La alianza entre
Marina Silva y el Partido Socialista de Eduardo Campos genera expectación en el
país sudamericano.
Marina Silva y Eduardo Campos. / FERNANDO BIZERRA JR. (EFE)
Basta dar un vistazo a los grandes diarios o encender la radio o la
televisión para observar que en Brasil ha nacido un inesperado fenómeno
político con la alianza entre la ecologista Marina Silva y
el Partido Socialista de Brasil (PSB), del gobernador de Pernambuco, Eduardo
Campos.
¿Ha nacido una “tercera vía”? Esa es la pregunta que está sobre el
tablero del juego político que, de repente, se ha visto agitar como no
acontecía desde hace años.
En Brasil, aunque los partidos políticos son 32, en realidad existe, de
hecho, un bipartidismo desde hace más de 30 años: el Partido de los Trabajadores (PT), de
izquierda moderada, fundado por el sindicalista, Luiz Inácio Lula da Silva, y
el Partido Socialista Democrático de Brasil (PSDB), del sociólogo, Fernando
Henrique Cardoso.
Petistas y tucanos (como se les conoce
a los militantes del PSDB) han dominado siempre el ajedrez político
Ambos partidos han dominado siempre la escena política confrontándose
entre sí mientras los otros les hacían de acólitos.
Todas los intentos de romper esa polarización y de crear una “tercera
vía” alternativa, han sido siempre infructuosas. Petistas y tucanos (como
se les conoce a los militantes del PSDB) han dominado siempre el ajedrez
político, con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de
comodín, subiéndose siempre al caballo ganador. Gobernó con Cardoso y después
con Lula y hoy con Dilma Rousseff.
Ahora, dos formaciones políticas se han abrazado de la noche a la mañana
con la intención declarada de “acabar con el bipartidismo”, ensayando una
tercera vía que aún no ha sido claramente pergeñada. Silva y Campos se han
unido, dicen, para intentar una “forma nueva de gobernar”, menos centrada en
los intereses partidistas y más volcada en políticas de Estado, con proyectos
de desarrollo económico a largo plazo. “Brasil no va mal, pero puede ir mejor”,
es uno de los eslóganes de Campos.
Ambos partidos: el PSB y la Rede Sustentabilidade (aún en
espera de aprobación oficial por parte de la justicia electoral) han
declarado su deseo de “acabar con la hegemonía del PT” que gobierna desde hace
13 años.
Ocurre, sin embargo, que los dos partidos progresistas han estado
siempre bajo el ala del carismático Lula da Silva. Ambos fueron ministros
elegidos por Lula al llegar al poder. Campos ha sido siempre uno de los líderes
mimados por él, y Silva había fundado el PT con el sindicalista militando en él
más de 20 años.
¿Hijos rebeldes? Quizás, pero también se comenta que los dos nuevos
líderes buscan ser “herederos del lulismo”: el tsunami causado por la victoria
de Lula en 2003 y que supuso una inyección de entusiasmo entre los ciudadanos
que lo despidieron, después de ocho años de gobierno, con un 80% de aprobación.
Campos ha acuñado el eslogan “Hay que devolver la esperanza a Brasil”, y
Silva habla de un “Brasil moderno” en el que la ciudadanía tenga más voz y voto
en las decisiones del gobierno a través de las redes sociales.
La ecologista ha dicho varias veces, cuando le preguntan con quiénes
gobernaría si llegara a ganar las elecciones, que su deseo sería pescar en
su Red a
“lo mejor de los partidos” empeñados en enterrar la “Vieja República” y dar
paso a la “Nueva República”. Entre los que desearía recoger de los partidos
estarían tanto el PT como el PSDB.
¿Sería posible la recuperación del lulismo en la era de la comunicación
global? Por el momento, la pugna política y las críticas se dirigirán contra la
presidenta Dilma Rousseff. Por su parte, Lula, ha dado órdenes a su partido de
“no atacar a sus dos viejos amigos”, con la esperanza de poder recuperarlos en
el futuro sin que se tengan que convertir en sus adversarios.
A Marina Silva, Lula sigue llamándola “gran compañera” y a Campos le
ofreció de todo antes de que su partido abandonara el gobierno para disputar
las presidenciales.
Todos los análisis políticos actuales se refieren a si el inesperado
matrimonio político entre Campos y Silva, al que por el momento apoya el
partido oposicionista PSDB a pesar de que debería ser el mayor perjudicado,
será recibido como una novedad plausible o si acabará disipándose como una
pompa de jabón, para dejar de nuevo la disputa en manos del bipartidismo
PT-PSDB.
Por ahora, la favorita sigue siendo Rousseff que, según los últimos
sondeos, mantiene el 38% de la intención de voto. La ecologista rebelde
presenta un 26% y Campos un 8%. La suma de los dos separados sería de un 34%,
casi un empate con la presidenta. La incógnita es si, ahora juntos, no acabarán
perdiendo ambos votos al ser vistos por sus seguidores como “traidores” de sus
respectivos electorados.
Las hipótesis están todas abiertas y la sorpresa Marina-Campos ha
obligado al gobierno y a la oposición, así como a los partidos todavía aliados
con Rousseff, a modificar todas sus estrategias con vistas a las presidenciales
de 2014. Por lo pronto ya más de 60 diputados se han cambiado de partido.
Las apuestas están abiertas.
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