A seis días de las
elecciones, Mitt Romney ha reanudado hoy su campaña en Florida y Obama lo hará
mañana en Nevada y Colorado.
Con todos sus galones de
comandante en jefe y máxima autoridad nacional, Barack Obama ha intentado hoy
reivindicar su presidencia entre los afectados por el huracán Sandy, en un
esfuerzo que podría tener un impacto considerable en las elecciones del próximo
martes. Discretamente, sin artificiales baños de masas, acompañado por uno de
sus más reconocidos rivales, Obama ha tratado de demostrar que sigue siendo una
figura relevante, y que el Estado que él defiende frente a la pasión
privatizadora de los republicanos sigue jugando un papel importante en la
mejora de la vida de los ciudadanos.
En un encuentro con
algunos de quienes más han sufrido la enorme tormenta, el presidente ha
prometido que los responsables de los distintos niveles del gobierno van a
ocuparse de paliar esta catástrofe “el tiempo que sea necesario”. “Quiero que
estén seguros de que el gobernador está trabajando tiempo extra para que todos
puedan reanudar su vida normal. El país entero ha visto lo que ha ocurrido y
cómo New Jersey ha sido afectado”, dijo. “Excepto mi jefe”, respondió alguien
entre la audiencia. “Bien, excepto su jefe. Si quiere que le dé una llamada,
hágamelo saber”, contestó Obama.
Es difícil
saber qué es lo que puede decidir el destino de esos pocos miles de votos que
el 6 de noviembre marcarán la diferencia, si los fundamentos de esta campaña –la
economía, el paro- seguirán prevaleciendo en el instante final o si cualquier
detalle inesperado, como el comportamiento de cada candidato en estas horas
difíciles para millones de afectados por el huracán, romperá el empate actual.
Las encuestas,
actualmente, permiten toda clase de elucubraciones. El juego de comparar cifras
y tendencias en uno u otro estado puede llevar tanto a la victoria de Obama
como de Mitt Romney, según los movimientos que se realicen y la intención de
quien los haga. Con el máximo esfuerzo de imparcialidad, los datos parecen
favorecer al presidente, sobre todo por su ventaja en el Estado de Ohio. Pero
lo cierto es que cualquier cosa puede ocurrir y que los seis días que quedan
para que comience el recuento es tiempo suficiente para que Romney ponga los
números a su favor.
En estas circunstancias,
la llegada de Sandy ha sido un elemento de perturbación electoral, además de
meteorológica. Ambas campañas han tenido que adaptarse a una realidad para la
que no estaban preparados, como es el hecho de que, ante semejante adversidad,
el estado de ánimo de los ciudadanos cambia, y cambia también su actitud ante
la política y los políticos.
Obama
suspendió de inmediato se campaña. Quizá,
estando sentado en el Despacho Oval, no tenía otra alternativa. Romney canceló
algunos actos, pero mantuvo los de Ohio. El candidato republicano ha reanudado
la plena actividad hoy, con tres mítines en Florida, otro de los estados
decisivos. El demócrata lo hará mañana en Nevada, Colorado y Wisconsin.
Ambos han cambiado el
tono después de Sandy. En su discurso en Tampa, Romney no ha criticado en
ningún momento al presidente. A los dos lados de su tribuna había pantallas en
las que no se proyectaba propaganda electoral sino los teléfonos de Cruz Roja
para ayudar a las víctimas del huracán. Retorciendo su oratoria, Romney ha
comparado su proyecto de rescatar la economía del país con el modelo ideal de trabajo
solidario que se necesita para rescatar a las víctimas de Sandy.
Obama, por su parte, ha
tenido mucho cuidado en New Jersey de evitar cualquier comentario que hubiera
podido ser entendido como un aprovechamiento político de esta tragedia. En
realidad, no lo necesitaba. Su recorrido por las áreas más devastadas, junto al
gobernador republicano más influyente del país, Chris Christie, y los
principales responsables de devolver esta zona a la normalidad, tiene más
fuerza por sí mismo que cualquier acto político.
No pasará mucho tiempo,
sin embargo, antes de que Obama sea acusado por alguno de sus enemigos de haber
utilizado Sandy. Hasta ahora, la verdad, no hay pruebas en ese sentido. El
presidente ha estado, eso sí, especialmente sensible a los efectos de la
tragedia. Ha hablado con todos los gobernadores y una gran parte de los
alcaldes de los lugares afectados, y les ha pedido que, para evitar cualquier
entorpecimiento burocrático, le llamen a él, personalmente, cada vez que
encuentren un obstáculo. Hoy ha llamado a un hospital de Nueva York para
interesarse por los medios de los que se disponían para atender a las víctimas
y felicitar a los médicos por su trabajo. Todo eso puede acabar beneficiando
electoralmente al presidente, pero sólo desde el extremo cinismo podría decirse
que lo ha hecho con ese fin.
La visita a New Jersey
ha despertado, pese a todo, algunas sospechas. ¿Por qué New Jersey, el hogar
del famoso Christie? ¿Por qué no Nueva York, donde el alcalde, Michael
Bloomberg, no veía la visita con muchas simpatías? Respecto a esto último, la Casa Blanca ha
aclarado que Obama, de mutuo acuerdo con Bloomberg, pensó que su presencia en
Manhattan, donde el área de daños es mucho más limitada y donde el
desplazamiento presidencial exige una logística mucho más complicada, podría
entorpecer las labores de reconstrucción.
Respecto a New Jersey, el
portavoz del presidente, Jay Carney dijo lo siguiente: “New Jersey fue, desde
todos los puntos de vista, el estado más golpeado. Es completamente apropiado
que el presidente visite New Jersey y reciba información de primera mano sobre
el trabajo de reconstrucción de los daños ocasionados por el huracán Sandy.
Esta no es hora para la política”.
New Jersey no es, en
este momento, un lugar de disputa electoral. Estado tradicionalmente demócrata,
Obama tiene una ventaja suficiente en las encuestas como para dar prácticamente
por segura su victoria. No ha hecho campaña en ese territorio. La única ventaja
política imaginable de su presencia en New Jersey es que le da la oportunidad
de compartir espacio con Christie, un feroz crítico de Obama, lo que sirve para
resucitar de alguna manera su mensaje a favor de la colaboración entre los
partidos. Obviamente, ese es el principal temor de la campaña de Romney, que
esta mañana ha hablado de bipartidismo profusamente
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