Claves americanas
MIAMI
Se han
cumplido 20 años desde que rebeldes zapatistas se alzaron en armas en el sur de
México y yo viajé a la selva de Chiapas para entrevistar a su carismático
líder, el subcomandante Marcos. Nunca me hubiera imaginado que dos décadas
después muchas de las comunidades indígenas controladas por los zapatistas
serían más pobres que antes.
La
rebelión de los indígenas zapatistas sacudió al mundo en las primeras horas del
1° de enero de 1994, el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre
Comercio de Norteamérica (Nafta), entre Estados Unidos, México y Canadá.
Los
indígenas, ignorados durante siglos por el gobierno central, tomaron la plaza
central de San Cristóbal de las Casas poco después de la medianoche, mientras
las autoridades y las fuerzas policiales estaban celebrando el Año Nuevo con
sus familias. Los zapatistas, con sus rostros cubiertos con pasamontañas y
armados con rifles AR-15, proclamaron una "revolución contra el
capitalismo".
Esa
mañana fui despertado temprano por una llamada de mi editor del Miami Herald.
Me pidió que me tomara el primer vuelo a México. Horas más tarde, como cientos
de periodistas de todo el mundo, viajé a Ciudad de México, y de allí a la
región de Chiapas.
Durante
los seis meses siguientes, la rebelión zapatista fue la noticia mundial. Era la
primera vez que un hombre blanco -un revolucionario que fumaba en pipa, usaba
un pasamontañas negro y se hacía llamar "subcomandante Marcos"- había
logrado unir a los grupos indígenas del sur de México para que se sublevaran
contra el gobierno.
Lo que
resultaba más interesante, y más romántico, era que -a diferencia del cubano
Fidel Castro y otros líderes guerrilleros narcisistas- Marcos parecía ser un
revolucionario humilde. Ocultaba su verdadero nombre y aseguraba que recibía
órdenes de un comité de comandantes indígenas.
Los
intelectuales de todo el mundo se enamoraron de lo que el escritor mexicano
Carlos Fuentes denominó "la primera revolución del siglo XXI". Los
zapatistas se convirtieron de inmediato en un símbolo del movimiento
antiglobalización.
Aunque
la revolución zapatista dejó por lo menos 145 muertos, miles de heridos y
25.000 refugiados, no pude evitar simpatizar con sus demandas de justicia
social cuando vi la pobreza en que vivían los indígenas.
Era
obvio que el gobierno central no se preocupaba por ellos. Cuando entré en San
Cristóbal de las Casas, la construcción más grande que vi no fue una nueva
planta de agua ni de electricidad, sino un enorme teatro para la élite blanca
de la ciudad.
Meses más
tarde, cuando entrevisté al subcomandante Marcos con mi colega Tim Padgett
después de que los zapatistas nos condujeron con los ojos vendados hasta las
profundidades de la jungla, pude obtener un cuadro más claro de la jerarquía
zapatista. Marcos estaba rodeado de indígenas armados a los que identificó como
los comandantes zapatistas. Ellos lo escuchaban fascinados y festejaban cada
una de sus bromas. Claramente, Marcos no era un "subcomandante" sino
el supercomandante de los zapatistas.
Meses
más tarde, bajo la presión de las fuerzas del gobierno, los zapatistas firmaron
un tratado de paz con el gobierno. Y Marcos, un ex profesor universitario de
Ciudad de México llamado Rafael Sebastián Guillén, desapareció de la luz
pública, para reaparecer esporádicamente con manifiestos políticos y poemas en
los diarios de izquierda de México.
Los
zapatistas aún controlan varias comunidades en Chiapas, que se proclaman
autogobernadas y no aceptan muchos programas del gobierno para construir
caminos, escuelas y hospitales. Afirman que están construyendo un socialismo
indígena.
Pero el
mundo ha avanzado, y ellos se han quedado atrás. Desde 1994, México ha empezado
a tener elecciones más creíbles, en las que la oposición ha ganado dos veces.
El Nafta fue muy beneficioso para México en los primeros siete años, hasta que
los ataques terroristas de 2001 contra Estados Unidos impulsaron a Washington a
establecer controles fronterizos que frenaron el comercio bilateral.
Según el
Coneval, la agencia oficial de estadísticas de pobreza de México, 20 años
después de la rebelión zapatista Chiapas sigue siendo uno de los estados más
pobres de México. En 2010, mientras la pobreza a nivel nacional era de un 46%,
la pobreza en Chiapas era de más del 78 por ciento.
En San
Andrés Larrainzar, una de las comunidades zapatistas más conocidas, la pobreza
ha aumentado del 68.7% en 1990 al 81.3 en 2010, según Coneval.
Mi
opinión: el subcomandante Marcos y los demás dirigentes zapatistas merecerían
mucho más respeto si estuvieran aceptando la ayuda del gobierno para aliviar
los obscenos niveles de pobreza de los indígenas chiapanecos.
Pero al
rechazar la ayuda, han puesto sus ambiciones políticas por encima del bienestar
de los indígenas. Se han aislado, o refugiado, en una utopía ideológica que ha
dejado a muchos indígenas aún más pobres que antes.
© LA NACION.
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