Majestuoso testimonio de un poder agostado

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miércoles, 23 de enero de 2013

El segundo mandato de Obama y la política exterior




Por Emilio Cárdenas | Para LA NACION

Un Obama, maduro y sereno a la vez, acaba de iniciar con pie firme su segundo mandato presidencial . En medio de la pompa y de la liturgia grandiosa de las grandes ceremonias públicas norteamericanas recordó a los suyos que no se puede reemplazar la política por el espectáculo. Aún en tiempos de dificultades y aunque sea cierto que el clima en el país del norte ya no es uno de vigilia tensa frente a un posible apocalipsis económico. Obama además se abrazó, con fuerza, a los valores que conforman una Constitución que -durante más de doscientos años- ha obrado a la manera de cimiento de la democracia duradera que caracteriza a la nación todavía más poderosa del mundo.
La alocución presidencial tuvo algunas referencias a la política exterior que fueron fundamentalmente realistas. Así, por ejemplo, recordó a su pueblo que ya no puede responder a las exigencias del mundo actual actuando en soledad. Es cierto, del mismo modo que cuando el país del norte debió enfrentar al fascismo y al nazismo, los Estados Unidos hoy necesitan actuar en el escenario mundial con otras naciones que, en cada caso, compartan sus valores y visiones.

Su primera presidencia ha dejado ya algunas huellas en materia de política exterior que no pueden dejar de señalarse. Porque previsiblemente tendrán impacto en el andar futuro

Obama se sigue alejando claramente del activismo o intervencionismo militar, en el que no confía. Por esto señaló que "la seguridad la paz duraderas no requieren de una guerra perpetua." Sin perjuicio, naturalmente, de "estar siempre atentos con relación a aquellos que pudieran hacernos daño". En apoyo de su visión, Obama recordó que su país ha podido -a través de la paz- transformar a "enemigos juramentados" en "amigos seguros". Alemania y Japón son una muestra de esto. Pero también lo es Vietnam.
En el párrafo más directo de su alocución sobre la política exterior, Obama aseguró que su administración defenderá a su pueblo y a sus valores, no sólo a través de la fuerza de las armas, sino también del derecho. Con el empeño puesto siempre en la solución pacífica de las diferencias. Para ello señaló que los Estados Unidos permanecerán actuando a la manera de "ancla" en las alianzas que ya existen en todo el mundo. También aseguró que trabajará en dirección a renovar las instituciones a través de las cuales se tonifica la capacidad de su país para manejar las crisis externas. La alusión incluye, sin mencionarla, a las Naciones Unidas, en cuyo ámbito lo cierto es que el progreso, hasta ahora al menos, ha sido muy escaso.
A lo antedicho Obama agregó el tradicional compromiso norteamericano de apoyar a la democracia, desde Asia a África y desde las Américas hasta Medio Oriente. Porque ello, sostuvo, es un imperativo de conciencia. Pero agregó que también es necesario comprometerse con las esperanzas de quienes viven en la pobreza, de los enfermos, de los marginados y de las víctimas de los prejuicios. Privilegiando la tolerancia y estimulando la generación de oportunidades para todos, así como respetando la dignidad humana y la justicia.
Hasta aquí lo que tiene que ver con lo dicho por Obama en materia de política exterior en el discurso pronunciado al asumir su nuevo mandato. No obstante, lo cierto es que su primera presidencia ha dejado ya algunas huellas en materia de política exterior que no pueden dejar de señalarse. Porque previsiblemente tendrán impacto en el andar futuro de un presidente que ya no estará urgido por lograr una re-elección. Ocurre que en los Estados Unidos nadie, en su sano juicio, sueña con la posibilidad de una re-elección eterna.

Obama entra en su segundo mandato consciente de que, desde el 2014 en adelante, será presumiblemente un "pato rengo" en materia de política interna

Obama entra en su segundo mandato consciente de que, desde el 2014 en adelante, será presumiblemente un "pato rengo" en materia de política interna. Pero cabe advertir que ello no será necesariamente así en el capítulo de la política exterior, donde presumiblemente tendrá más amplitud para tratar, de cara a la historia, de lograr los objetivos que se proponga.
Obama ha demostrado ciertamente prudencia. Está claro que no es, para nada, partidario de las grandes aventuras militares, a las que ha sacado el cuerpo sistemáticamente. Así ha ocurrido en Medio Oriente, en general. Y en Libia, Siria y Mali, en particular. El acento y la atención, al tiempo de actuar, están ahora en la contra-insurgencia. A la manera de Dwight D. Eisenhower, Obama parece privilegiar el diálogo calmo y la acción sutil, por encima de recurrir, directa o indirectamente, a la utilización del músculo militar.
Su país ya no tiene una presencia sustantiva en Irak. Ha eliminado a Osama Bin Laden, pero no a Al-Qaeda. Y va camino a salir de Afganistán, lo que no será tarea simple. En esto quizás deba enfrentar, alguna vez, tanto a los radicales de la derecha, como de la izquierda norteamericanas. Seguramente dejará que los europeos asuman el liderazgo en aquellas acciones que tienen que ver con su vecindario, el de sus ex colonias. Como sucede concretamente hoy en Mali.
En sus anunciados esfuerzos por dialogar con los países más complejos, sólo ha avanzado en Myanmar, que parece estar dejando atrás décadas de horror y autoritarismo militar. Por su parte, el diálogo con Corea del Norte, Venezuela o Irán prácticamente no existe. Y la influencia sobre Egipto, Israel y Pakistán parece haber disminuido notoriamente.

El presidente de los EE.UU. sumará probablemente la necesidad de reconocer, con pragmatismo, cuales son los límites reales que su país tiene en materia de política exterior

El tema más complejo, que Obama seguramente deberá enfrentar a partir de mediados de este año, es quizás el de Irán, país que tendrá elecciones presidenciales en junio próximo y que parecería estar emitiendo señales que sugieren tímidamente algún grado de voluntad de aproximación a la comunidad internacional, al haber discretamente desviado buena parte del uranio que se enriquece en las 2.700 centrífugas de Fordo, para ser utilizado (con otro nivel, menor, de enriquecimiento) en un reactor dedicado a la medicina que fuera suministrado a Irán por los Estados Unidos, en tiempos del Shah.
A la lógica inevitable del realismo y la austeridad en el plano doméstico, Obama sumará probablemente la necesidad de reconocer, con pragmatismo, cuales son los límites reales que -en un mundo que definitivamente ya no es unipolar- los Estados Unidos tienen en materia de política exterior.
Como nuevo objetivo Obama seguirá seguramente cortejando a Asia y apostando a sus mercados. Lo hará apoyado en el resurgir de su sector energético, que reduce la dependencia de Medio Oriente, y en la posibilidad de compensar políticamente, con discreción, la preocupación que en algunos países de esa región generan el incesante crecimiento del poderío chino y el claro resurgir de su nacionalismo..

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