El WI-FI implementado por el gobierno porteño tiene
filtros para contenidos violentos; las redes sociales y el chat, grandes
grietas del sistema; se multiplican los delitos como el robo de identidad.
Fuera del ámbito escolar, y en pleno receso por
vacaciones, un grupo de chicos se amontona frente a una pantalla desde la
puerta de un edificio. A pocas cuadras, otros aprovechan la comodidad de la
netbook y de los smarthones para conectarse sentados en el banco de una plaza:
miran videos en youtube, se meten en Facebook, se sacan fotos y las suben,
chatean.
Equipados
con las computadoras con conectividad inalámbrica a Internet -muchas de ellas
llegaron a las escuelas a partir de iniciativas como Conectar Igualdad o Plan
Sarmiento-, el uso de estas máquinas se extiende mucho más allá de las aulas.
La posibilidad de uso en la vía pública es cada vez más amplia: a las redes
privadas abiertas se le suman los accesos públicos gubernamentales. Entre estos
últimos está el plan del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, iniciado hace dos años en la plaza Houssay, y
que ahora tiene más de cien puntos de acceso desde diversos espacios públicos
como plazas, bibliotecas y otros lugares. La red se llama BA Wi-Fi.
Este sistema prevé un sistema de filtrado de
contenidos para menores. Básicamente, no se puede ver material pornográfico ni
violento. Así lo explica a LA NACION Andrés Ibarra, Ministro de Modernización
del gobierno porteño: "La herramienta utilizada para dar seguridad y protección
al menor es el filtrado de contenidos a través de un software que, por medio de
la categorización de los sitios y páginas de Internet según su contenido,
permite el acceso o no de forma automática".
Más allá de este tamiz de contenidos no aptos para
menores, quedan afuera las redes sociales, como por ejemplo Facebook. "Las
mismas redes son responsables de sus contenidos y por esto restringen la
publicación de material pornográfico", aclaran desde el área. Descansan en
el control de las propias redes -que requieren usuario y contraseña- y en la
responsabilidad del usuario. "No se puede inhabilitar una red
social", se defienden. "Menos restringir el chat, que es técnicamente
imposible".
Pero, ¿cómo se puede controlar el acceso de menores
a contenidos riesgosos o violentos que circulan en esas redes? ¿Cómo monitorear
el chat que habilita esas redes y que suele generar intercambios poco felices
para los chicos?
El
especialista informático Daniel Monastersky, CEO and Founder del sitio
Identidad Robada,informa que con la masificación del acceso a Wi-Fi
se incrementan año a año los delitos informáticos. "Los sistemas de WI-FI
públicos se abre una puerta muy importante para que existan estos delitos. Una
de las dificultades es que no se puede hacer una identificación y seguimiento
del usuario de estas redes", señala.
Sus declaraciones se apoyan en cifras. Desde la
División especial de investigaciones telemáticas de la Policía Metropolitana
informan que los delitos de este tipo se duplicaron en 2012 respecto de un año
antes. Contabilizan allí casos de pornografía infantil, amenazas y
hostigamientos, crimen organizado y narcotráfico, fraude electrónico y
suplantación de identidades. En el caso de las amenazas y hostigamientos, el
80% de los casos, que se multiplican mes a mes, se concretan en redes sociales
y foros.
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