El presidente
comparece en el octavo día de cierre de la administración.
ANTONIO
CAÑO Washington
El presidente de EE UU durante la rueda de prensa. / JEWEL SAMAD (AFP)
Barack Obama ha asegurado este martes que está dispuesto a hablar “de
todo” con el líder republicano en el Congreso, John Boehner, y con otros
miembros de su partido, pero únicamente después de que pongan fin al actual
cierre de la administración federal y garanticen el pago de la deuda de Estados
Unidos, dos amenazas que tienen en vilo la economía del país y del resto del
mundo. “No vamos a pagar un rescate para que EE UU pueda pagar sus deudas”,
advirtió el presidente.
“Estoy feliz de hablar con el presidente Boehner y con otros
republicanos sobre todo, no solo sobre lo que ellos creen que es importante,
sino sobre lo que yo creo importante también”, manifestó Obama en una rueda de
prensa en el octavo día de la paralización de las labores administrativas y a
ocho días de la fecha en que el Gobierno norteamericano se quedará sin dinero
para cumplir con sus obligaciones de pago.
En una rueda de prensa convocada precipitadamente en medio de la alarma
que la crisis política en Washington está provocando en todo el mundo, Obama
destacó que, no solo se está causando ya un daño muy grande a cientos de miles
de familias de empleados que no están recibiendo sus salarios, sino que se
puede causar “una profunda depresión económica” si el Congreso no eleva el
techo de deuda antes del día 17.
La Bolsa de Nueva York volvió a caer este martes de manera apreciable.
Economistas y hombres de negocios norteamericanos y extranjeros han anticipado
todo tipo de catástrofes y caos si eso llega a producirse. Citando al
empresario Warren Buffett, el presidente comparó ayer la suspensión de pagos
con la bomba nuclear, “un arma demasiado horrible para ser usada”.
Pese a la tragedia anunciada, no se ha producido aún ningún movimiento
político en Washington que permita vislumbrar una solución. Obama llamó este
martes por teléfono a Boehner, pero la conversación, según fuentes de ambos
lados, solo sirvió para que cada cual se reafirmara en su posición. Obama exige
que el Congreso cumpla sin condiciones su obligación constitucional de extender
el presupuesto y aprobar el techo de deuda. Boehner afirma que no lo hará si el presidente no acepta
previamente negociar sobre la reforma sanitaria y otras
prioridades del presupuesto.
Obama repitió ayer en público que negociará, pero “no bajo amenazas”, no
como condición para que el Partido Republicano, que es mayoría en la Cámara de
Representantes y tiene, por tanto, la llave para cualquier decisión del
Congreso, vote a favor de las medidas que se requieren para superar esta
crisis.
El presidente dijo que, después de que los republicanos den ese paso,
está dispuesto a hablar de cualquier cosa, incluido de cómo “fortalecer la ley
de reforma sanitaria”. Pero los republicanos ya han advertido de que quieren
negociar antes, no después, y que no pretenden “fortalecer” la reforma
sanitaria, sino destruirla. Sobre esa ley se han escuchado en los últimos días
en los bancos republicanos los más horribles calificativos: una ley para matar
a los niños, mujeres y ancianos norteamericanos, la peor ley de la historia de
EE UU, una ley que destruirá EE UU.
Tan grave es la situación, que la Administración está considerando ya
soluciones alternativas de emergencia. Una de ellas es la de remitirse a una
enmienda constitucional de difícil interpretación para que el presidente se
salte la autoridad del Congreso y decida por su cuenta pagar las deudas. La
Casa Blanca se resiste a dar ese paso. Otra opción es la de hacer ingeniería
financiera para tratar de afrontar algunos pagos, pero ¿cuáles? ¿Qué es
prioritario, el pago de los intereses o la seguridad social? ¿Hay que calmar a
los inversores o a la población? Obama dijo este martes que es imposible
establecer esas prioridades.
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