La solidez
económica de América Latina nos está convirtiendo en un mercado de consumo cada
vez más atractivo.
Esta semana tuve el privilegio de visitar las deslumbrantes obras de
ampliación del Canal de Panamá. Sólo en el extremo Atlántico del proyecto, me
encontré con 53 grúas y 7.000 obreros. Cuando se inauguren las nuevas
instalaciones en el 2015, se habrán consumido más de cuatro millones de metros
cúbicos de hormigón y una cantidad de acero equivalente a 19 Torres de Eiffel.
Pero más impresionante todavía es el efecto multiplicador que la
ampliación del canal está teniendo en el resto del mundo, y la reorientación
que podría provocar en las cadenas globales de valor.
Países como Costa Rica, Colombia, Perú, Bahamas y Cuba se han sumado a
la carrera para ampliar y modificar sus puertos para que puedan competir por el
transbordo de cargas de los gigantescos buques que atravesarán el nuevo canal.
En Estados Unidos, el gobierno estima que los operadoras de puertos están invirtiendo
hasta 8.000 millones de dólares por año con el mismo propósito.
Industrias tan diversas como la del cobre en Chile, el acero en Brasil y
los electrodomésticos en China, están rehaciendo las cuentas sobre costos,
tiempos e insumos. Y en todas partes del mundo emprendedores visionarios están
mirando a Panamá y a sus países vecinos como posibles bases para producir y
distribuir productos en mercados que hoy no resultan rentables.
Todo esto crea una
oportunidad histórica para construir un corredor logístico de categoría mundial
que vaya desde México hasta Colombia. Tres tendencias favorecen este
emprendimiento.
Primero, la solidez económica de América Latina nos está convirtiendo en
un mercado de consumo cada vez más atractivo. Hoy se estima que 172 millones de
Latinoamericanos están en la clase media. En el 2030, si seguimos creciendo al
ritmo actual, esa cifra se podría duplicar. Además, el ingreso medio en América
Latina es mucho más alto que el de otras regiones emergentes. En el 2011, el
poder adquisitivo por persona en nuestra región fue de casi 12.000 dólares,
comparado con los 8.300 en China.
Esta es una de las razones por las que muchas multinacionales están
volviendo a construir fábricas y centros de servicios en Mesoamérica cuyo
objetivo es abastecer no sólo a Estados Unidos, sino a Centro y Sudamérica.
El segundo factor
favorable es la mejora en nuestra posición competitiva en la exportación de
manufacturas. El aumento sostenido en los precios del combustible, los tiempos
requeridos para el transporte marítimo desde Asia, y los impactos que esto
tiene en el manejo de inventarios,
pesan cada vez más en los análisis de costos de
productores. A esto se suma el rápido crecimiento de los costos laborales en
China, que en 2012 superaron a los de México en algunos sectores.
México es, sin duda, el principal beneficiario de este fenómeno, como lo
muestra el auge en sus exportaciones de automóviles, componentes de
aeronáutica, dispositivos médicos y electrodomésticos.
Pero los factores que
están fortaleciendo la competitividad de México también pueden beneficiar al
resto de Mesoamérica—si somos capaces de acelerar nuestra integración física.
Gracias a la línea de transmisión del Sistema de Interconexión Eléctrica de los
Países de América Central (SIEPAC), Mesoamérica cuenta hoy con una robusta
infraestructura eléctrica desde México hasta Panamá, y pronto, Colombia. Esto
permitirá crear un mercado eléctrico regional e invertir en nuevas plantas de
generación para abastecer la demanda anticipada.
Paralelamente, el
Banco Interamericano de Desarrollo viene impulsando la iniciativa del Corredor
Pacífico, para ampliar y modernizar 3.200 kilómetros de carretera que hoy
concentran el 95% de la carga terrestre mesoamericana. Los 27 tramos de esta
obra están casi listos para adjudicar, y junto con programas para reducir
trámites en los pasos de frontera, producirán grandes ahorros de tiempos y
costos de transporte.
Abunda capital
privado interesado en invertir en estas obras. Solo falta decisión, coordinación
y reglas claras. La ventana de oportunidad generada por la ampliación del Canal
será breve. Si no encuentran un ecosistema de logística, energía y transporte
de categoría mundial en Mesoamérica en el 2015, los inversores lo buscarán en
otras latitudes.
Luis Alberto Moreno
es el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
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