El
Gobierno de Monti advierte sobre la práctica de engordar los contratos públicos
en un 40%.
A Italia la corrupción
le sale cara, muy cara. Tirando por lo bajo, 60.000 millones de euros al año.
Un libro blanco sobre la corrupción que acaba de confeccionar el Gobierno de
Mario Monti da por buena esa cifra del Tribunal de Cuentas, pero reconoce que
el coste real es mucho mayor si se tienen en cuenta la “renuencia de las
víctimas a denunciar los hechos corruptos”, la práctica habitual de engordar un
40% los contratos de las grandes obras públicas y, envolviéndolo todo, una
burocracia viciada, lenta e ineficaz que se convierte en el mejor caldo de
cultivo para la corrupción. El resultado no puede ser más triste: según datos
de 2011 de Transparency International, Italia es el
cuarto país más corrupto de la
Unión Europea , solo por detrás de Bulgaria, Grecia y Rumania.
Estos datos, que ahora
se ponen negro sobre blanco pero que son el gran secreto a voces de Italia, han
llevado a Mario Monti y a sus ministros a colocar en un lugar destacado la
lucha contra la corrupción. Según el jefe del Gobierno técnico, “la propagación
de las prácticas corruptas mina la
confianza de los mercados, desalienta la inversión extranjera y provoca, por
tanto, una pérdida de competitividad del país”. La medida más
urgente, no se cansa de repetir Monti, es predicar con el ejemplo. Que la clase
política italiana, por algo conocida como La Casta , no solo controle los gastos astronómicos,
sino que los haga más transparentes y, sobre todo, sea menos condescendiente
con quienes, valiéndose de la política, incurren en prácticas corruptas.
Después de muchos
rodeos, los partidos políticos se disponen a aprobar en las próximas horas una
ley anticorrupción que, entre otras cosas, impida que los ya condenados por
prácticas irregulares puedan volver a presentarse a unas elecciones. El ejemplo
más claro —y tal vez más vergonzoso, aunque aquí la competición está reñida— es
el de la región de Lombardía, donde 14 de los 80 consejeros están investigados,
condenados o incluso en prisión, pero se resisten a dejar sus escaños. Es el
caso de Domenico Zambetti, arrestado la pasada semana por comprar votos
a la Ndrangheta, la mafia calabresa. El partido más manchado de corrupción
es con diferencia el Pueblo de la
Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi, aunque en todas las
casas cuecen habas. Ni el centro izquierda ni tampoco la Izquierda de los Valores
del moralizante exfiscal Antonio di Pietro se salvan del estigma.
El libro sobre la
corrupción, que será presentado el próximo lunes, cuyos datos principales acaba
de adelantar el diario La
Reppublica , deja en el aire una pregunta difícil
de contestar pero fácil de soñar: ¿cómo podría ser Italia, la bella Italia, sin
ese monstruo que la asfixia y la ensucia?
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