Majestuoso testimonio de un poder agostado

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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Asegurar el arsenal de armas químicas de Siria sería una tarea “extraordinaria”





El presidente Obama durante su visita al Congreso este martes. / ALEX WONG / POOL (EFE)

Mientras los diplomáticos proponían diferentes planes para asegurar las armas químicas de Siria, varios expertos en control de armas advirtieron el martes sobre las tremendas dificultades que entraña una operación tan compleja y arriesgada en medio de una intensa guerra civil.
Los equipos de la ONU enviados a Siria para llevar cabo la misión intentarían hacer algo nuevo: encontrar y poner a salvo un arsenal oculto desde hace tiempo en un país que lleva muchos años al margen de los grandes acuerdos internacionales sobre control de armas; y hacerlo en medio de los combates entre las facciones beligerantes sirias.
Aunque podría merecer la pena realizar la misión pese a los riesgos, dicen los expertos, sería una operación cara y prolongada, sobre todo si uno de los objetivos fuera la destrucción física de los miles de cabezas químicas y misiles y los cientos de toneladas de toxinas líquidas que se calcula que están almacenados en toda Siria.
"Es factible, y puede ser una gran idea, pero no seamos ingenuos", dice Jean Pascal Zanders, un investigador belga sobre control de armas que escribe en Trench, un blog dedicado a las armas de destrucción masiva. "Si conseguimos superar los problemas legales y logísticos, asegurar las reservas podría ser relativamente fácil. Pero si a eso hay que añadir la destrucción de las municiones, habría que pensar en años".

Las bases militares en las que se dice que están las reservas de armas químicas se encuentran en áreas que han sido escenarios de intensos combates en los últimos meses

Se cree que Siria posee el tercer arsenal más grande del mundo de armas químicas, tras Estados Unidos y Rusia, que están en pleno proceso de destruir las suyas. Se supone que el arsenal sirio incluye cantidades considerables del gas nervioso letal sarín, además de gas mostaza y otras sustancias tóxicas.
Sin embargo, hasta ahora, el gobierno sirio nunca había reconocido oficialmente que tenía un programa de armas químicas. La situación cambió el martes, cuando el ministro de Exteriores, Walid al Moualem, dijo que su país está dispuesto a firmar el tratado internacional sobre armas químicas, revelar a los observadores internacionales la situación de sus instalaciones y deshacerse de las armas.
Los analistas occidentales han recibido con suspicacia este repentino compromiso de apertura y destacan el secretismo habitual del régimen de Bashar el Asad. Esa tendencia podría complicar aún más la labor de los equipos de la ONU que pretenden cerrar hasta una docena de plantas empleadas para fabricar, almacenar y preparar las armas para el combate, dicen los expertos.
Una misión comprometida
Varias misiones internacionales anteriores durante el conflicto sirio acabaron en fracasos notables, en parte porque el gobierno de el Asad se negó a permitir el acceso a lugares secretos y en parte porque el agravamiento de la violencia ponía a los equipos en peligro.
El martes quedaron sin aclarar muchos aspectos de cómo se producirían las inspecciones de las armas químicas, si es que se hacen. Pero varios diplomáticos subrayan la importancia de que todas las partes estén dispuestas a involucrarse, incluidos el Asad y los principales grupos rebeldes. Alexander Kalugin, embajador de Rusia en Jordania, dice que cualquier plan debe incluir la participación de "inspectores internacionales", probablemente de Naciones Unidas, así como garantizarles su seguridad.
"Estamos dialogando con los sirios para decidir varios detalles concretos de la inspección", explica por teléfono desde Ammán, la capital jordana. "Desde luego, no es una misión sencilla".
Suponiendo que las inspecciones se pongan en marcha, una de las primeras tareas sería hacer un inventario exhaustivo para garantizar el recuento de todas las municiones químicas. Una vez obtenidas cifras firmes, los funcionarios de la ONU intentarían seguramente agrupar el arsenal en el menor número posible de instalaciones. Zanders, el experto en control de armas, sugiere que el mejor sitio para almacenar las armas podría ser cerca de la ciudad portuaria de Tartus, donde Rusia tiene una base naval.
Zanders defiende una participación activa no solo de Rusia sino también de Irán, otro estrecho aliado de el Asad. Ambos países son signatarios del tratado sobre control de armas químicas, y dice que su presencia, pese a las suspicacias occidentales, podría facilitar la cooperación de Siria.
La última etapa del proceso --la destrucción del arsenal químico sirio-- sería la más complicada, porque necesitaría la construcción de plantas incineradoras según unos criterios estrictos para evitar la contaminación.
Estados Unidos, que fabricó 31.100 toneladas métricas de municiones químicas durante la Guerra Fría, emprendió en 1997 un programa de miles de millones de dólares para destruir sus reservas. Dieciséis años después, aún no ha completado la tarea.
Posibles dificultades
La experiencia del equipo de expertos en armas químicas de la ONU que viajó a Damasco el mes pasado para investigar los presuntos ataques con gas tóxico pone de relieve las dificultades con las que toparía cualquier grupo de inspectores internacionales.
Los funcionarios de la ONU, que entraron en el país días antes de que un supuesto ataque con gas sarín, el 21 de agosto, matara a alrededor de 1.400 personas, habían recibido garantías del gobierno de el Asad de que podrían circular sin problemas ni peligros. Sin embargo, el convoy de los inspectores fue tiroteado su primer día de visitas sobre el terreno, lo cual les obligó a una retirada temporal. El gobierno y los rebeldes se culparon mutuamente del ataque.
El año pasado, la Liga Árabe y los equipos de observadores de la ONU también tuvieron que recortar sus misiones en el país por la escalada de la violencia. Desde entonces, las condiciones de seguridad han empeorado, con la entrada en conflicto de nuevas facciones vinculadas a Al Qaeda en el bando rebelde y militantes del movimiento libanés Hezbolá, respaldado por Irán, en el bando del gobierno.
Por si fuera poco, las bases militares en las que se dice que están las reservas de armas químicas se encuentran en áreas que han sido escenarios de intensos combates en los últimos meses. Una presunta fábrica, la base de Safira, cerca de Alepo, ha sido blanco de repetidos ataques rebeldes.
Existen además obstáculos legales y logísticos, dicen los expertos en armas. Siria es uno de los siete países que no han firmado el Convenio sobre Armas Químicas, por lo que no hay un marco legal reconocido con el que puedan trabajar los inspectores de armas de la ONU. Algunas autoridades estadounidenses han pedido al gobierno de el Asad que se apresure a firmar el tratado sobr armas para demostrar sus buenas intenciones.
Ahora bien, es posible que la sinceridad de el Asad no se pueda poner verdaderamente a prueba hasta que los inspectores estén dentro del país. Paul Salem, director del Carnegie Middle East Center en Beirut, dice que el presidente sirio podría mantener oculta parte de su arsenal y marear a los inspectores en un juego del gato y el ratón que no permitiría saber con certeza si están aseguradas todas las reservas.
Por ahora, dice, las promesas de Siria de permitir el acceso a sus instalaciones son un gran avance.
"Significa que se han comprometido de verdad a no volver a emplear armas químicas y que han asumido, de forma directa o indirecta, cierta responsabilidad", explica Salem. "Si el obetivo de todo este lío era disuadir a Siria, el hecho de que hayan dicho que van a someter sus armas químicas a la jurisdicción de otros es un triunfo".

*Morris informa desde Beirut.
© THE WASHINGTON POST 2013
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia


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