Al presidente le corresponde
ejecutar los cambios sociales, demográficos y económicos de la opinión pública
estadounidense.
- Un Obama más audaz para el segundo mandato
- La ceremonia de investidura tendrá un marcado acento hispano
Antonio
Caño Washington
Barack Obama inició este domingo formalmente su segundo mandato tras
prestar juramento ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, en una
ceremonia privada en la Casa Blanca. Empieza, por tanto, el periodo en el que
el primer presidente afroamericano de Estados Unidos deberá construir su
legado, basado en un ambicioso programa de transformaciones sociales y
económicas para la modernización de este país.
Agenda para el segundo mandato
- Obama abre su guerra contra las armas
- El terrorismo sigue siendo la amenaza
- Las claves de la reforma migratoria
- La economía seguirá marcando el paso
- El cambio climático, la asignatura pendiente
- Vía libre para la reforma sanitaria
La ceremonia será repetida el lunes ante 800.000
personas en las escalinatas del Capitolio, lo que recuerda hasta qué punto la
política es espectáculo de masas. Esta es una jornada, esencialmente, de celebración.
En las calles de Washington había ayer una mayoría de negros porque,
coincidiendo, además, con el día de Martin Luther King, esta es una gran fiesta
para esa comunidad, que se pregunta cuándo tendrán otra oportunidad de ver a
alguien de su raza en ese codiciado podio. Todo el país puede celebrar también
el hecho de que esta es la 57 toma de posesión de forma ininterrumpida, es
decir, dos siglos y medio de democracia sin paréntesis.
Pero las urgencias de la vida cotidiana suelen
dejar en segundo plano esos hitos históricos. Estados Unidos eligió en
noviembre a Obama como presidente para que resolviese los problemas que hoy
tiene el país y lo equipase adecuadamente para el futuro, y eso es lo que Obama tratará de hacer para pasar a la
historia como uno de los grandes.
Estados Unidos ha cambiado mucho en los últimos
cuatro años, no tanto por la capacidad resolutiva de Obama, sino por la fuerza
de la demografía y del impulso renovador consustancial en el ser humano. El país es hoy más diverso, más
abierto y más progresista. Hispanos y asiáticos han ganado
posiciones en la política y en la economía. Las mujeres han acelerado su avance
hacia la igualdad. Como demuestran las encuestas, los norteamericanos son hoy
mucho más receptivos al control de las armas de fuego,
al respeto a los derechos de los homosexuales, al esfuerzo para controlar el
cambio climático, al entendimiento pacífico con otras naciones. Al mismo
tiempo, se ha reducido la influencia política
de los hombres blancos y, con ello, ha descendido el apoyo a la pena
de muerte o a la discriminación racial, ha bajado el número de personas
afiliadas a iglesias organizadas y el apoyo al uso de la fuerza en la política
exterior. La ambición por el éxito y el dinero, parte indivisible del carácter
estadounidense, está ahora mucho matizada por la criminalización generalizada
de las grandes fortunas y de los métodos inmisericordes de obtener el triunfo.
Le corresponde a Obama trasladar ese estado de la
opinión pública a propuestas precisas para la modernización del país. Una está
ya en marcha, la de la prohibición de las armas de guerra
y el control de la venta de todas las demás, en un esfuerzo de encaminar poco a
poco a esta nación, que posee la mitad de todas las armas privadas del mundo,
hacia una cierta normalización.
EE UU ha cambiado mucho en los
últimos cuatro años, no tanto por la capacidad resolutiva de Obama, sino por la
fuerza de la demografía y del impulso renovador consustancial en el ser humano
El resto de la agenda de este segundo mandato,
probablemente, será presentado el 12 de febrero en el discurso de Obama ante el
Congreso sobre el estado de la Unión. La que más inminente parece es la reforma migratoria. La Casa
Blanca y los demócratas quieren una ley global que incluya la legalización de
los, aproximadamente, 11 millones de inmigrantes sin papeles y resuelva, al
mismo tiempo, los problemas de seguridad fronteriza y otros que presenta el
actual sistema migratorio. Los republicanos pretenden dividir esa iniciativa en
varias leyes, de forma que se deje la legalización de los indocumentados para
el final o para nunca.
La modernización de EE UU exige también de forma
urgente una reforma energética. Este
año se ha extraído aquí más petróleo que en ninguno de las últimas tres
décadas. Se calcula que en 20 años más, este país no necesitará del petróleo de
Oriente Próximo para mantener su desarrollo. Debería esta esa ser la situación
idónea para que se plantee una inclusión gradual y económicamente asumible de
las energías alternativas, puesto que EE UU es también el responsable de cerca
del 20% de las emisiones de CO2 en todo el mundo, y Obama ha anticipado que
este es el momento de reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Todos estos cambios están, por supuesto, vinculados
a las posibilidades económicas y al presupuesto. Y éste último es una cuestión
de prioridades. Aprovechando que ha acabado la guerra de Irak y que está a punto de concluir también la de
Afganistán, Obama pretende reducir por primera vez desde hace 40
años el presupuesto militar. Para eso quiero situar al frente del
Pentágono a un republicano y a un veterano de guerra, Chuck Hagel,
que tendrá la difícil misión de convencer a los militares de que gasten menos.
Para la oposición republicana, la prioridad económica es la reducción del déficit público.
Obama comparte la necesidad iniciar la línea descendente en esa materia, pero
con la prudencia suficiente como para no poner en peligro el crecimiento.
Estabilidad económica, medio ambiente, ley
migratoria y control de armas sería, junto a la reforma sanitaria y la
creación de un nuevo clima de cooperación internacional, un gran balance del
que hablar dentro de cuatro. Pero serán cuatro largos años.
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