A
lo largo de la "década ganada", el Gobierno ha demostrado que la
adversidad le sienta bien. Para Néstor Kirchner y, sobre todo, para su viuda, la
escasez de poder siempre fue un estimulante intelectual. El exceso, en cambio,
les nubló el juicio. Como en otras oportunidades en las que se vio jaqueada,
esta semana la Presidenta recolocó las piezas y orientó de otro modo la
partida.
Su innovación más
importante fue designar a Jorge Capitanich jefe de Gabinete. Falta mucho para
conocer el resultado de esa apuesta. Pero el ingreso de Capitanich a la Casa
Rosada tiene, en potencia, la capacidad de reconfigurar toda la política.
Hasta
ahora, el Gobierno caminaba detrás de un objetivo: replegarse sobre su propia
base electoral para enfrentar a la próxima administración con las banderas del
"proyecto nacional y popular". Ya que no podía retener el poder,
reforzaría su identidad frente a la previsible "reposición conservadora".
Más
que mirar al año 2015, tenía la vista puesta en 2017. La incorporación de
Capitanich contradice esa lógica. El gobernador del Chaco se subió a la
plataforma de la administración central para participar desde allí en la
disputa sucesoria. Como para los gobernadores e intendentes del peronismo, el
horizonte político de Capitanich está en las elecciones presidenciales. A ellos
les interesa más el poder que la identidad. Y pretenden que también esta
expectativa modele la vida del Gobierno.
Un
ejemplo ajeno a la Argentina permite pensar mejor la nueva escena. Impedido de
acceder a otra reelección, Lula da Silva convirtió a Dilma Rousseff en su jefa
de Gabinete en 2005. ¿Será Capitanich el "Dilma" de la señora de
Kirchner?
Como
en toda comparación, el verdadero servicio de ésta es ayudar a entender las
diferencias, no las semejanzas. Lula escogió a una heredera sin peso político,
un cuadro técnico, una gerenta. Rousseff ni siquiera pertenecía al PT. Además,
su padrino estaba en la cima del prestigio. En el oficialismo brasileño nadie
necesitaba diferenciarse de él para ganar una elección.
Entre
Cristina Kirchner y Capitanich el trato es otro. El jefe de Gabinete/candidato
requiere que su madrina admita correcciones, de tal modo que su experiencia sea
heredable. Las patologías son conocidas: inflación, inseguridad, déficit
energético, entredichos internacionales. Y la más urgente: falta de dólares.
A
propósito de la sucesión de Silvio Berlusconi, Beppe Servegnini describió el
dilema en Il Corriere della Sera: "Personalidad, encanto, amor propio [?]
son las cualidades que el electorado moderno reclama. Pero esos mismos
elementos vuelven difícil la sucesión: el líder carismático ve al heredero como
la prueba de la propia mortalidad política y termina por detestarlo".
Ayer
la Presidenta habló con pragmatismo: reconoció la crisis de financiamiento y
dijo que está dispuesta a "escuchar todas las propuestas, si no son meros
esbozos". En cambio, si se obstinara en permanecer igual a sí misma, la
carrera de Capitanich podría arruinarse. Sin embargo, si él amenazara con dejar
la administración, ella quedaría al borde del naufragio. ¿Quién devorará a
quién? ¿O lograrán la cuadratura del círculo, el cambio en la continuidad?
Capitanich
ha sido el gobernador que más riesgos tomó en defensa del Gobierno en disputas
muy costosas, como el conflicto con el campo o la guerra contra el periodismo
crítico. Pero no es un cruzado de la "batalla cultural". Trata con el
sector agropecuario; conoce el mundo financiero; cultiva amistades en el
gobierno de los Estados Unidos; es capaz de defender las posturas de la Iglesia
ignorando el laicismo más elemental. Además, en el año 2001, cuando fue jefe de
Gabinete de Eduardo Duhalde, navegó por el ojo del huracán junto con Jorge
Remes Lenicov.
El
director del Cippec, Fernando Straface, propuso en un estudio dos modelos de
jefe de Gabinete: el de un primus
inter pares autónomo, casi un
primer ministro, o el mero gestor que hace las veces de vocero y comisionado
del presidente. ¿Qué estilo adoptará Capitanich? ¿Llamará a reuniones de
gabinete? ¿Urdirá una liga federal de sostén a su gestión? ¿Dialogará con la
prensa? ¿Negociará con el empresariado? De cómo despeje estas incógnitas
dependerá su papel en 2015. Si conseguirá dar continuidad al actual gobierno o
si sólo será el instrumento de un experimento de fragmentación en el que
termine embarcándose la Presidenta.
Estos
acertijos son vitales para Sergio Massa y Daniel Scioli. Massa diagrama su
carrera con la hipótesis de que el kirchnerismo ha secado su fuente de poder.
Capitanich intentará demostrar que se puede sobrevivir aun sin reelección. Para
Scioli el cuadro es deprimente: no se unió a Massa para ser el delfín de la
Presidenta y ahora descubre que ella prefiere a otro.
La
designación de Axel Kicillof en el Palacio de Hacienda es otro cambio
significativo. Los mercados se alarmaron con la promoción de un estatista,
formado en el marxismo, admirador de lord Keynes en la versión de revisionistas
como Hyman Minsky.
Pero
la expansión de Kicillof puede ser engañosa. Lo apuntó anteayer Javier González
Fraga: por primera vez este funcionario reportará a alguien que, como
Capitanich, sabe también de Economía y está entrenado en el manejo del Estado.
¿Arriesgará Capitanich su carrera por las veleidades ideológicas de alguien a
quien también él llama "el soviético"? ¿O tomará para sí la
conducción del área económica?
Kicillof
es dogmático, pero no tanto. Con tal de estar en el Gobierno dejó de criticar
las adulteraciones del Indec. En sus diatribas contra la YPF "de
Repsol" se mordió la lengua antes de mencionar a los Eskenazi, que, como
él sabe, eran los verdaderos gerentes de la empresa. Y no tuvo reparos en
firmar el acuerdo secreto con Chevron, a pesar de su catilinaria contra las
multinacionales petroleras.
¿Cuál
será la próxima flexión de Kicillof? Tal vez renuncie al desdoblamiento
cambiario. La Presidenta no termina de aceptarle la idea. Además, ahora habrá
que convencer también a Capitanich y a Juan Carlos Fábrega, que, como anticipó
LA NACION, entregó la política monetaria y cambiaria a la burocracia del Banco
Central: nombró gerente general a Juan Carlos Isi, un experto en regulaciones
financieras que tal vez no sigue a Minski. El debut: anteayer se registró una
devaluación del dólar oficial de 0,6%, el mayor escalón diario de los últimos
cuatro años.
Fábrega
fue decisivo para la otra gran novedad: el ostracismo romano de Moreno. El
secretario de Comercio renunció cuando Fábrega entró al Central. El principal
resorte de poder de Moreno era, en los últimos tiempos, el control de las
operaciones del banco. Todos los días recibía una lista con los requerimientos
de dólares de las empresas, que devolvía marcada con resaltador verde o
colorado.
Fábrega,
que conocía esa rutina, pidió la cabeza de Moreno. Le sorprendió que Cristina
Kirchner se la concediera sin resistencia. No era el único verdugo: desde hacía
meses Kicillof atormentaba a la Presidenta con quejas contra el secretario.
Tuvo éxito: antes de que La Cámpora capturara esa oficina, la cubrió con Augusto
Costa, su álter ego. Kicillof desdeña a los amigos de Máximo Kirchner por
cierta inconsistencia intelectual.
La
partida de Moreno tiene un significado de primera magnitud. Los feligreses
oficiales no aprecian a ese excéntrico ferretero por el resultado de sus
políticas. Para ellos su mérito ha sido encarnar, con la extravagancia de un
personaje de Titanes en el
Ring , la lucha contra
"los enemigos del pueblo". A la cabeza de ellos, los medios críticos.
Para un grupo que sólo tiene conciencia de sí mismo cuando entra en conflicto
con el otro, las procacidades y pantomimas de Moreno eran un signo del curso
correcto de la historia. ¿Quién cumplirá ahora ese papel? ¿O la terapia
cognitiva lo habrá vuelto prescindible?
El
relevamiento de Moreno fue inevitable después del resultado electoral. La
presión cuerpo a cuerpo necesita, como método de política económica, el
respaldo de los votos. Desvanecida en las urnas la ilusión de eternidad, los
telefonazos de Moreno a las empresas corrían el riesgo de envejecer en los
contestadores automáticos.
El
exilio del secretario pone a Cristina Kirchner ante un desafío: tal vez deba
resignarse a administrar la economía fijando reglas generales. Una opción
angustiante para alguien que, en vez de atribuir los desajustes a una impersonal
mano invisible, tiende a creer en maquinaciones conspirativas. ¿Habrá que
esperar más sorpresas? Anoche en el mercado petrolero circulaba la versión de
que se crearía un Ministerio de Energía para Miguel Galuccio, quien dejaría al
frente de YPF a Fernando Giliberti.
Con una reestructuración
tan ambiciosa, hasta podría cubrirse la Secretaría de Lucha contra el
Narcotráfico, vacante desde marzo. Para semejante ola reformista, sería apenas
un detalle..
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