Pese a la gran diferencia con sus rivales, el
resultado obligará la socialista a pactar con la derecha las grandes reformas.
El
holgado primer lugar que obtuvo el domingo la exmandataria Michelle Bachelet,
que alcanzó un 46% en las presidenciales chilenas, han tenido un sabor un poco
amargo. No solamente porque la candidata de centroizquierda no logró vencer en
primera vuelta, como la propia postulante esperaba, sino porque la fuerza de su
coalición en el Parlamento no es suficiente para aprobar algunas reformas clave
de su programa sin el acuerdo de la derecha.
Una de
las propuestas emblemáticas pasa por un profundo cambio a la Constitución de
1980, aprobada por Augusto Pinochet en un cuestionado plebiscito. Para llevar
adelante esa iniciativa, requiere de dos tercios del Congreso, es decir, 80
diputados y 25 senadores. La Nueva Mayoría, sin embargo, logró 68
representantes en la Cámara Baja y 21 en la Alta. La candidata socialista
quiere establecer un Estado laico, asegurar derechos sexuales y garantizar “la
igualdad social”, entre otras cosas.
Bachelet
pretende que las reformas constitucionales se acuerden en el Congreso, entre
todos los sectores políticos, pero no ha descartado el mecanismo de llamar a
una Asamblea Constituyente. La socialista es reticente a esa fórmula, ya que
produciría una polarización política y dificultaría la puesta en marcha de su
programa. En las elecciones del domingo, un 8% de los electores escribió las
letras “AC” en su voto para pedir la participación social en el cambio constitucional,
después de una fuerte campaña de un movimiento llamado Marca tu Voto.
La
socialista obtuvo 21% de ventaja sobre la candidata de derecha, Evelyn Matthei,
que celebró como una victoria su 25% de respaldo y su paso a la segunda vuelta
del 15 de diciembre. La diferencia deja a Bachelet a un paso de regresar a la
Moneda en marzo, pero antes deberá sobrellevar un mes de campaña con ciertas
dificultades.
La
expresidenta se ha comprometido a cambiar el sistema electoral vigente,
binominal. Instalado en últimos meses de la dictadura con el objeto de
garantizar estabilidad entre las dos grandes fuerzas políticas, su reforma ha
sido uno de los emblemas de la campaña de Bachelet, que busca un modelo de
mayor proporcionalidad. Para esta reforma necesita tres quintos en el Senado y
la coalición Nueva Mayoría tampoco los tiene.
El
escenario es menos complejo en las reformas que buscan la gratuidad universal
en la educación y el fin del lucro en todo el sistema educativo que use
recursos del Estado. Para llevar adelante esta iniciativa, Bachelet necesita de
cuatro séptimos en la Cámara de Diputados y en el Senado, un apoyo que podría
alcanzar sumando a independientes.
El
conglomerado opositor ganó 11 diputados en la Cámara: de 57 pasó a 68. En el
Senado ganó un representante y, de los 20 que tenía, llegó a los 22. Esta
fuerza le permitirá aprobar las medidas que requieren de una mayoría simple,
como la reforma tributaria y las laborales. También logrará llevar adelante
cambios a los sistemas de pensiones.
Pretende que las reformas constitucionales
se acuerden en el Congreso, pero no ha descartado el mecanismo de llamar a una
Asamblea Constituyente
Las altas
expectativas de dar un golpe de efecto en la presidencial y conseguir un
triunfo arrollador en la parlamentaria, terminaron por convertirse en una
trampa para la candidata socialista. La confianza del centroizquierda convirtió
su holgado triunfo en un interrogante respecto de la fuerza que tendrá para
llevar a cabo las profundas reformas que contiene su programa de Gobierno.
Sobre todo considerando que la participación con un sistema de voto voluntario
fue del 56%, la cifra más baja desde el regreso a la democracia en 1990.
Bachelet
obtuvo una votación similar a la que alcanzó en la primera vuelta electoral en
2005, cuando logró un 45,96% de los sufragios. Para algunos analistas, la
sociedad no está completamente en sintonía con los cambios de la socialista,
sino con posturas vinculadas con los beneficios del modelo de mercado. En 2012,
poco después de las protestas de los estudiantes, una encuesta del Centro de
Estudios Públicos mostró que buena parte de los chilenos valora la sociedad
capitalista e ideas como la distribución de la riqueza en base al esfuerzo.
Una de
las incógnitas es cómo se comportará el electorado que no acudió a votar o votó
por el exsocialista Marco Enríquez-Ominami, que obtuvo el segundo lugar con el
10,98%, y del empresario Franco Parisi, que logró el 10,11%. Los ya
excandidatos no endosaron su apoyo a Bachelet ni a Matthei, pero ambas
candidatas apelan a capturar parte de su respaldo.
Pese a
que la derecha transita por uno de sus momentos más complejos, con la campaña
presidencial más accidentada de los últimos años, evitó una debacle en el
Parlamento e impidió que se rompiera una cierta correlación de fuerzas que ha
estado vigente en Chile durante los últimos 23 años. Mantuvieron su número de
senadores en 16, aunque perdieron seis representantes en la Cámara de
Diputados, bajando de 55 a 49.
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