Por Sebastián Premici/PÁGINA
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La relación Sur-Sur entre los países
emergentes es una definición política que excede la mera geografía y da cuenta
de un cambio en la correlación de fuerzas a nivel global. No es algo nuevo. En
la década de 1970 ya se había establecido el bloque de los Países No Alineados,
proyecto político que se vio suspendido tras la victoria del neoliberalismo en
Europa y Estados Unidos. Sin embargo, el crecimiento económico de los últimos
años por parte de los países emergentes, sumado a la sintonía política y los desajustes
de las recetas ortodoxas, potenciaron la conformación de un nuevo eje
geopolítico. El surgimiento de los Brics, la relevancia de los países del
Sudeste Asiático y Medio Oriente, el rol de la Argentina dentro del Grupo de
los 20 y la relevancia regional de la Unasur dan cuenta de este cambio. “El eje
político y económico Sur-Sur se convirtió en el motor de crecimiento del
mundo”, sostuvo Rebeca Grynspan, subsecretaria general de la ONU y directora
asociada del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), durante
un reportaje exclusivo de Cash.
Entre
1994 y 1998, Grynspan fue la vicepresidenta de Costa Rica. En diálogo
telefónico con este suplemento desde Nueva York, sede de la ONU, la economista
también afirmó que los países de Latinoamérica deberán seguir profundizando sus
lazos internos en un contexto internacional donde las nacionales emergentes
lograron alcanzar un crecimiento estructural de largo plazo. Para esta
especialista, el principal desafío de la región será mejorar la creación de
empleo a través de la tecnología y la generación de valor agregado.
A
partir de la crisis internacional, comenzaron a consolidarse varios bloques
políticos y económicos, como los Brics (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica), la Unasur o la participación de los países emergentes en el G-20.
¿Cuál es la incidencia real de estos bloques en el concierto internacional?
–El
surgimiento de estos bloques no se explica sólo por la crisis, sino que tiene
que ver con el resurgimiento del Sur. Hoy en el mundo no hay una división tan
clara entre Norte y Sur. En cambio, se ve una convergencia en los ingresos per
cápita entre ambas regiones del mundo que rompe la tendencia anterior. Lo que
ocurre en todos los países del Sur es que cambió la dinámica internacional. Tenemos
a China, India, Turquía, Indonesia, Brasil, y por su puesto Argentina y México,
que son países relevantes en cuanto a su producto bruto interno. Juntos
representan casi el 40 por ciento de la producción mundial. Hoy el eje Sur-Sur
se convirtió en el motor de crecimiento del mundo. Además, en el futuro podrían
consolidarse como las regiones con mayor concentración de clase media
emergente, con poder de compra. La importancia de este eje no sólo radica en
que cambia la distribución de la producción sino que cambia la dinámica del
consumo internacional.
Uno
de los ejes de la política económica de la Argentina ha sido la protección del
mercado interno y el consumo, políticas criticadas por el pensamiento ortodoxo.
–No
hay recetas en cuanto al balance entre el mercado interno y externo. Un país
como Costa Rica, por su tamaño, necesita de los mercados externos, pero es
distinto para los casos de Brasil, China o la Argentina. No hay que irse a los
extremos, hay que hacer un manejo prudencial de estas opciones. Por ejemplo, en
el plan quinquenal de China se ha propuesto mejorar el ingreso interno de su
población, es decir, aumentar el consumo promedio de su población. Las cadenas
de valor hacia el interior de los países asiáticos son muy fuertes. Por eso es muy
importante que desde Latinoamérica se plantee el tema regional, para darles
mayor dinamismo a los países de la región.
En
su reciente gira por los países del Sudeste Asiático, la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner sostuvo que a partir de la crisis global, los países
desa-rrollados pretendieron trasladar los costos de la crisis hacia los países
emergentes. ¿Cómo evalúa la respuesta de los países en desarrollo frente a este
contexto adverso?
–En
el mundo se está discutiendo, por primera vez, si efectivamente hay una
separación entre los países desarrollados y los emergentes. Y la conclusión a
la que hemos llegado es que se está viviendo un desacople a favor de la
autonomía de los países emergentes. Por primera vez, los países en desarrollo
están creciendo por su cuenta. Esta es una tendencia estructural de largo
plazo. De esta manera, muchas naciones han logrado cierta independencia
económica y un dinamismo mayor en comparación con otros ciclos.
A
partir de este análisis, ¿cómo evalúa la situación de los países
latinoamericanos?
–Los
países de esta región son un ejemplo para el resto del mundo. Esta es una de
las zonas del planeta que han logrado un crecimiento económico muy marcado, con
una fuerte reducción de la desigualdad. Latinoamérica es un ejemplo de
crecimiento con equidad, pero no por eso debe dormirse en los laureles. Todavía
hay mucho por profundizar, sobre todo en el campo de la tecnología, el
conocimiento y las distintas cadenas de valor.
Más
allá del fuerte crecimiento económico de la región, la crisis empezó a golpear
en algunos países. ¿Cuál cree que sería el mejor camino para profundizar la
creación de fuentes de trabajo?
–La
calidad del empleo es muy importante, y aquí entran a jugar el desarrollo
tecnológico y el conocimiento aplicado. Hay que aprovechar la bonanza del
precio internacional de las materias primas para mejorar el tipo de crecimiento
de cada uno de los países. Pensar en valor agregado y en profundizar las
cadenas de valor es pensar en más y mejores fuentes de trabajo.
En
relación con el precio de los commodities, algunos economistas y dirigentes en
la Argentina sostienen que el crecimiento de los últimos años fue explicado
solamente por el “viento de cola”. ¿Puede existir un crecimiento estructural en
toda la región basado solamente en el precio de los commodities?
–Las
condiciones positivas alrededor de las materias primas son un elemento
importante, pero no explican toda la historia del crecimiento en la región. No
veo por qué haya que sentirse mal por aprovechar las condiciones del mercado
internacional, cuando nunca fueron tan favorables como ahora. Es importante
usufructuar esta bonanza, que no se acabará de un día para el otro, para
invertir en educación, tecnología, incrementar el valor agregado de lo que
producimos. Tenemos que seguir disminuyendo la pobreza y alcanzar una mayor
cohesión social. Si aprovechamos esta oportunidad histórica, Latinoamérica
seguirá siendo un ejemplo para el mundo.
¿Qué
opinión tiene sobre las políticas de ajuste que el FMI está aplicando en los
países europeos?
–En
el FMI comenzaron a realizar una autocrítica, al reconocer que menospreciaron
los efectos de la recesión y la discusión por el endeudamiento. En este contexto
recesivo, es difícil salir de la crisis. Lo importante en relación con esta
institución, como también lo que compete al Banco Mundial, es que comenzó un
proceso para cambiar la estructura de gobierno, donde los países del Sur
tendrán un papel más importante. La voz de los países emergentes será muy
relevante
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