MIAMI.-Aunque la noticia no generó grandes
titulares en el resto del mundo, México y Brasil acaban de aprobar históricas
reformas educativas que podrían ayudar a que los dos países más grandes de
América latina ingresen en el Primer Mundo en las próximas décadas. Es cierto
que las nuevas leyes firmadas por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y
la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, podrían diluirse al ser implementadas.
Pero representan el paso más importante en más de cinco décadas para mejorar los
pésimos estándares educativos de la región.
Peña Nieto firmó el 10 de septiembre un paquete de
leyes educativas que introduce evaluaciones obligatorias a los maestros y
reduce el poder del hasta ahora todopoderoso sindicato docente del país.
Hasta ahora, según una ley de 1963, el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación de México, o SNTE, elegía el 50% de
los docentes del país, mientras el 50 restante era designado por el Estado.
Esto generaba un sistema corrupto en el que decenas de miles de maestros
recibían un sueldo sin ir a clases y los maestros que se retiraban podían
vender sus empleos vitalicios o se los dejaban como herencia a sus hijos, sin
ningún filtro.
La nueva ley, que está provocando violentas
protestas por parte de un sindicato radical disidente, establece que tanto los
nuevos maestros como los que están en funciones deberán someterse a un examen
nacional de evaluación. Los candidatos a maestros tendrán dos oportunidades de
aprobarlo para ser contratados y los maestros en ejercicio tendrán hasta tres
oportunidades de aprobarlo para poder seguir enseñando o ser ascendidos.
La reforma educativa de México fue aprobada por el
Congreso tras un creciente descontento público por el hecho de que México ocupa
los últimos puestos en los exámenes internacionales de estudiantes, como el
test PISA, de la Organización Económica para la Cooperación y Desarrollo.
En Brasil, Rousseff firmó el 9 de septiembre una
ley que destina el 75% de los ingresos petroleros a la educación y el 25
restante a la salud. El Congreso brasileño había aprobado la reforma en medio
de manifestaciones callejeras de millones de personas que exigían un mejor
sistema educativo, en las que algunos manifestantes sostenían pancartas que
decían: "Menos fútbol, más educación".
Se estima que, como resultado de los grandes
descubrimientos petroleros anunciados recientemente, la nueva ley inyectará más
de 30.000 millones de dólares en el sistema de educación pública de Brasil en
los próximos 10 años. Desafortunadamente, otros países latinoamericanos, tales
como Venezuela y la Argentina, no han invertido los ingresos de su bonanza
económica de la última década en mejorar la calidad de sus sistemas educativos.
Jeff Puryear, un experto en educación del centro de
estudios Diálogo Interamericano en Washington DC, dice que la nueva reforma
educativa de México es "verdaderamente histórica" y que la nueva ley
de Brasil podría tener gran impacto si está acompañada por evaluaciones
docentes y otras medidas de rendición de cuentas de los maestros.
Mi opinión: la buena noticia es que hay una
creciente presión popular tanto en México como en Brasil para que se mejore la
calidad educativa. En ambos países la gente es cada vez más consciente de que,
en la economía global de hoy, la educación es lo que hace que los países
produzcan bienes más sofisticados y sean más prósperos.
Ahora, lo más importante será que las sociedades
civiles en México y Brasil mantengan la presión, porque los políticos tenderán
a pensar que ya hicieron su labor al aprobar la ley y estarán tentados a ceder
ante las protestas de los sectores más radicales y retrógrados de los
sindicatos docentes.
Si no hay presión social, las reformas pueden
diluirse. Las nuevas leyes de educación de México y de Brasil son históricas,
pero la batalla por mejorar la calidad educativa recién empieza.
© LA NACION.
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