El acuerdo entre EE
UU y Rusia apunta a un deshielo plagado de obstáculos.
PILAR
BONET Moscú
El secretario de Estado de EE UU, John Kerry (izquierda) y su homólogo ruso, Sergei Lavrov en conferencia de prensa en Ginebra el sábado. / RUBEN SPRICH (REUTERS)
El acuerdo para controlar y destruir las armas químicas
de Damascogenera en Moscú esperanzas que van más allá de la misma
Siria y apuntan hacia un nuevo deshielo en las relaciones ruso-norteamericanas.
Pero el proceso refrendado por el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov y su
homólogo norteamericano John Kerry genera también temores, por las dificultades
y riesgos que lo amenazan, empezando por diferentes interpretaciones semánticas
del documento firmado el sábado en Ginebra.
La política exterior rusa ha salido fortalecida de los acontecimientos
diplomáticos de la semana pasada. Vladímir Putin supo colocar sus
argumentos de forma atractiva y comprensible en EE UU gracias al New
York Times y a la agencia de relaciones públicas Ketchum, con la que
trabaja el Kremlin. Lavrov, por su parte, supo cazar al vuelo las declaraciones
de Kerry para acabar forjando una propuesta de control de armas químicas a la
que se agarró Damasco y que ha servido también para sacar al presidente
norteamericano Barack Obama del callejón sin salida en el que se había metido.
El ping-pong trasatlántico podría prolongarse con nuevos mensajes cruzados. Los
medios de comunicación rusos ya han empezado a pedirle artículos a Obama y
también al senador McCain, que envió un texto a Pravda y a quien la primera
cadena de la televisión invita a Rusia.
El mundo ha ganado tiempo, pero el problema no se ha resuelto. En Moscú
se elogian las cualidades de Lavrov, un veterano diplomático de 63 años, que
está al frente del ministerio de Exteriores desde 2004. Lavrov es especialista
en temas multilaterales y organizaciones internacionales. Formado en la escuela
soviética, se curtió en la ONU, donde estuvo de 1981 a 1988 en la
representación permanente de la URSS y posteriormente, de 1994 a 2004, como
representante permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad. Su experiencias
incluyen múltiples conflictos entre ellos los de la antigua Yugoslavia cuando
la OTAN buscaba legitimación en el Consejo de Seguridad para el ataque sobre
Belgrado, y también las consecuencias del 11 de Septiembre y la intervención de
EEUU y sus aliados en Afganistán y en Irak.
Lavrov goza de la confianza de Putin y es capaz de formalizar las ideas
de éste, señala Andréi Grachov, que fue jefe de Prensa del presidente de la
URSS, Mijaíl Gorbachov, “de tal manera que si son buenas, las transforma en
propuestas profesionales y, si son malas, minimiza sus consecuencias”.
Las esperanzas generadas por el acuerdo Lavrov- Kerry van más allá de la
misma Siria, que “puede convertirse en campo de colaboración y dejar de ser
terreno de enfrentamiento”, afirma Alexéi Arbátov, académico y director del
Centro de Seguridad Internacional del Instituto de Economía Mundial y
Relaciones Internacionales. “Llevamos dos años atascados en temas de control de
armamento, en temas de armas estratégicas, en defensa antimisiles y en armas
tácticas, lo cual resulta intolerable y no se había vivido una situación de congelación
total parecida desde 1983-1984”, afirma el experto, que llama la atención sobre
los nuevos programas de armamento estratégico emprendidos en los últimos dos
años por Rusia, los mayores desde el fin de la Guerra Fría.
La puesta en práctica del acuerdo está plagada de
problemas, hay que lograr un alto el fuego, hay que reconocer
el régimen de Asad, lo que puede ser difícil para los países occidentales, y se
necesita un numeroso contingente de pacificadores para controlar el proceso,
afirma Arbátov.
“Occidente tendrá que aceptar el hecho de que Bashar el Asad va a estar
varios años en el poder, pero, aún así, esta situación es mejor que si los
norteamericanos hubieran atacado a Siria, porque eso podría haber involucrado
directamente a Irán en el conflicto”. En cualquier momento el acuerdo corre
peligro de fracasar o “ser torpedeado por una provocación”, señala Arbátov,
quien se muestra convencido de que nadie, ni en Europa ni en Israel, quiere
guerra en Siria. Interpelado sobre las posibilidades de éxito del acuerdo, el
experto se define como “moderadamente optimista” y evalua “en un 60% o más” las
posibilidades de encauzar el conflicto por el buen camino.
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