El
mandatario es elegido presidente por tercera vez con el 64% de apoyo
Más
de 100.000 personas arroparon su victoria en Moscú
Vladímir Putin fue
elegido ayer presidente de Rusia por un holgado margen y no tendrá que competir
en segunda vuelta. Con el 99% de los votos escrutados, obtenía el 63,81% de los
votos. En segundo lugar se situó el comunista Guennadi Ziugánov, con un 17,19%,
y en tercero, el multimillonario Mijaíl Prójorov, (más de un 7,78%). Seguían el
populista Vladímir Zhirinovski y, muy por detrás, el socialdemócrata Serguéi
Mirónov.
Putin fue presidente
durante ocho años, siendo elegido en 2000 con el 52,94% de los votos y en 2004,
con el 71,31%. Estos son los quintos comicios presidenciales desde 1991 en
Rusia, y el mandato del jefe del Estado ha sido ampliado ahora a seis años.
A las 23.00, Putin y el
presidente saliente, Dmitri Medvédev, subieron a un gigantesco escenario para
saludar a más de 100.000 personas, muchas de ellas trasladadas en autobuses
desde provincias, que esperaban escuchando un concierto en la plaza del Manezhe.
“Hemos ganado”, exclamó Putin en dos ocasiones. De su ojo derecho caían
lágrimas, que, según dijo después, fueron a causa del viento. “Hemos demostrado
que no se nos puede imponer nada ni nadie. Nuestra gente es capaz de distinguir
fácilmente el deseo de renovación de las provocaciones políticas cuyo único fin
es destruir el Estado ruso y usurpar el poder”, gritó. “No entregaremos la
victoria. Necesitamos esta victoria para que Rusia sea moderna, fuerte e
independiente”, dijo a su vez Medvédev.
Tras el éxito, Putin, no mostró el espíritu generoso e integrador
que el cargo de presidente de Rusia debería llevar consigo. En vez de captar a
sus oponentes para una tarea común por el bien del país, prefirió seguir
tratándolos como enemigos del Estado. Este tono inicial no parece el más
adecuado para buscar el consenso social con los rusos que han apoyado a los
otros candidatos y que dudan de la legitimidad de las elecciones. Con todo, el
secretario de prensa del líder, Dmitri Peskov, dijo que Putin está dispuesto a
dialogar con la oposición y calificó a este de “pragmático absoluto en política
y en todos los otros campos”.
Los comunistas han
denunciado nuevos métodos de falsificación consistentes en listas extras de
votantes y la aparición en las últimas semanas de cerca de 2000 colegios
electorales situados en empresas y lugares de difícil acceso para los
observadores. Además, denuncian el uso irregular de los boletines de
desplazados, que han sido repartidos en grandes cantidades. Estas estratagemas,
de ser ciertas, habrían “desplazado” el fraude a una fase más temprana del
proceso electoral. Si en diciembre, las actas de los colegios se reescribían
para el recuento en los distritos, ahora se habrían manipulado las listas de
electores, que son controladas por la Comisión Electoral
Central. Un total de 93.000 cámaras, enfocadas sobre las urnas y la mesa
electoral, fueron instaladas en los colegios de todo el Estado, desde
Kamchatka, a 8000
kilómetros al Este de Moscú, hasta Kaliningrado, a 1.100 kilómetros
al oeste.
La elección de Putin
supone que Occidente tendrá que seguir tratando con un político desconfiado,
competitivo y deseoso de restablecer el carácter de superpotencia de Rusia,
pero incapaz hasta ahora de realizar reformas de amplio calado y de frenar la
corrupción que medra en las estructuras del Estado. Los rusos que le han votado
esperan que cumpla sus promesas populistas, que implican grandes desembolsos.
Debido a los comicios, las subidas anuales de tarifas y servicios públicos se
congelaron hasta el verano.
El equipo del primer
ministro calificó los comicios como “los más limpios en toda la historia de
Rusia”. La oposición, sin embargo, pone en entredicho el proceso, aunque dos de
sus líderes, el socialdemócrata Serguéi Mirónov, y el populista Vladímir
Zhirinovski sí han aceptado los resultados. “Las elecciones a la presidencia
del 4 de marzo no han sido ni limpias ni justas, ni transparentes”, dijo
Ziugánov, quien aseguró que no va a felicitar a nadie por la victoria. “Vamos a
aumentar la presión callejera e intelectual”, sentenció. Por su parte, el
candidato Prójorov dijo haber contabilizado más de mil irregularidades.
Mientras por el primer
canal de la televisión estatal los especialistas debatían en directo sobre la
legitimidad de los comicios y la necesidad de tomarse en serio las denuncias de
fraude, los partidarios de Putin se lanzaron a celebrar la victoria en el centro
Moscú. Este espacio fue custodiado durante todo el día por un impresionante
dispositivo policial que, con autobuses, camiones y barreras metálicas, cerró
el acceso hasta que se dio luz verde a los partidarios de Putin.
Más allá de la arrogante
demostración de fuerza de la plaza, los politólogos advertían de que, tras la
victoria, es necesario tender puentes entre los vencedores y la oposición.
“Putin debe aspirar a ser el líder de todos”, opinó el nacionalista moderado
Serguéi Baburin, mientras el comentarista Nikolái Zvanidze afirmaba que “la
confrontación ha sido azuzada por parte de las autoridades”. “Putin tiene que
comprender que hay gente que no va a aceptar los resultados”, manifestó el
politólogo Glev Pavlovski, según el cual “si no se ponen de acuerdo, las cosas
irán mal y muy deprisa”.
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