El centroizquierda de Bersani gana por la mínima en la
Cámara baja
El avance de Grillo y de Berlusconi en el Senado
aboca a la
ingobernabilidad
A la hora
de escribir esta crónica, Italia no se deja gobernar. Después de 15 meses de
Gobierno técnico y de dos meses de campaña electoral, los italianos no se
acaban de poner de acuerdo sobre su futuro. Con el 95,4% de los votos
escrutados, el centroizquierda de Pier Luigi Bersani parece tener más
posibilidades de ganar por los pelos en la Cámara de Diputados (29,75%) —y por
tanto obtener el bonus que otorga al ganador el 55% de los escaños—, pero el
gran problema está en el Senado. Aunque Bersani también obtiene un mayor número
de votos, la complicada ley electoral —que bonifica a los vencedores de cada
una de las 20 regiones— pone por delante en número de escaños a la coalición de
Silvio Berlusconi y la Liga Norte, que en la Cámara baja pisa los talones al
centroizquierda con un 28,96% de los votos. Las únicas certezas de la jornada
son los buenos resultados logrados por el Movimiento 5 Estrellas de Beppe
Grillo y el batacazo electoral, sin paliativos, de Mario Monti (10,59% en la
Cámara de los Diputados).
“Hay que
volver a las urnas”. A medida que avanzaba la tarde cada vez han sido más los
analistas que, en medio de la impotencia general, han advertido que la
situación surgida de las urnas es tan endemoniada que solo puede saldarse con
otras elecciones. La sorpresa no es tanto los buenos resultados de Beppe Grillo —el 25,5% de los votos en la Cámara de
Diputados y el 23,7% en el Senado—, que en las últimas semanas de campaña
consiguió arrastrar tras de sí a cientos de miles de ciudadanos descontentos
con la política tradicional, sino el respaldo que, dos décadas de escándalos
después, sigue cosechando Silvio Berlusconi. Después de poner al país al borde
de la quiebra, acosado por los procesos judiciales y dueño de un descrédito
personal y político sin parangón fuera de Italia, aún logra que más de una
cuarta parte de los electores sigan creyendo en él. O en sus promesas que —y
aquí puede estar una de las claves— incluyen la devolución de buena parte de
los impuestos cobrados por el Gobierno de Monti en el último año de Gabinete
técnico.
El profesor ha sido, sin ninguna duda, el gran derrotado. Y su
fracaso —la incapacidad de liderar un centroderecha que prefirió quedarse con
Berlusconi— repercute directamente en la gobernabilidad del país. En los
últimos días, fueron muchas las voces de Europa o de los mercados que rezaban
por un gobierno estable de coalición entre Bersani y Monti. Los dos no tuvieron
suficientes arrestos electorales, suficiente capacidad de ilusionar, como para
hacerlo posible. Sucumbieron ante la política del espectáculo. Silvio
Berlusconi ha basado su campaña electoral en la bufonada continua, sabedor de
que ya nadie lo cree decente y por tanto no tiene que parecerlo. Beppe Grillo,
por su parte, es un comediante. Su táctica ha consistido en poner el paraguas
del revés para recoger todo el cansancio, toda la rabia, toda la impotencia de
un país que se sabe rico y no sale de la pobreza.
Al final,
unidos unos datos con otros, se obtiene una palabra: ingobernabilidad. Con el
90% de los votos del Senado escrutados, el ganador en porcentaje de votos es
Pier Luigi Bersani, con el 31,8%, seguido de Silvio Berlusconi, con el 30,4%,
Beppe Grillo, con el 23,7%, y Mario Monti, con el 9,2%. Sin embargo, la actual
ley electoral, apodada “la cerdada” y que los partidos no lograron cambiar
durante el Gobierno técnico, otorga más senadores a Berlusconi (123) que a
Bersani (104), según proyecciones. Teniendo en cuenta que Monti solo obtendría
17 senadores, su posible acuerdo con Bersani no superaría el número de escaños
de Berlusconi. La llave, en este caso, sería Grillo, pero aunque en la política
italiana nada es descartable, no sería muy lógico que el Movimiento 5 Estrellas,
cuyo combustible ha sido la crítica a las malas artes de la casta política,
caiga en los mismos juegos políticos a la primera de cambio.
Así, el
panorama sería una Cámara de Diputados de centroizquierda y un Senado que
impediría la tramitación de cualquier decisión del Gobierno. Si el recuento
terminara así, sería el presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien
se vería en el brete de una decisión muy difícil. Según algunos analistas
consultados, el presidente podría encargar al líder del centroizquierda que
explorara la posibilidad de formar un gobierno con visos de estabilidad. Otra
opción sería que Bersani llegara a un acuerdo con Beppe Grillo con el único
objetivo de reformar la actual ley de partidos y, entonces sí, volver a
convocar elecciones. Hay todavía otras dos más. Aunque nunca se ha hecho, la
Constitución permite convocar elecciones solo para el Senado. La cuarta y
última posibilidad sería la de convocar nuevas elecciones.
Esta
situación absolutamente desquiciante tiene, sin embargo, un punto de consuelo.
Esto es Italia. Y hay décadas de experiencia en vivir políticamente sobre el
alambre. La última —de nefasto recuerdo para el centroizquierda— fue en 2006,
cuando el Gobierno de Romano Prodi solo sobrevivió dos años y gracias a que contó
con el apoyo de los senadores vitalicios. La diferencia es que ahora Italia se
encuentra bajo la atenta mirada de los mercados, que levantaron el pie sobre su
cuello hace 15 meses, como voto de confianza a las reformas emprendidas por
Monti, pero que ahora —ante el retorno de Berlusconi o la suprema duda de
Grillo— pueden entrar en pánico y contagiar a toda la zona euro. De hecho, en
la tarde de ayer, cuando los sondeos a pie de urna indicaban una victoria neta
del centroizquierda la bolsa subió inmediatamente. Horas después, cuando se
comprobó que la realidad pintaba en negro, sufrió un claro retroceso.
Aunque
aún pendiente del escrutinio, el delfín de Silvio Berlusconi, Angelino Alfano,
declaró: “¿Una gran coalición? Estamos dispuestos”. Una posibilidad que el
centroizquierda solo mira de reojo y como una pesadilla. Se habían vestido para
ir al entierro de Berlusconi y se encontraron con que más de seis millones de
italianos siguen queriéndolo vivo y dando guerra.
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