Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

viernes, 25 de diciembre de 2015

¿Cómo sobrevivir a la democracia?

El sistema es un gran invento del mundo moderno, pero es un proyecto aún en proceso





El imponente pero polémico Arco del Triunfo en Madrid, símbolo del franquismo.

La democracia es la peor forma de Gobierno, excepto todas las otras, habría dicho Winston Churchill, palabras más, palabras menos. Y ahora vemos por qué. España se debate en una crisis política por la fragmentación del voto. Toda vez que no hay segunda vuelta y un Congreso formado por minorías debe elegir al jefe de Gobierno, existe el riesgo de que la próxima Administración termine siendo una versión de las efímeras, débiles y confusas presidencias italianas de los últimos años.
En Estados Unidos, los republicanos siguen secuestrados por un candidato bocazas, Donald Trump, incapaz de ganar la presidencia pero con la suficiente habilidad para modificar la agenda de campaña a punta de improperios.

En México los procesos electorales son rehenes de un partido, el Verde

En México los procesos electorales son rehenes de un partido, el Verde, diseñado para institucionalizar la corrupción política, al estar blindado contra la penalización de sus reiteradas violaciones y la imposibilidad de impedir el esquema de prebendas del que este partido se beneficia.
Al igual que en España, la fragmentación del voto amenaza con convertir al próximo presidente mexicano, cualquiera que este sea, en un representante de minorías. Con la división de la izquierda en Morena y PRD, y la probable presencia de candidatos independientes, el ganador podría llevarse la contienda con poco más del 25% de los votos. Y si a esto añadimos que el abstencionismo ronda un 40% del padrón electoral, el próximo presidente podría asumir el poder gracias al sufragio de apenas uno de cada siete mexicanos: los seis restantes no habrían votado por él (o ella).

La fragmentación del voto amenaza con convertir al próximo presidente mexicano, cualquiera que este sea, en un representante de minorías

Ciertamente, la democracia electoral apesta. Y eso por mencionar sólo los entrampamientos institucionales. Mucho más grave es la perversión de la noción original de un Gobierno de ciudadanos. En las sociedades occidentales, la contienda electoral comienza a parecerse demasiado a una batalla de recaudación de fondos de campaña. Las agendas de los candidatos cada vez dependen más de las exigencias dictadas por el cabildeo de las grandes corporaciones, verdaderas patrocinadoras de los aspirantes al poder.
Y por otra parte, la clase política se ha convertido en un gremio mucho más interesado en protegerse a sí mismo que en canalizar los intereses de sus representados. Obstaculizan la rendición de cuentas, abogan por la opacidad, se reparten en cuotas partidistas las posiciones destinadas a la sociedad civil, se protegen entre ellos. En suma, salvo por la jornada electoral, la vida pública tiene muy poco de democrática en la gran mayoría de las sociedades occidentales, particularmente allá donde el tejido institucional no ha madurado lo suficiente como para contrarrestar la autonomía de la clase política.

La clase política se ha convertido en un gremio mucho más interesado en protegerse a sí mismo que en canalizar los intereses de sus representados

Y sin embargo, es lo que hay. Los excesos de la dictadura, de la monarquía, de los Estados religiosos o comunistas convierten en pecados veniales las fallas de los sistemas democráticos. Tiene algo mágico y fascinante el hecho de que una fracción de la élite abandone el poder porque los ciudadanos así lo determinan, como acaba de suceder en Argentina o pasó en México en 2000 y en 2012. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad fue un tema que solía resolverse con grandes dosis de sangre y fuego.
Y desde luego no es lo mismo el entrampamiento que padece España, justamente por una fragmentación del voto de los ciudadanos, que los fraudes electorales que no hemos podido desterrar en México, o el daño por el cabildeo millonario que ha prostituido las campañas en Estados Unidos. La democracia es un gran invento del mundo moderno, pero es un proyecto aún en proceso. Es frágil, imperfecta y tiene serios problemas de diseño. Pero no tenemos otra alternativa que perseverar en ella, asumir los costos del aprendizaje y profundizarla. Lo demás es el abismo. 

martes, 8 de diciembre de 2015

La América sin miedo

MIEDO A LA LIBERTAD

La primera necesidad de la región es el equilibrio social y la segunda, acabar con la corrupción.







Ahora ha sido Venezuela, hace 15 días Argentina y hace meses Guatemala. Definitivamente, algo se está moviendo en América Latina. Igual que un fantasma recorría Europa en la época de Marx, ahora el espíritu de una posible recomposición moral cruza desde Tierra del Fuego hasta los Andes. Después de que el presidente guatemalteco dimitiera por corrupción y de que Dilma Rousseff tenga que hacer frente a un proceso de impeachment, ahora le toca a Venezuela, donde la tragedia es superior a la comedia que encarna Nicolás Maduro, que dice que da lo mismo ganar o perder las elecciones, cuando sabe que ya las perdió. Una elección fracasa cuando uno no es capaz siquiera de imaginar que puede perder. Y aún así, asegura que va a continuar, una afirmación que también es muestra de que algo puede cambiar.
Desde Montesquieu, la división de poderes y la articulación de leyes para consagrar el balance en defensa de la sociedad son valores aceptados universalmente. El problema radica en que la mayoría de las leyes americanas tienen inspiración sajona, pero cumplimiento latino. O dicho de otra manera, la ley, en una zona donde las instituciones siempre fracasan frente a la voluntad del que manda, no es una prescripción, sino una aspiración. ¿Entonces por qué en este momento la corrupción se está convirtiendo en el cólera del continente? Porque con el empoderamiento del ciudadano, las leyes y el mundo plano de Internet ya no hay quien frene la avalancha de lo insostenible.
Naturalmente, como en todo gran reajuste habrá muchos errores, aunque espero que no sea otra oportunidad perdida para la América de habla hispana. En el caso argentino, por ejemplo, es fundamental concentrarse en la lucha política que se avecina, descarnada y con todas las características de esa parte de América. Mauricio Macri será un presidente que gobernará entre un Senado y un Congreso hostiles y además se enfrentará al llamado factor K, que consiste en dar un papel —coincidiendo con la revolución de medios de comunicación— a las nuevas generaciones.
La experiencia y el recuerdo más inmediato generan que los argentinos tengan los más negros pronósticos sobre la manera en la que puede acabar Macri. Pero también es verdad que, en la vida y en la política, no se equivoca quien destierra la palabra imposible de su vocabulario, es decir, vivimos una revolución tan profunda que todo es posible. En ese sentido, desconozco si el presidente electo representa la reestructuración moral, pero sí el encuentro con algo que ya es imposible ocultar: el hecho de que la democracia tiene estética y sentido, aunque este último haya ido desapareciendo en la América que habla español. Y no porque la zona que habla inglés sea más fuerte, sino porque ahí la mayoría de las instituciones aún son más importantes que la voluntad del último poderoso.
Sin embargo, esta nueva lucha que se plantea —por muchas vueltas ideológicas que se le den— pone de manifiesto dos realidades. La primera es que América en particular, y el planeta en general, están en peligro por las brechas sociales pendientes. Y la segunda, es que ahora el mundo en el que vivimos es plano y no hace distingos ni matices. Así que con esa reconversión que no es ideológica, creo que, independientemente de que enjuicien o no a Rousseff, de que triunfe o no Macri, y siempre y cuando no resulte muy sanguinaria la salida de los chavistas, un nuevo tiempo de esperanza se está instalando en Latinoamérica.
Ahora, hay que ser consciente de que la primera necesidad de la región es el equilibrio social y la segunda, acabar con la corrupción como sistema de vida. Sin embargo, América Latina aún posee algo que la hace distinta porque son tantas las pesadillas que ha vivido en tan poco tiempo que, a diferencia de lo que pasa en Europa o en Estados Unidos, es una región que no tiene miedo y empieza a encontrar cierta ilusión perdida.


Venezuela inicia una nueva era

FIN A 17 AÑOS DE CHAVISMO EN VENEZUELA


El último dato oficial otorga a la Mesa de la Unidad Democrática 107 diputados, aunque los opositores se atribuyen 112.





JAVIER LAFUENTE/ Caracas 

Sumergida en una crisis política y económica de enorme calado, Venezuela dio este domingo un voto de confianza al cambio. De hecho, fueron millones. Los suficientes para que la oposición, esa que durante años ha sufrido los amedrentamientos y las trabas, tenga ahora el control del Parlamento. Un triunfo tan digno y holgado como impensable. Ante sí tiene ahora el reto mayúsculo de fortalecer una inestable unidad y cohabitar con el chavismo de a pie. Una realidad innegable alejada del madurismo. El varapalo de las urnas pone en una situación complicada al presidente Nicolás Maduro, divorciado de sus bases, incapaz de sobreponerse al carisma de Hugo Chávez y pendiente de la incógnita que representa el papel que desempeñarán los militares.
Durante toda la campaña, las encuestas otorgaban una clara ventaja a la oposición, pero esta se redujo en la última semana. Lo que ocurrió el domingo fue inaudito en la historia reciente del país. La MUD daba por hecho ayer que ganó 112 diputados, por 51 del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y cuatro escaños por definir. A última hora del lunes en Venezuela, los últimos datos oficiales daban 107 diputados a la oposición, 55 al chavismo y 3 a los indígenas, con dos diputados por asignar.
La oposición alcanzaría de esta manera una mayoría de dos tercios en la Asamblea a partir de enero, o lo que es lo mismo, no podría promover una reforma de la Constitución, designar y destituir autoridades como las del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) o promulgar leyes orgánicas. Es decir, romper con la estructura construida por el oficialismo durante 17 años.


El rotundo éxito puede ser la mejor argamasa para la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una constelación de formaciones y egos con intereses distintos que decidieron caminar juntos en estas elecciones por el bien común. Ahora deberán evitar cualquier desvío, los cambios de carril no están permitidos. Uno de sus primeros objetivos es aprobar una ley de amnistía para liberar a los presos políticos venezolanos y permitir el regreso de los que están exiliados.
Este ha sido el principal caballo de batalla de Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, líder de Voluntad Popular encarcelado hace casi dos años y condenado a más de 13. Tintori ha sido una de las figuras más reforzadas tras la contienda electoral. Su intensa gira internacional en defensa de los derechos de su marido y el resto de presos ha conseguido atraer la atención de decenas de países y dirigentes hacia el devenir de Venezuela.

La oposición ocuparía dos tercios de la Asamblea a partir de enero, o lo que es lo mismo, podría promover una reforma de la Constitución.

Pero si algo ha quedado claro es que Venezuela no necesita más rupturas. Muchos de los votantes que el domingo otorgaron su confianza a la oposición pertenecen a una realidad ajena a la de buena parte de los líderes políticos de la MUD. Se trata de personas que antaño votaron por el chavismo. Y que, obviamente, pueden volver a hacerlo. Reconciliación.
El domingo se confirmó que, pese a todo y después de muchos años, el voto sí castiga y puede volverse como un bumerán. “No queremos la Asamblea de la revancha, sino de la justicia”, recalcó ayer Henrique Capriles. El ex candidato presidencial fue el primer líder en sacar pecho por el triunfo. No es baladí. Su discurso integrador, en pro de la reconciliación y la cohabitación con el chavismo, una realidad innegable, le ha supuesto muchos choques dentro de la oposición. El domingo, las urnas le dieron la razón y ayer incidió en ese mensaje al pedir a los nuevos parlamentarios “madurez, humildad y serenidad”.
Responsables también de la histórica victoria de la MUD fueron el presidente, Nicolás Maduro, y los gobernantes chavistas, que sea alejaron de la realidad de sus bases y no han sabido superar la figura de Hugo Chávez. Queda por ver cuál será el papel de los militares, uno de los soportes de la revolución bolivariana a partir de ahora.
En los últimos días de campaña, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, trató de apaciguar cualquier discurso incendiario de Maduro de cara a la jornada del domingo. De hecho, la noche electoral, antes de que el CNE informase de los resultados, Padrino, acompañado del alto mando militar, compareció para pedir tranquilidad y que se mantuviese la calma. Una señal, interpretaban ayer muchos analistas, de distanciamiento con la cúpula del chavismo y con el presidente.
Nicolás Maduro reconoció los “resultados adversos” y los achacó a la “guerra económica”, la misma que, según él, es la culpable de la galopante crisis, con una inflación por los cielos; de la inseguridad o del desabastecimiento que forma las prolongadas colas ante los supermercados. Esas que tienen que hacer día a día los venezolanos que le castigaron con el voto. “Es una bofetada para despertar”, reflexionó sobre el sueño en el que vivía y que se tornó en una pesadilla.

 El grado de poder según los escaños
Los escaños alcanzados en la Asamblea Nacional definirán el poder grado que tendrá la Mesa de Unidad Democrática.
Mayoría simple (84 escaños de un total de 167). Permite designar la junta directiva de la Cámara —que tomará posesión el 5 de enero—, designar a los magistrados del Tribunal Supremo o al fiscal general. También podría aprobar una ley de amnistía que permitiría liberar a varios opositores presos.
Tres quintos (a partir de 101). Puede aprobar leyes habilitantes para el Poder Ejecutivo y aprobar un voto de censura del vicepresidente y los ministros, lo que implicaría su destitución.
Dos tercios (112). Permitiría designar o remover a autoridades de otros poderes, como los magistrados del Supremo o los rectores del Consejo Nacional Electoral. Puede promulgar leyes orgánicas, promover referendos, reformas constitucionales o asambleas constituyentes; y someter tratados internacionales a referendo si vulneran la soberanía nacional.


domingo, 20 de septiembre de 2015

El Papa insta a los cubanos a servir 'a las personas' y no a las ideas

VIAJE HISTÓRICO/Visita del Pontífice a Cuba

 El papa aboga en Cuba por la reconciliación. ATLAS




MÒNICA BERNABÉ/EL MUNDO

El Papa ha oficiado este domingo su primera misa en Cuba, en la Plaza de la Revolución de La Habana, dentro de una intensa jornada en la que se reunirá con el presidente Raúl Castro, mantendrá encuentros con religiosos y con jóvenes y es posible, según el Vaticano, que también vea al ex gobernante Fidel.

Durante la ceremonia en la capital, Francisco ha instado a los cubanos a servir "a las personas" y no "a las ideas". A su vez, ha asegurado que el pueblo de Cuba tiene "vocación de grandeza", lo que hay que cuidar, sin olvidar el servicio a los más frágiles y la atención a los más desfavorecidos.

El Pontífice ha aprovechado el acto para hablar de Colombia, alegando que no puede haber "otro fracaso" en el "camino de la paz y reconciliación" del país americano. Y en clara alusión a las negociaciones ubicadas en La Habana entre Bogotá y las FARC, Francisco agradeció "los esfuerzos que se están haciendo, en esta bella isla, para una definitiva reconciliación".

El acto religioso en la emblemática Plaza se desarrolló en un gran estrado preparado delante del edificio del Teatro Nacional de Cuba y flanqueado en los laterales por la efigie del Che Guevara y el monumento al prócer independentista cubano José Martí.

A las 22.00 horas (española), el Pontífice acudirá al Palacio de la Revolución donde será recibido por Raúl Castro, y habrá una presentación de la delegación que acompaña al pontífice en su visita a la isla.

Desde allí partirá, aproximadamente una hora después, hacia la Catedral de La Habana, en el casco histórico de la ciudad, para asistir a una plegaria de vísperas con sacerdotes, religiosos y seminaristas.

Historia

La Iglesia Católica tiene en Cuba dos huesos duros de roer: la competencia que le hace la religión yoruba -los cultos africanos llegados con los primeros esclavos en el siglo XVI, y que se mantienen vivos en la isla más de 400 años después-, y las zancadillas que le pone el Estado.

Los católicos que hay en el país esperan ahora que el Papa Francisco, con su visita a la isla, sea mano de santo: que contribuya a que el Gobierno cubano se muestre menos receloso con la Iglesia y le dé más libertad de acción.

Además, todos los cubanos, creyentes o no, anhelan que el Pontífice haga presión para que Estados Unidos levante su embargo comercial a la isla y que consagre su apertura al mundo. En definitiva, en conjunto, casi un milagro. Antes de la visita, el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, manifestaba su esperanza de que la liberalización económica "conduzca a una mayor apertura desde el punto de vista de los derechos humanos".

Jorge Mario Bergoglio estará en Cuba hasta el martes y después volará a Washington, donde se encontrará con el presidente Barack Obama y se convertirá en el primer Pontífice que hable ante el Congreso estadounidense. Un viaje sin duda histórico.

La misa en la Plaza de la Revolución

Curiosamente, en la misa de esta mañana en la Plaza de la Revolución "sólo podrán comulgar los fieles que lleven en la solapa una pegatina acreditativa", ha explicado el padre dominicano Francisco Escolástico, vicario de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, lamentando que hayan tenido que estar pendientes de estas minucias. "¡Nos ha llevado horas de discusión en el seno del clero cubano!", aseguró.
Aunque suene surrealista, existe una razón. "En la visita del Papa Benedicto XVI en 2012, el Gobierno cubano llevó a la misa empleados de sus centros de trabajo y, tras el oficio religioso, las hostias sagradas estaban tiradas por el suelo. Yo mismo las vi", argumentó el padre Escolástico.

Historia

Con el triunfo de la Revolución en 1959, se persiguió cualquier tipo manifestación religiosa en el país. El 17 de abril de 1961 más de un millar de exiliados cubanos entrenados y armados por la CIA norteamericana desembarcaron en Playa Girón. Entre ellos, había tres curas. A partir de entonces, Fidel Castro hizo cruz y raya con el clero y la Iglesia católica se equiparó casi al diablo en la isla. Además, la Iglesia católica nunca ha condenado oficialmente el bloqueo comercial que EEUU mantiene contra Cuba. Lo hicieron las iglesias protestante, adventista, evangélica, y hasta los propios santeros. Pero no la jerarquía católica.
"Eso no quiere decir que estemos a favor del embargo", se ha defendido el padre vasco Juan Miguel Arregui, superior de los jesuitas en Cuba y presidente de todos los religiosos católicos que se encuentran en la isla. No son muchos. Hay unos 800 religiosos para un país de 11 millones de habitantes. De ésos, el 75% son extranjeros, según Arregui.

El sacerdote jesuita explicó que, con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998, se consiguió que la Iglesia, que hasta entonces había sido anulada, se empezara a aceptar en el país. En 2012, con el viaje de Benedicto XVI, se logró que la religión católica tuviera presencia en los medios de comunicación. Esta semana, por ejemplo, los canales cubanos han emitido un mensaje televisado de Francisco. Ahora el siguiente paso es hacer posible que la Iglesia tenga un rol educativo y social en el país. Y está en manos de Bergoglio conseguirlo.


Fantasías y ficciones en el debate republicano


Tenemos candidatos presidenciales que hacen 
que Bush parezca Lincoln


El exgobernador de Florida, Jeb Bush. / MARK J. TERRILL  (AP PHOTO)



He estado repasando lo que se dijo el miércoles en el debate republicano y estoy aterrado. Ustedes también deberían estarlo. Después de todo, dados los caprichos de las elecciones, es bastante probable que una de esas personas acabe en la Casa Blanca.
 ¿Por qué da tanto miedo? Podría argumentar que todos los candidatos del Partido Republicano demandan políticas que serían tremendamente destructivas dentro del país, fuera de él, o en ambos. Pero aun cuando les guste el carácter general de las políticas republicanas actuales, debería preocuparles el hecho de que los hombres y la mujer en el escenario estén viviendo, sin lugar a dudas, en un mundo de fantasías y ficciones. Y algunos parecen dispuestos a hacer realidad sus ambiciones recurriendo a mentiras descaradas.
Empecemos por el menor de los problemas, la economía fantástica de los candidatos oficiales del partido.
Probablemente estén cansados de oír esto, pero el discurso económico del Partido Republicano moderno está completamente dominado por una doctrina económica —la importancia soberana de unos impuestos bajos para los ricos— que ha fracasado completa y absolutamente en la práctica durante la generación anterior a la nuestra.
Piensen en ello. La subida de impuestos de Bill Clinton fue seguida de una enorme expansión económica, y las rebajas de impuestos de George W. Bush, de una recuperación débil que terminó en un desastre financiero. El aumento de los impuestos de 2013 y la llegada de Obamacare en 2014 han estado vinculados al mayor crecimiento del empleo que ha habido desde la década de 1990. La California de Jerry Brown, que recauda impuestos y respeta el medio ambiente, crece con rapidez; la Kansas de Sam Brownback, que recorta drásticamente los impuestos y el gasto, no.
Pero el control que ejerce este dogma fallido sobre los políticos republicanos es más fuerte que nunca, y están prohibidos los escépticos. El miércoles, Jeb Bush afirmaba, una vez más, que esta economía vudú duplicaría la tasa de crecimiento de Estados Unidos, mientras que Marco Rubio insistía en que un impuesto sobre las emisiones de carbono “destruiría la economía”.
El único candidato que habló con sensatez sobre la economía fue, sí, Donald Trump, que declaró que “hace ya muchos años que tenemos impuestos progresivos, así que de socialista no tiene nada”.
Si el debate económico era preocupante, el relacionado con la política exterior era casi de locos. Casi todos los candidatos parecen creer que la fuerza del Ejército estadounidense puede impresionar e intimidar a otros países para que hagan lo que queremos sin necesidad de negociaciones, y que ni siquiera deberíamos conversar con los dirigentes extranjeros que no nos gusten. ¡Nada de cenas con Xi Jinping! Y, por supuesto, nada de pactar con Irán, con lo bien que ha ido usar la fuerza en Irak.
De hecho, el único candidato que parecía remotamente sensato en lo relativo a la seguridad era Rand Paul, lo que resulta casi tan inquietante como el espectáculo de Trump convertido en la única voz de la razón económica.
Sin embargo, la verdadera revelación del miércoles fue el modo en que algunos candidatos fueron más allá de la exposición de malos análisis y la difusión de historias falaces como justificación de afirmaciones claramente erróneas. De hecho, probablemente lo hicieron de forma consciente, lo que convierte dichas afirmaciones en lo que técnicamente se conoce como “mentiras”.
Por ejemplo, Chris Christie aseguró, como ya hizo en el primer debate republicano, que fue nombrado fiscal de Estados Unidos el día antes del 11-S. Sigue sin ser verdad: su selección para ese cargo ni siquiera se anunció hasta diciembre.
La mendacidad de Christie, no obstante, palidece en comparación con la de Carly Fiorina, aclamada por todos como “ganadora” del debate.
Una de las mentirijillas de Fiorina consistió en repetir afirmaciones probadamente falsas acerca de su trayectoria empresarial. No, no fue la responsable de un gran aumento de los ingresos. Hizo crecer Hewlett-Packard comprando otras empresas, principalmente Compaq, una adquisición que fue un desastre financiero. Ah, y si su vida es la historia de una “secretaria que llegó a ser consejera delegada”, la mía es la de un cartero que llegó a ser columnista y economista. Lo siento, pero haber tenido trabajos de poca monta en la época de estudiante no convierte nuestra vida en una historia de Horatio Alger.
Sin embargo, el momento verdaderamente asombroso tuvo lugar cuando afirmó que en los vídeos que se utilizaban para atacar a Planned Parenthood aparecía “un feto completamente formado sobre una mesa, pataleando y con el corazón latiendo mientras alguien decía que había que mantenerlo vivo para extraerle el cerebro”. No es así. Los activistas contrarios al aborto han proclamado que esas cosas suceden, pero no han aportado ninguna prueba, solo afirmaciones mezcladas con grabaciones de archivo de fetos.
De modo que ¿está Fiorina tan metida en la burbuja que no puede discernir la diferencia entre los hechos y la propaganda política? ¿O está propagando una mentira a propósito? Y lo fundamental, ¿importa eso?
Empecé a escribir para el Times durante la campaña de las elecciones de 2000, y lo que recuerdo sobre todo de aquella campaña es el modo en que las convenciones de la información “imparcial” permitieron al entonces candidato George W. Bush hacer afirmaciones claramente falsas —sobre sus rebajas de impuestos, sobre la Seguridad Social— sin pagar por ello. Como escribí en aquella época, si Bush hubiese dicho que la Tierra era plana, habríamos leído titulares de este estilo: “La forma del planeta: ambas partes tienen razón”.
Ahora tenemos unos candidatos presidenciales que hacen que Bush parezca Lincoln. ¿Pero quién va a contárselo a la gente?

Paul Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.
© The New York Times Company, 2015.
Traducción de News Clips. 

sábado, 12 de septiembre de 2015

Música y vivencias: sones que movilizan, recuerdos que afloran.


The Best Ballads Of Phil Collins

Los líderes latinoamericanos guardan silencio tras la condena a López


"Las grandes causas ameritan grandes sacrificios.Nuestra causa no es otra q la liberación d todo un pueblo q hoy sufre" 
(Leopoldo López en Twitter) 


Carta de Leopoldo López


Amnistía Internacional y Human Rights Watch piden la liberación.

CARLOS E. CUÉ/EL PAÍS


La delicada situación política que vive Sudamérica, con una grave crisis entre Venezuela y Colombia, quedó en evidencia de nuevo con el silencio de todos los presidentes ante la condena de 13 años de cárcel a Leopoldo López, el dirigente opositor venezolano. Mientras líderes de la oposición de varios países de la región, ex presidentes y organizaciones de derechos humanos y EE UU y la Unión Europea lanzaban una condena clara, los presidentes latinoamericanos guardaron silencio. El único que lo rompió fue el de Costa Rica, Luis Guillermo Solís. "Me parece que es muy mala idea utilizar los tribunales de justicia para castigar ciudadanos por sus opiniones políticas. Lo fue en Sudáfrica con Mandela, en Uruguay con Pepe Mujica y lo es en la Venezuela de hoy", aseguró.
Uno de los organismos regionales a los que pertenece Venezuela, Unasur, defendió la actuación de este país, mientras el Mercosur mantuvo el silencio. La Secretaría de Unasur aseguró en un comunicado que "reitera su respeto a las decisiones que adopten las autoridades jurisdiccionales de sus Estados Miembros y confía que en el curso de las siguientes instancias judiciales, el señor Leopoldo López, pueda ejercer los recursos procesales que considere pertinentes su defensa".
La situación en Venezuela genera muchas tensiones internas en el continente. Los presidentes de la izquierda latinoamericana mantienen su apoyo a Nicolás Maduro y referentes como Lula Da Silva o Cristina Fernández de Kirchner reivindican constantemente al fallecido Hugo Chávez, pero cada vez se hace más difícil defender todo lo que hace el Gobierno venezolano.
Para Human Rights Watch la sentencia es “injusta” y muestra el “deterioro extremo” del estado de derecho en Venezuela. “Este caso es una farsa” llegó a decir José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW. Amnistía Internacional también denunció la “absoluta falta de independencia judicial” en este país. “Nunca debió haber sido arrestado arbitrariamente o enjuiciado. Es un prisionero de conciencia y debe ser liberado inmediata e incondicionalmente”, aseveró Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de AI.
Las condenas en América Latina llegaban desde fuera de los gobiernos, como el líder opositor argentino, Mauricio Macri, que exigió a los presidentes de Mercosur que intervengan para que “se asegure el resguardo y libertad” de López. Las oposiciones en Perú o Uruguay también reclamaban a sus gobiernos que actúen mientras ex presidentes como Álvaro Uribe o Andrés Pastrana, ambos colombianos, lanzaban mensajes muy duros contra Maduro.
La ONU también se mostró consternada por la “dura sentencia”. “Estamos preocupados por el derecho de López a un juicio justo, dado la información recibida sobre las irregularidades ocurridas durante su proceso, como la falta de evidencias para la acusación, el rechazo de testigos de la defensa, y los comentarios contra él expresados por altas instancias del Gobierno de Venezuela”, indicó el portavoz del alto comisionado de la institución para los derechos humanos, Rupert Colville. La ONU ya había determinado que la detención de López había sido arbitraria.
Mientras, en Europa y EE UU las condenas eran muy claras. John Kerry, secretario de Estado de EEUU, manifestó su preocupación por la "naturaleza política del proceso judicial y el veredicto, y el uso del sistema judicial venezolano para reprimir y castigar a los críticos del gobierno". El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, demandó que López y "todos los presos políticos injustamente encarcelados" en Venezuela sean puestos en libertad.
La Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Federica Mogherini, lamentó que el juicio del líder opositor venezolano Leopoldo López “haya fracasado en proveer a los acusados de garantías de transparencia y de un debido proceso legal” y reclamó que esta “dura” sentencia pueda ser revisada de una forma “justa y transparente”. La movilización era pues muy importante y la presión hacia los socios de Maduro en la región muy fuerte, pero de momento su respuesta ha sido la del silencio. 

EE UU busca el diálogo con Venezuela pese al caso López
SILVIA AYUSO
El Gobierno de Estados Unidos reiteró este viernes su "profunda preocupación" por la condena contra Leopoldo López. Para la Casa Blanca, el proceso contra López pone de manifiesto "importantes fallos en el sistema legal y judicial de Venezuela", dijo el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Ned Price, quien llamó al Gobierno de Nicolás Maduro a poner en libertad a López y a "todos los demás presos políticos que siguen injustamente detenidos". También John Kerry, secretario de Estado norteamericano, se había declarado este viernes “profundamente preocupado” por la sentencia a más de 13 años de cárcel conocida la noche del jueves. La dura condena al opositor “despierta gran preocupación acerca de la naturaleza política del proceso judicial y su veredicto y sobre el uso del sistema judicial venezolano para reprimir y castigar a los críticos con el gobierno”, dijo en una declaración.
Con todo, a pesar de que Estados Unidos considera “ilegítimo” el caso contra López y otros “presos políticos” en Venezuela, Washington sigue interesado en intentar continuar el diálogo diplomático con Caracas, declaró poco después el portavoz de Kerry, John Kirby. “Vamos a seguir trabajando en esta relación (…) lo más importante, sobre todo cuando uno no está de acuerdo con una nación con la que se trata de mejorar relaciones, es hablar de ello abierta y libremente”, señaló.
Washington y Caracas retomaron esta semana las conversaciones en busca de un acercamiento mantenidas en los últimos meses pese a la prolongada crisis bilateral, que se agudizó cuando EE UU calificó a Venezuela en marzo de “amenaza” a su seguridad nacional y emitió sanciones contra altos funcionarios venezolanos. Kerry conversó por teléfono con la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, a quien ya trasladó personalmente la inquietud de Washington por la situación de López y por la crisis en la frontera con Colombia.
Pese a estar por tanto prevenida de la reacción estadounidense, la ministra venezolana respondió duramente a la declaración de Kerry este viernes sobre la sentencia al líder opositor. Según Rodríguez, las “agresiones y ofensas” de Kerry son una “intromisión insolente” con la que se “interfiere en asuntos internos” de Venezuela.


domingo, 6 de septiembre de 2015

“Que gane alguien que quiera una buena relación con Brasil”

 Página/12
Tal como lo hizo con Néstor Kirchner en 2003, Lula decidió hacer pública su opción para las elecciones presidenciales en la Argentina y esta semana viajará a Buenos Aires para pasar varios días en actividades junto con el candidato del Frente para la Victoria. Página/12 lo entrevistó en San Pablo.

Imagen: AFP

Por Martín Granovsky
Desde San Pablo
Con el pelo más canoso y fuera de la presidencia desde que terminó su segundo mandato el último día de 2010, Luiz Inácio Lula da Silva no perdió ni la sonrisa ni la emoción ni el énfasis. No está retirado de la política brasileña ni mucho menos. Tampoco de la política sudamericana: pasará casi toda esta semana en la Argentina, donde llegará para hacer su tercera apuesta pública fuerte por la candidatura de Daniel Scioli.
El ex presidente brasileño, que asumió el 1 de enero de 2003, conoce al candidato presidencial del Frente para la Victoria desde que era vice de Kirchner. Luego lo trató también como gobernador de Buenos Aires. En abril último lo recibió aquí mismo, en el Instituto Lula, una sencilla construcción entre las lomas del barrio de Ipiranga donde el presidente honorario del Partido de los Trabajadores instaló su base de operaciones. Entonces habló tres horas con Scioli y ambos encomendaron continuar con la relación a sus respectivos equipos. El de Lula, conducido por el ex secretario general de la presidencia Luiz Dulci. El de Scioli, encabezado por su secretario de relaciones internacionales Rafael Follonier, viejo amigo de Lula, de Dulci, de la presidenta Dilma Rousseff y del asesor de la presidencia Marco Aurélio García. Luego, a fines de mayo, el gobernador envió a otro miembro de su equipo, Javier Mouriño, al congreso del PT en Bahía para que entregara una carta de solidaridad. Y Lula la retribuyó mandando un mensaje de aliento en la campaña.
Esta semana, en la tercera participación del ex presidente en la política argentina, que para él es parte de la política regional, aparecerá varias veces con Scioli. Juntos irán a José C. Paz para inaugurar un UPA, una Unidad de Prevención y Asistencia en salud. Juntos irán a La Matanza para que Lula reciba dos doctorados honoris causa, uno de la universidad local y otro de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo que conduce Nicolás Trotta. Juntos estarán con Cristina Fernández de Kirchner en una agenda que todavía está siendo supervisada en los últimos detalles por Clara Ant. Directiva del Instituto Lula, Ant ya viajó a Buenos Aires y estableció su centro de actividad en la oficina de su amigo Pablo Gentili, el secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales que vive en Brasil desde hace 20 años y construyó una relación de confianza política y técnica con el PT y Lula. El mismo Lula que aquí llega, abraza a su fotógrafo y documentalista Ricardo Stuckert y a su asesor de prensa José Crispiniano, se sienta, toma café, sorbe agua de su botellita y se prepara para el ping pong.
–Después de que usted se reunió con Scioli aquí mismo, trascendió una frase suya al candidato argentino: “Daniel, tenés que ganar para que la Argentina no retroceda”. ¿Fue así?
–Voy a decir una cosa de todo corazón. Voy a contestar la pregunta a corazón abierto. Tengo una relación muy digna y muy respetuosa con la Argentina. Comprendo perfectamente el papel de la Argentina. Tuve una relación extraordinaria con Néstor Kirchner, y también la tengo con Cristina. Entonces desde Brasil obviamente yo hincho para que Cristina consiga que sea elegido el sucesor que ella quiere ver en la Presidencia. Y más todavía cuando el sucesor es Scioli. Yo hincho para que Scioli gane las elecciones. Quiero que gane las elecciones alguien que quiera mantener una buena relación con Brasil. Alguien que vea a Brasil como socio y no como adversario. Que quiera acrecentar la relación comercial, política y científica entre los dos países. Por eso no debe haber retroceso. Ya sufrimos la era militar. Ya vivimos la etapa de Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso, cuando fueron desmontados el Estado argentino y el Estado brasileño. Después pasamos por momentos de dificultades pero más tarde vino la bienaventuranza para nuestros pueblos. Hoy el momento es difícil. Ahora tenemos que buscar más que nunca esa aproximación.
–¿De qué manera?
–No creo que fuera de América del Sur y del Mercosur tengamos mucha salida. Para volver a crecer tenemos que creer en nuestro potencial. En el potencial del mercado interno del Mercosur y de la Unasur, en la capacidad productiva, en la capacidad de nuestros intelectuales, científicos y nuestros investigadores. No podemos basarnos en la idea de que el Norte es la palanca que nos ayudará. No hay que pensar: “Tengo que ser bueno con Estados Unidos porque me va a ayudar, tengo que ser bueno con Europa porque me va a ayudar, tengo que ser bueno con China porque me va a ayudar”. No. Los primeros amigos de nosotros somos nosotros mismos. Entonces cuidémonos. No podemos hacer política del mismo modo en que usamos el celular. El celular es una desgracia.
–¿Una desgracia?
–Sí. Por más útil que sea. Distancia al que está cerca tuyo y acerca al que está lejos. Invitás a alguien a comer a tu casa. Se sienta en tu mesa, come de tu comida y toma tu vino, pero mientras agarra el celular y habla con Nueva York. Y te quedás solo. La política es lo mismo. Hagamos más política cara a cara. Brasil y la Argentina, Brasil y Venezuela, Brasil y Uruguay, y puedo nombrar a todos los países, ya hicimos todo lo que era posible para explotar nuestro potencial. En vez de filosofar, usemos a nuestros académicos para que piensen lo siguiente, en términos concretos y prácticos: ¿qué falta hacer entre nosotros? ¿Qué falta hacer en cada país? Nosotros, en cada país, ¿qué tenemos que hacer dentro nuestro para que después en forma bilateral podamos hacer algo entre los dos países? A veces pensamos que nuestra solución está en la casa del vecino. No. Ahí no. La solución está en casa. Hay que explorar el tema. Sobre todo en momentos de crisis. Escuchamos que la economía norteamericana va a crecer apenas un 2,5 por ciento, que la europea crecerá 0,5 por ciento, que la economía china bajará su crecimiento no sé cuánto. Dicen, como si fuera una novedad, que el mundo está en crisis. OK, todo bien, pero el mundo está en crisis desde el 2008. Y el mundo está en crisis por una razón. El sistema financiero ya invirtió diez billones de dólares para resolver la crisis del propio sistema financiero y no logró resolver la crisis. Si hubiera invertido la mitad de ese monto para incentivar a los países pobres del mundo tal vez hubiera tenido otra suerte y hubiese acabado con la crisis. En este momento en que todo está más difícil tenemos que pensar qué podemos hacer. Tenemos que examinar cuál es el potencial de nuestro mercado interno.
–¿El mercado interno nacional, el del Mercosur o el sudamericano?
–Hablo de todo. Solo con la sumatoria de 40 millones de argentinos y los más de 200 millones de brasileños llegamos a los 250 millones de habitantes. ¿Qué podemos hacer juntos? ¿Qué podemos flexibilizar? ¿Cuál es el potencial de ese enorme mercado interno conjunto? ¿Cómo ser pujantes otra vez? Ya una vez Brasil y la Argentina llegamos a tener 40 mil millones de dólares de flujo comercial. Es una buena cifra la de 40 mil millones. Entonces hay, como mínimo, un potencial ya experimentado para que volvamos a esa situación. Tenemos todas las condiciones para discutir el futuro. Por eso me gustaría que ningún país retrocediera. Que en este caso la Argentina no retrocediera. Por eso quiero la victoria del candidato que vea la solución en la Unasur, en el Mercosur, en la integración. Es muy importante. Voy a contar el caso de un presidente latinoamericano. Una vez un presidente de Bolivia, Goni, fue a Brasilia a conversar conmigo.
–¿Gonzalo Sánchez de Losada?
–Sí. Goni. Me dijo: “Me quiero acercar a Brasil porque durante toda la historia de Bolivia creímos que los Estados Unidos nos ayudarían”. Me dijo también: “En siglos y siglos nunca nos ayudaron, así que ahora quiero mirar hacia Brasil a ver si tenemos más suerte”. Eso hay que hacer. Creer en nosotros mismos. Por supuesto que respeto el derecho del pueblo argentino a elegir a quien quiera como presidente. Y Brasil tendrá que convivir con quien gane las elecciones en la Argentina. Pero sería extremadamente importante que gane quien tenga vocación integracionista y latinoamericanista y no quien piense que la solución está en el Norte y que el Norte será nuestro salvador.
–¿Qué falta? Hace dos años, durante una reunión en la embajada de Brasil en Buenos Aires, dijo que hacía falta una teoría de la integración.
–Sigue faltando. Pero no es lo único. Voy a contar una cosa. El 2 de abril del 2009 hicimos una reunión del G-20 en Londres. La primera cosa que se dijo allí fue que una de las formas de generar empleo y cuidar el salario era evitar el proteccionismo. Que hacía falta más comercio. Claro, ése fue el plano del discurso político. Pero inmediatamente después en la práctica cada jefe de Estado salió de ahí y comenzó a cerrar su economía. A mí me parece que el proteccionismo es un error. En los momentos de crisis debe haber más comercio, más crédito, más inversiones.
–¿A qué responden las inversiones?
–Las inversiones dependen de la credibilidad que la gente tenga en el gobierno.
–¿Cuál es su concepto de la credibilidad?
–La confianza. Y para lograr confianza hay que convencer a la gente. A todos. Para lograr confianza el Estado tiene que tener capacidad de inversión. Ahora, cuando los Estados se debilitan y tienen menor capacidad de inversión hay que apelar aún más a la sociedad. Hay que saber cuál es la capacidad de financiamiento que tiene la sociedad y qué nivel de crédito precisa. Cuando uno sabe eso se puede hacer que el pueblo vuelva a entrar en el escenario económico de cada país. Si no, ¿qué pasará? No crecerá la economía. Si la economía no crece el Estado no recauda. Si el Estado no recauda el Estado no invierte. Si el Estado no invierte los empresarios no invierten, porque no tienen confianza. Si el Estado no recauda por culpa de ese ciclo el Estado tendrá que aumentar los impuestos. Si el Estado aumenta los impuestos se debilitará políticamente. Es decir: hay toda una ingeniería que no está en los libros de economía. Porque es política. Podés juntar a diez economistas y encerrarlos en una habitación. Les planteás que hay problemas y podés pronosticar lo que te dirán: cortá, cortá, cortá, cortá...
–El famoso recorte.
–Cuando era presidente de la república me cansaba de decir que no era economista pero que adoraba a los economistas, porque cuando están fuera del gobierno saben todo. Yo aprendí economía con mi mamá, que era analfabeta. Cuando cobraba algo por un trabajo tomaba el dinero y lo ponía en sobres. Este de acá es para pagar el supermercado, éste para la cuenta de luz, éste para el agua, éste para viajar al trabajo... Si sobraba algo le daba un poco más a cada uno. ¿Cuál es la lección que yo aprendí? Que uno no puede gastar más que lo que percibe. Que uno no puede gastar más que lo recaudado. Que si querés endeudarte no podés hacerlo más allá del límite de tus posibilidades de pago. Si no podés pagar una cuota del auto nuevo mucho menos vas a poder pagar dos. Si no podés pagar dos, mucho menos tres. Si te metés igual en las cuotas del auto cero kilómetro y no te alcanza después vas a tener que vender el auto a un precio bajo, por menos de lo que vale, para pagar las cuotas atrasadas. Y no te va a convenir. Bien, lo que vale para un ciudadano vale para el gobierno. El gobierno siempre tiene que estar midiendo. Hacer política económica es como manejar las compuertas de una represa hidroeléctrica. Tenés que saber cuándo hay que dejar salir el agua y cuándo no. Hay que gastar lo que se puede gastar, con un límite. Cuando adoptás una política de exención impositiva tenés que saber cuál será la consecuencia. Para el Estado nacional, para una provincia o para una intendencia, no importa. Es el mismo criterio para todo. Lo que importa es la capacidad de recaudación del Estado, porque eso es lo que marcará sus posibilidades de ser inductor en la economía. A mí me parece que el Estado no debe meterse en todo y ser empresario pero sí quiero que sea inductor y pueda convencer a la gente de que hay que hacer tales y tales cosas, con tales y tales prioridades, porque será bueno para todo el mundo. Así se llegará al punto en que la gente creerá. La gente no invierte cuando hay confusión política. Precisamos recuperar esa confianza en la capacidad de inducción del Estado.
–¿De qué manera?
–Del modo en que acabo de plantearlo y, a la vez, sin que por eso tampoco descuidemos la necesidad de generar en todos la convicción de que el Estado no va a derrochar, de que el Estado va a cuidar el bolsillo. También tenemos que tener el coraje de decir a los empleados públicos que el dinero no será solo para ellos sino para todos. Éste es un período en el que intentamos reconstruir lo que hicimos en 2003. La Argentina pasó por un ajuste. Brasil pasó por un ajuste. No fue pequeño. En Brasil fue del 4 por ciento. Mucha gente se fue del PT por eso. Pero hice lo que tenía que hacer: cambiar parte de mi gordura política por un ajuste para ganar credibilidad y poder llegar a los resultados que quería. Y conseguimos hacerlo. Este momento exige otra vez algo así. En economía no existe la magia. Cuando tenés diez dólares en el bolsillo y le preguntás a 50 banqueros, cada uno te va a decir algo diferente. Pero siempre vas a poner el dinero en la institución a la que le tenés más confianza. La que para vos sea la más creíble. Con la economía de un país es lo mismo. Debés generar confianza para la inversión. Previsibilidad. Si no, no te van a seguir.
–¿El recorte ofrece confianza?
–No. Cuando recaudás menos de lo que producís, y gastás más de lo que recaudás, en el Estado o en la casa de un trabajador, está mal. El trabajador no puede viajar a Disney con la familia, comprar otro televisor o una computadora nueva para la hija si no alcanza el dinero. Tiene que tener el coraje de decir que no. Lo mismo con el Estado. Cuando percibe que gastará más de lo que recauda debe parar y hacer el ajuste para evitar que los gastos terminen superando la capacidad recaudatoria. Si, en cambio, el modelo es el ajuste del 2008, nos vamos a dar cuenta de que en todos los países que hicieron un ajuste –en todos, sin excepción– crecieron la deuda pública y la deuda líquida. Grecia es el mayor ejemplo. Hizo el ajuste y la deuda pasó a 186 por ciento del Producto Bruto Interno. Lo mismo los Estados Unidos, que pasaron de 84 a 106 por ciento. Y uno verá el mismo resultado si toma Italia, Francia, Portugal o cualquier otro país. Los ajustes empeoraron las cuentas públicas. El recorte no es la solución sino la señal de que uno es responsable. Es como decir: “No voy a gastar más de lo que tenga y entonces te puedo pedir confianza, paciencia y sacrificio porque vos vas a ver que soy serio”. El ajuste es temporal, para dar un salto de calidad el año siguiente. Es una necesidad. Una responsabilidad. El dinero del Estado no es tuyo.
–¿Cómo juega la crisis internacional?
–Es un elemento grave. Antes el petróleo estaba a 106 dólares el barril, la soja valía oro y el mineral de hierro estaba a 140 dólares la tonelada. Entonces bajó la entrada de recursos. ¿Qué hace uno cuando los recursos disminuyen? ¿Llora? No, se adapta a las nuevas realidades. Y debe pensar en esa adaptación teniendo en cuenta que las víctimas no sean justo los pobres.
–¿El impeachment está descartado en el escenario de la política brasileña?
–No hay ninguna razón, no hay ningún motivo para un juicio político a Dilma. Todo el mundo conoce el carácter de la presidenta. No se puede pensar en un impeachment solo porque hay problemas económicos. Al mismo tiempo hay denuncias de corrupción pero eso debe apartado del ámbito de la gobernanza del país.
–¿Apartado en qué sentido?
–En el sentido de que toda denuncia pueda seguir siendo investigada como corresponde, por fiscales y jueces. Mientras tanto, la obligación de Dilma es gobernar, porque fue electa para cuidar los intereses de 204 millones de brasileños. Entonces, debe concentrarse en eso y entretanto que otros asuntos sean discutidos por otras personas. No es difícil encontrar una salida. Sé que hoy tenemos cierta inseguridad en la base de sustentación política del gobierno por divergencias entre la cámara de diputados y el gobierno, entre los partidos políticos... Pero si recuperamos la armonía política también podremos resolver los problemas económicos. Hace mucho que discuto de economía. Y siempre miro la política. ¿Qué pasó en la Argentina? ¿Acaso muchas veces ustedes no vivieron tensiones? Recuerdo la tensión de hace unos años.
–¿La del 2008?
–Sí, por ejemplo ésa. Me acuerdo de que ante cada crisis uno escuchaba: “Cristina se cae”. O: “Cristina no saldrá indemne de esta crisis”. ¿Y qué pasaba? Que resurgía más y más fuerte, como el ave fénix. En Brasil vivimos lo que yo llamo “irracionalidad emocional”. Tal vez los sociólogos se reúnan a discutir si yo estoy diciendo una estupidez o no. Pero creo en esto que digo. Brasil sigue siendo un país extraordinario, con un potencial fabuloso. Brasil tiene 300 mil millones de dólares de reservas. Nunca tuvimos esa cifra. Solo tenemos un desajuste en la economía, pero para una economía del tamaño de la brasileña el desajuste no es grave. Es como una fiebre de 39 grados. ¿Alguien se muere por 39 grados? Toma un remedio y listo. El remedio que corresponda, claro.
–¿Cuál sería el remedio?
–Que los brasileños recuperen la autoestima, que recuperen la confianza en Brasil. Que se convenzan de que no se acaba el mundo. Como el ascenso social fue tan impresionante mucha gente puede estar preocupada. En 12 años colocamos más estudiantes en la universidad de lo que la élite brasileña había hecho ingresar en un siglo. Los pobres empezaron a viajar en avión y ya no quieren volver al ómnibus para distancias muy largas. La gente no quiere perder lo que alcanzó. Mucha gente de la clase C viajó a la Argentina.
–La nueva clase media.
–Sí. Y volvían con una alegría extraordinaria. Antes no pasaba. La ilusión suprema era poder tener dinero para comprar el pasaje de 30 horas de ómnibus y visitar a los padres en el Estado natal. Ahora lleva dos horas. Hubo ascenso social en la escuela, en el empleo... Doce años de aumento de salarios. De 1.700.000 autos por año a más de cuatro millones. Es mucho. Por eso la desesperación: la gente tiene miedo de que se termine lo que avanzó. En ese contexto el papel del gobierno es que la gente tenga la certidumbre de que no habrá vuelta atrás. Y el gobierno tiene que estar convencido de eso. En 2008, cuando comenzó la crisis, la prensa de Brasil y del mundo decían que el comercio mundial caía porque la gente tenía miedo de perder el empleo y entonces estaba dejando de comprar bienes. Fui a la televisión e hice un pronunciamiento de ocho minutos. Dije: “Es verdad que vos podés perder el trabajo. Pero es más verdad aún que si parás de comprar cosas el comercio se detendrá, la industria fabricará menos y el riesgo de perder el empleo será mayor. Apelo al pueblo brasileño. Compren. De forma responsable y solo si pueden pagarlo”. Querido mío, el resultado fue que ese año las clases C y D gastaron más que las clases A y B. Entonces, creo que el gobierno tiene que estar convencido de esa necesidad. No hablo ni del ministro de Hacienda ni de cualquier economista. Hablo de la decisión política. Tomo un avión. Se cae en medio del Océano Atlántico. ¿Para dónde voy? Tengo que tomar una decisión. Debo moverme. No puedo quedarme parado porque si no me voy a encontrar con la muerte. Es momento de arriesgar. Hagamos lo que nunca hicimos. En la Argentina, en Brasil, en todos lados. Y yo insisto: la solución es más política que económica. Si nosotros elegimos la solución económica correcta habremos acertado en política. Si acertamos en política habremos solucionado la economía. Nunca pierdo mi optimismo ni creo que lo que debemos hacer sea difícil. Brasil puede salir de la situación actual. ¿Por qué? Porque el tipo está comiendo bien y no debe tener miedo de que al día siguiente se quede sin comida. Porque no se va a quedar sin comer. El tipo trabaja pero tiene miedo. Teme perder el empleo. Entonces todo va a ser peor. ¡Basta de miedo, los problemas tienen solución! Esa es la tarea de la compañera Dilma. Y tiene las condiciones para hacer esa tarea con éxito.