Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 22 de noviembre de 2013

El primer presidente que reconoció el poder de los hispanos



CRISTINA F. PEREDA Washington/EL PAÍS 





 “Estoy muy contenta de estar en el gran Estado de Texas...” Así comenzó su discurso Jackie Kennedy en la noche del 21 de noviembre de 1963. Acompañaba al presidente en un acto celebrado por una de las organizaciones hispanas de Houston (Texas). “Me siento muy feliz de estar hoy aquí, pero para que quede totalmente claro, invito a mi esposa a que diga unas palabras también”. John Fitzgerald Kennedy, apenas 15 horas antes de morir, se había convertido en el primer presidente estadounidense en reconocer la importancia del voto hispano.
Sus palabras, recibidas con un fuerte aplauso y gritos de ¡Viva Kennedy! eran un agradecimiento a la campaña que hicieron a su favor los mexicanos desde Texas hasta California, contribuyendo a su victoria en 1960. Entonces, Kennedy perdió el respaldo de los electores blancos de Texas por 150.000 votos. El 85% de los texanos de origen mexicano, cerca de 200.000, compensaron esa pérdida ayudando a que el candidato demócrata venciera en un Estado clave para llegar a la Casa Blanca.
Kennedy también venció en Nuevo México, California, Arizona e Illinois, pero tardaría tres años en reconocer la influencia de los votantes hispanos y el trabajo de numerosas organizaciones locales que, bajo mismo lema que escuchó la última noche de su vida, Viva Kennedy, recabaron votos para su campaña.
La mayoría de esas asociaciones pertenecían a LULAC, La Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, que apenas un mes antes de la visita del presidente demócrata ni siquiera se atrevía a soñar con su presencia en aquella ceremonia. Pero allí estuvo Kennedy y allí, rodeado por un grupo de mariachis, ofreció un breve discurso en el que habló de América Latina como un aliado para la paz y la prosperidad en el hemisferio.


Los historiadores han bautizado aquella aparición como la primera ocasión en que un presidente de EE UU celebra el poder y la influencia del voto hispano en las elecciones. Desde 1960 hasta 2012, el grupo de población -y de votantes- de mayor crecimiento demográfico de las últimas décadas ha demostrado que su palabra puede decidir quién es el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Kennedy logró el 85% del voto mexicano-americano. Cuatro décadas después, un republicano de Texas, George W. Bush, sería el último candidato de su partido en llegar a la presidencia con un amplio respaldo de los hispanos, el 40%. Ese porcentaje ha sido marcado ya como la cifra mágica que deberá superar cualquier republicano para regresar a Washington. Obama lo ha puesto aún más difícil: su reelección se debe, en buena parte, al 70% de los hispanos que le dieron su voto.
El respaldo hispano a Kennedy, un candidato demócrata de Massachusetts, superó uno de los mayores obstáculos de la época al voto de las minorías raciales. Cuando muchos establecimientos públicos todavía colgaban carteles que prohibían el paso a negros y mexicanos, cuando éstos aún debían pagar la llamada “tasa electoral” (poll tax) para votar, los bautizados como clubes ‘Viva Kennedy’ desafiaron las normas registrando a votantes en el Sur del país.
El presidente demócrata sería precisamente el responsable de allanar el camino para las históricas leyes de Derechos Civiles (1964) y de Derecho a Voto (1965), que acabaría aprobando su sucesor. Centradas fundamentalmente en eliminar la discriminación que afectaba a millones de afroamericanos en todo el país, especialmente en los Estados sureños, los estadounidenses de origen mexicano también abogaron por eliminar medidas como las tasas electorales, un obstáculo de 1,5 dólares que impedía que muchos de ellos ejercieran su derecho a votar.
Desde 1960, el voto de los hispanos se ha multiplicado hasta los 12.5 millones que se estima participaron en las últimas elecciones. Muchos han identificado la primera victoria de Obama, en 2008, como la primera muestra del poder hispano. Pero puede que Kennedy, casi medio siglo antes, supiera que su influencia solo acababa de empezar. 

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