El cónclave elige
pontífice tras al menos cuatro votaciones y dos fumatas negras.
La Iglesia ya tiene nuevo Papa. El cardenal argentino Jorge Mario
Bergoglio, jesuita de 76 años, ocupará la silla de Pedro con el nombre de
Francisco I. Es arzobispo de Buenos Aires. Es el primer latinoamericano y el
primer miembro de la Compañía de Jesús que dirige la Iglesia católica. Más de
una hora ha tardado el protodiácono en salir al balcón a anunciar "Habemus
Papam". Tras al menos cuatro votaciones y dos fumatas negras, los 115 cardenales
electores, con la ayuda siempre invocada del Espíritu Santo, inclinaron la
votación a favor de Bergoglio, quien es considerado un moderado. La fumata
blanca se alzó sobre el cielo de Roma a las 19.08 (hora italiana y peninsular
española). La Iglesia vivirá a partir de hoy una situación inédita. El nuevo
Papa deberá convivir en el Vaticano con el papa emérito Benedicto
XVI.
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Cuatro de cada diez de los más de 1.100 millones de católicos del mundo
viven en Latinoamérica, donde, no obstante, están en retroceso ante el empuje
de otras ramas del cristianismo.
Bergoglio es un jesuita, un hombre modesto acostumbrado a ser el primero y
conocido por clamar contra la desigualdad en su Argentina natal.
Se le considera ortodoxo en cuestiones dogmáticas pero flexible en materia de
ética sexual. Desde el balcón y vestido de blanco, antes de bendecir a los
presentes ha querido pedirles que recen por él: "Auguro que este camino de
la Iglesia que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi cardenal vicario aquí
presente sea fructuoso para la Iglesia y para esta bella ciudad. Y ahora,
querréis que os dé la bendición. Pero primero, antes de que el obispo bendiga
al pueblo, yo quiero que recéis para que el señor me proteja".
Francisco I -Bergoglio es el primer
pontífice que toma el nombre de Francisco de Asís, el santo de los pobres- ha
dado las gracias a los presentes, les ha pedido por una segunda vez que recen
por él y también les ha instado a orar por su antecesor, que sigue el proceso
desde Castel Gandolfo. Tras una bendición a "los hombres y mujeres de buena
voluntad", se ha despedido de la multitud.
El argentino también ha bromeado sobre su origen: "Vosotros sabéis
que el deber del cónclave es dar un obispo a Roma, y parece que mis hermanos
cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo". Bergoglio pertenece a una
familia de clase media y suele usar el subte [el metro] en
Buenos Aires, donde vive. Como buen argentino, es aficionado al fútbol. Es
seguidores del San Lorenzo de Almagro.
Primero, antes de que el
obispo bendiga al pueblo, yo quiero que recéis para que el señor me
proteja"
El papa Francisco I
La elección ha sido más corta de lo que se esperaba. No hay que olvidar
que el cónclave se inició bajo el signo de la
división después de 10 reuniones muy intensas del colegio cardenalicio –formado
por los 115 electores y los mayores de 80 años—en las que 161 purpurados
alzaron su voz para hablar de la situación de la Iglesia. Aunque, al inicio de
los encuentros, los cardenales prestaron juramento de no
filtrar a la prensa el contenido de las discusiones, enseguida se supo que los
temas más candentes fueron la necesidad de reformar de la Curia, la postura de
la Iglesia ante la pederastia y la situación del IOR, el banco del Vaticano.
Algunos cardenales –entre ellos los estadounidenses—solicitaron además
tener acceso al informe secreto que sobre el caso Vatileaks –el
robo y filtración de la documentación privada de Joseph Ratzinger—elaboraron
tres cardenales octogenarios. Antes de su renuncia, Benedicto XVI determinó que
el informe solo fuese conocido por su sucesor, pero nada más llegar a Roma
muchos de los cardenales insistieron en que, antes de dibujar el perfil del
Papa que ahora necesita la Iglesia, sería conveniente saber la situación
interna. El primero en expresar la preocupación creciente fue el cardenal
Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia
Episcopal de Brasil: “¿Por qué los cardenales que somos los consejeros más
próximos al Papa no podemos tener acceso a dichos documentos?”.
Finalmente, los tres cardenales que practicaron la investigación --Jozef
Tomko, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz— informaron privadamente y sin
entrar en detalles y nombres a los purpurados que lo solicitaron. También llamó
la atención que la décima y última de las congregaciones generales estuviese
dedicada a hablar del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del
Vaticano. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien además es el
presidente de la comisión cardenalicia que controla la entidad, informó a los
cardenales de su situación. Según algunas filtraciones periodísticas, el cardenal
Bertone recibió numerosas críticas durante las congregaciones generales por su
manera de dirigir el Vaticano en los últimos años.
Pero, al margen de los asuntos polémicos, la Iglesia tiene numerosos
retos por delante, y todos ellos fueron abordados en los días previos al
cónclave. Antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, los cardenales parecían
tener claro que la Iglesia necesita ahora un Papa fuerte, un Pontífice capaz de
reformar la Curia, organizar los dicasterios (ministerios) del Vaticano para
hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre puesta al descubierto por el caso
Vatileaks, impulsar el diálogo con el Islam, afrontar de una manera valiente el
papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética. Un Papa,
como dijo el cardenal Angelo Sodano en la misa Pro eligiendo Pontifice, “un
pastor que anuncie el evangelio y la misericordia; un buen pastor capaz de dar
la vida por sus ovejas”. Un Papa, en suma, que sepa estar al lado de los pobres
en un momento de crisis mundial y que a la vez devuelva al Vaticano su
influencia perdida. ¿Será capaz de hacerlo Bergoglio?
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