Un Obama, maduro y sereno a la
vez, acaba de iniciar con pie firme su segundo mandato presidencial .
En medio de la pompa y de la liturgia grandiosa de las grandes ceremonias
públicas norteamericanas recordó a los suyos que no se puede reemplazar la
política por el espectáculo. Aún en tiempos de dificultades y aunque sea cierto
que el clima en el país del norte ya no es uno de vigilia tensa frente a un
posible apocalipsis económico. Obama además se abrazó, con fuerza, a los
valores que conforman una Constitución que -durante más de doscientos años- ha
obrado a la manera de cimiento de la democracia duradera que caracteriza a la
nación todavía más poderosa del mundo.
La alocución presidencial tuvo
algunas referencias a la política exterior que fueron fundamentalmente
realistas. Así, por ejemplo, recordó a su pueblo que ya no
puede responder a las exigencias del mundo actual actuando en soledad. Es
cierto, del mismo modo que cuando el país del norte debió enfrentar al fascismo
y al nazismo, los Estados Unidos hoy necesitan actuar en el escenario mundial
con otras naciones que, en cada caso, compartan sus valores y visiones.
Su primera presidencia ha dejado ya
algunas huellas en materia de política exterior que no pueden dejar de
señalarse. Porque previsiblemente tendrán impacto en el andar futuro
Obama se
sigue alejando claramente del activismo o intervencionismo militar, en el que
no confía. Por esto señaló que "la seguridad la paz duraderas no requieren
de una guerra perpetua." Sin perjuicio, naturalmente, de "estar
siempre atentos con relación a aquellos que pudieran hacernos daño". En
apoyo de su visión, Obama recordó que su país ha podido -a través de la paz-
transformar a "enemigos juramentados" en "amigos seguros".
Alemania y Japón son una muestra de esto. Pero también lo es Vietnam.
En el
párrafo más directo de su alocución sobre la política exterior, Obama aseguró
que su administración defenderá a su pueblo y a sus valores, no sólo a través
de la fuerza de las armas, sino también del derecho. Con el empeño puesto
siempre en la solución pacífica de las diferencias. Para ello señaló que los
Estados Unidos permanecerán actuando a la manera de "ancla" en las
alianzas que ya existen en todo el mundo. También aseguró que trabajará en
dirección a renovar las instituciones a través de las cuales se tonifica la
capacidad de su país para manejar las crisis externas. La alusión incluye, sin
mencionarla, a las Naciones Unidas, en cuyo ámbito lo cierto es que el
progreso, hasta ahora al menos, ha sido muy escaso.
A lo antedicho Obama agregó el tradicional
compromiso norteamericano de apoyar a la democracia, desde Asia a África y
desde las Américas hasta Medio Oriente. Porque ello, sostuvo, es un imperativo
de conciencia. Pero agregó que también es necesario comprometerse con las
esperanzas de quienes viven en la pobreza, de los enfermos, de los marginados y
de las víctimas de los prejuicios. Privilegiando la tolerancia y estimulando la
generación de oportunidades para todos, así como respetando la dignidad humana
y la justicia.
Hasta aquí lo que tiene que ver con lo dicho por
Obama en materia de política exterior en el discurso pronunciado al asumir su
nuevo mandato. No obstante, lo cierto es que su primera presidencia ha dejado
ya algunas huellas en materia de política exterior que no pueden dejar de
señalarse. Porque previsiblemente tendrán impacto en el andar futuro de un
presidente que ya no estará urgido por lograr una re-elección. Ocurre que en
los Estados Unidos nadie, en su sano juicio, sueña con la posibilidad de una
re-elección eterna.
Obama entra en su segundo mandato
consciente de que, desde el 2014 en adelante, será presumiblemente un "pato
rengo" en materia de política interna
Obama
entra en su segundo mandato consciente de que, desde el 2014 en adelante, será
presumiblemente un "pato rengo" en materia de política interna. Pero
cabe advertir que ello no será necesariamente así en el capítulo de la política
exterior, donde presumiblemente tendrá más amplitud para tratar, de cara a la
historia, de lograr los objetivos que se proponga.
Obama ha demostrado ciertamente prudencia. Está
claro que no es, para nada, partidario de las grandes aventuras militares, a
las que ha sacado el cuerpo sistemáticamente. Así ha ocurrido en Medio Oriente,
en general. Y en Libia, Siria y Mali, en particular. El acento y la atención,
al tiempo de actuar, están ahora en la contra-insurgencia. A la manera de
Dwight D. Eisenhower, Obama parece privilegiar el diálogo calmo y la acción
sutil, por encima de recurrir, directa o indirectamente, a la utilización del músculo
militar.
Su país ya no tiene una presencia sustantiva en
Irak. Ha eliminado a Osama Bin Laden, pero no a Al-Qaeda. Y va camino a salir
de Afganistán, lo que no será tarea simple. En esto quizás deba enfrentar,
alguna vez, tanto a los radicales de la derecha, como de la izquierda
norteamericanas. Seguramente dejará que los europeos asuman el liderazgo en
aquellas acciones que tienen que ver con su vecindario, el de sus ex colonias.
Como sucede concretamente hoy en Mali.
En sus anunciados esfuerzos por dialogar con los
países más complejos, sólo ha avanzado en Myanmar, que parece estar dejando
atrás décadas de horror y autoritarismo militar. Por su parte, el diálogo con
Corea del Norte, Venezuela o Irán prácticamente no existe. Y la influencia
sobre Egipto, Israel y Pakistán parece haber disminuido notoriamente.
El presidente de los EE.UU. sumará
probablemente la necesidad de reconocer, con pragmatismo, cuales son los
límites reales que su país tiene en materia de política exterior
El tema
más complejo, que Obama seguramente deberá enfrentar a partir de mediados de
este año, es quizás el de Irán, país que tendrá elecciones presidenciales en
junio próximo y que parecería estar emitiendo señales que sugieren tímidamente
algún grado de voluntad de aproximación a la comunidad internacional, al haber
discretamente desviado buena parte del uranio que se enriquece en las 2.700
centrífugas de Fordo, para ser utilizado (con otro nivel, menor, de
enriquecimiento) en un reactor dedicado a la medicina que fuera suministrado a
Irán por los Estados Unidos, en tiempos del Shah.
A la lógica inevitable del realismo y la austeridad
en el plano doméstico, Obama sumará probablemente la necesidad de reconocer,
con pragmatismo, cuales son los límites reales que -en un mundo que definitivamente
ya no es unipolar- los Estados Unidos tienen en materia de política exterior.
Como nuevo
objetivo Obama seguirá seguramente cortejando a Asia y apostando a sus
mercados. Lo hará apoyado en el resurgir de su sector energético, que reduce la
dependencia de Medio Oriente, y en la posibilidad de compensar políticamente,
con discreción, la preocupación que en algunos países de esa región generan el
incesante crecimiento del poderío chino y el claro resurgir de su nacionalismo..
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