa.
Un reto
que Brasil podrá afrontar y vencer, como aseguran hasta los más críticos.
Necesita sólo voluntad política para realizarlo.
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