Majestuoso testimonio de un poder agostado

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miércoles, 23 de enero de 2013

Cameron convocará un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE


 

 

Si gana las elecciones de 2015, el primer ministro británico quiere renegociar la relación de Londres con Bruselas.

La consulta se celebraría antes del fin de 2017.

La iniciativa va más lejos de lo que se esperaba y puede ser vista como un chantaje en la UE.



WALTER OPPENHEIMER Londres 

Tras meses de dudas y cavilaciones, David Cameron se ha decidido a abrir la caja de Pandora de Europa. El primer ministro británico ha anunciado este miércoles que convocará antes de 2018 un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. El anuncio ha provocado euforia entre los euroescépticos del Partido Conservador pero cautela en el mundo económico: aunque muchos empresarios defienden el modelo de Europa de Cameron, temen que tantos años de espera provoquen demasiada incertidumbre entre los inversores.

 

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Los británicos podrán elegir entre permanecer en la UE o abandonarla una vez que Londres haya negociado una profunda reforma que favorezca los intereses británicos y que incluiría la devolución a los parlamentos nacionales de diversas políticas que ahora dependen de Europa. ¿Qué políticas? “Nada ha de estar fuera de la mesa [de negociación]”, se limitó a decir el primer ministro.
“Ha llegado el momento de que los británicos hablen. Ha llegado el momento de sellar la cuestión europea en la política británica”, declaró, solemne, en la sede de la agencia Bloomberg, en el centro de Londres. Su esperado discurso, tantas veces aplazado y que incluso tuvo que cancelar la semana pasada, cuando la crisis de Argelia le impidió pronunciarlo el viernes en Amsterdam, fue mucho más allá de lo que se esperaba hace tan solo unas semanas.

Hasta ahora había rechazado siempre la posibilidad de convocar un referéndum sobre la permanencia o la salida de Europa


Cameron endulzó su mensaje con evocaciones a la importancia que la construcción europea ha jugado para pacificar y estabilizar el continente tras dos guerras mundiales en el siglo XX. Aunque enseguida añadió que el objetivo de la UE hoy “no es conseguir la paz, sino asegurar la prosperidad”. Y por eso ha de cambiar.
El primer ministro se fijó un horizonte de reformas “para la Europa del siglo XXI” a partir de cinco principios: competitividad, porque “el corazón de la UE tiene que ser, como es ahora, el mercado único”; flexibilidad (“La UE tiene que actuar con la velocidad y la flexibilidad de una red, no con la pesada rigidez de un bloque”); flujo de poder hacia los Estados miembros, no sólo hacia Bruselas, por lo que hay que examinar qué hace la UE y qué debería dejar de hacer; rendición de cuentas democrática, o sea, “un papel mayor y más significativo de los parlamentos nacionales”; y justicia, sobre todo para evitar que los países que no están en el euro, como Gran Bretaña, sean tratados de forma distinta a los que están dentro. Y citó en concreto la coordinación fiscal y la unión bancaria, es decir, la City, en contradicción aparente con su credo de que el mercado único es el eje de la UE.

 

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Hasta este miércoles, Cameron había rechazado siempre la posibilidad de convocar un referéndum sobre la permanencia o salida de Europa. A lo máximo que parecía aspirar es a renegociar la posición de Reino Unido en la UE y someter el resultado de ese paquete a los británicos. Pero esa estrategia tenía dos grandes inconvenientes: por un lado, dejaba en el aire qué ocurriría si los votantes rechazaban ese acuerdo; por el otro, corría el riesgo de no atajar el auge del partido antieuropeo UKIP, que amenaza con robar muchos votos a los conservadores y facilitar así una victoria laborista en 2015.
Y eso, el auge del UKIP, es lo único que ha cambiado en los últimos meses. Ahora, el debate europeo queda amortiguado hasta después de las elecciones. Por eso su cambio de posición parece explicarse sobre todo por razones de interés personal y de partido. Así lo denunció el líder de la oposición, el laborista Ed Miliband. También recibió ácidas críticas del ex primer ministro Tony Blair, que rompió su tradición de no hablar de sus sucesores al declarar que la estrategia de Cameron “es un desastre”. Y le comparó con el policía de una comedia de Mel Brooks que amenaza con dispararse a si mismo en la sien si los malos no hacen lo que él les pide. También se desmarcó el número dos de la coalición, el líder liberal-demócrata y conocido europeísta, Nick Clegg.

Cameron sin duda ha reforzado su posición personal al rechazar 
las presiones de Estados Unidos y Alemania

Cameron pareció, sin embargo, ganarse por completo a los euroescépticos de su propio partido. Pero cosechó una mezcla de elogios y críticas de empresarios y economistas: muchos alaban su objetivo de britanizar Europa pero no su calendario, que temen que provoque cinco años de incertidumbre entre los inversores.
La apuesta de Cameron ha forzado a los laboristas a rechazar el referéndum, aunque su posición puede acabar cambiando. Y el primer ministro ha reforzado su posición personal al rechazar las presiones de Estados Unidos, que desconfía de un referéndum sobre la permanencia británica.
El líder tory confía en que la crisis del euro acabe forzando una reforma de los tratados para acomodar la UE a la nueva situación. Y ve ahí su gran oportunidad. No solo porque eso abre las puertas a una reforma más amplia que le permitiría introducir sus demandas sino porque tendría la fuerza del derecho de veto: si no le hacen caso, podría paralizar el nuevo tratado. Los alemanes ya han dicho que eso es chantaje, pero ya se sabe que el chantaje es una de las fórmulas habituales para forzar el consenso en Europa. Y, con la nada sorprendente salvedad de Francia, la cauta reacción de los socios, y sobre todo de Angela Merkel, hace pensar que Cameron tiene ya el compromiso alemán de hacer algún apaño con sus demandas.
Su gran problema sería que el núcleo duro de la zona euro, es decir, la propia Alemania, decida que en realidad no es necesario reformar los tratados para acomodarlos a la nueva Europa del euro. “Mi preferencia es que esos cambios afecten no solo a Gran Bretaña, sino a toda la UE. Pero si no hay apetito para un nuevo tratado para todos nosotros, Gran Bretaña debe estar preparada para afrontar los cambios que necesitamos en una negociación con nuestros socios europeos”, advirtió, desafiante.
No fueron sus únicas palabras con aromas de amenaza. “Con valentía y convicción creo que podemos conseguir una situación en la que Gran Bretaña esté cómoda y todos nuestros países puedan prosperar. Y déjenme decir que cuando llegue el referéndum, y si podemos negociar un acuerdo como ese, haré campaña [por la permanencia] con todo mi corazón y toda mi alma. Porque hay algo en lo que creo profundamente: que el interés nacional de Gran Bretaña está más garantizado en una UE flexible, adaptable y abierta y que esa UE es mejor con Gran Bretaña dentro”. Es decir, aunque no quiso aclararlo, que puede acabar haciendo campaña por la salida de Europa si no le dan lo que pide…

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