FIN A 17 AÑOS DE CHAVISMO EN VENEZUELA
El último dato
oficial otorga a la Mesa de la Unidad Democrática 107 diputados, aunque los
opositores se atribuyen 112.
JAVIER
LAFUENTE/ Caracas
Sumergida en una crisis política y
económica de enorme calado, Venezuela dio este domingo un voto de confianza al cambio.
De hecho, fueron millones. Los suficientes para que la oposición, esa que
durante años ha sufrido los amedrentamientos y las trabas, tenga ahora el
control del Parlamento. Un triunfo tan digno y holgado como impensable. Ante sí
tiene ahora el reto mayúsculo de fortalecer una inestable unidad y cohabitar
con el chavismo de a pie. Una realidad innegable alejada del madurismo. El
varapalo de las urnas pone en una situación complicada al presidente Nicolás Maduro,
divorciado de sus bases, incapaz de sobreponerse al carisma de Hugo Chávez y
pendiente de la incógnita que representa el papel que desempeñarán los
militares.
Durante toda la campaña, las
encuestas otorgaban una clara ventaja a la oposición, pero esta se redujo en la
última semana. Lo que ocurrió el domingo fue inaudito en la historia reciente
del país. La MUD daba por hecho ayer que ganó 112 diputados, por 51 del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y
cuatro escaños por definir. A última hora del lunes en Venezuela, los últimos
datos oficiales daban 107 diputados a la oposición, 55 al chavismo y 3 a los
indígenas, con dos diputados por asignar.
La oposición alcanzaría de esta
manera una mayoría de dos tercios en la Asamblea a partir de enero, o lo que es
lo mismo, no podría promover una reforma de la Constitución, designar y
destituir autoridades como las del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) o
promulgar leyes orgánicas. Es decir, romper con la estructura construida por el
oficialismo durante 17 años.
El rotundo éxito puede ser la mejor
argamasa para la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una constelación de
formaciones y egos con intereses distintos que decidieron caminar juntos en
estas elecciones por el bien común. Ahora deberán evitar cualquier desvío, los
cambios de carril no están permitidos. Uno de sus primeros objetivos es aprobar
una ley de amnistía para liberar a los presos políticos venezolanos y permitir
el regreso de los que están exiliados.
Este ha sido el principal caballo de
batalla de Lilian Tintori, esposa de Leopoldo
López, líder de Voluntad Popular encarcelado hace casi dos años y
condenado a más de 13. Tintori ha sido una de las figuras más reforzadas tras
la contienda electoral. Su intensa gira internacional en defensa de los
derechos de su marido y el resto de presos ha conseguido atraer la atención de
decenas de países y dirigentes hacia el devenir de Venezuela.
La oposición ocuparía dos tercios de la Asamblea a
partir de enero, o lo que es lo mismo, podría promover una reforma de la
Constitución.
Pero si algo ha quedado claro es que
Venezuela no necesita más rupturas. Muchos de los votantes que el domingo
otorgaron su confianza a la oposición pertenecen a una realidad ajena a la de
buena parte de los líderes políticos de la MUD. Se trata de personas que antaño
votaron por el chavismo. Y que, obviamente, pueden volver a hacerlo. Reconciliación.
El domingo se confirmó que, pese a
todo y después de muchos años, el voto sí castiga y puede volverse como un
bumerán. “No queremos la Asamblea de la revancha, sino de la justicia”, recalcó
ayer Henrique Capriles. El ex candidato presidencial fue el primer líder en
sacar pecho por el triunfo. No es baladí. Su discurso integrador, en pro de la
reconciliación y la cohabitación con el chavismo, una realidad innegable, le ha
supuesto muchos choques dentro de la oposición. El domingo, las urnas le dieron
la razón y ayer incidió en ese mensaje al pedir a los nuevos parlamentarios
“madurez, humildad y serenidad”.
Responsables también de la histórica
victoria de la MUD fueron el presidente, Nicolás Maduro, y los gobernantes
chavistas, que sea alejaron de la realidad de sus bases y no han sabido superar
la figura de Hugo Chávez. Queda por ver cuál será el papel de los militares,
uno de los soportes de la revolución bolivariana a partir de ahora.
En los últimos días de campaña, el
ministro de Defensa, Vladimir Padrino, trató de apaciguar cualquier discurso
incendiario de Maduro de cara a la jornada del domingo. De hecho, la noche
electoral, antes de que el CNE informase de los resultados, Padrino, acompañado
del alto mando militar, compareció para pedir tranquilidad y que se mantuviese
la calma. Una señal, interpretaban ayer muchos analistas, de distanciamiento
con la cúpula del chavismo y con el presidente.
Nicolás Maduro reconoció los
“resultados adversos” y los achacó a la “guerra económica”, la misma que, según
él, es la culpable de la galopante crisis, con una inflación por los cielos; de
la inseguridad o del desabastecimiento que forma las prolongadas colas ante los
supermercados. Esas que tienen que hacer día a día los venezolanos que le
castigaron con el voto. “Es una bofetada para despertar”, reflexionó sobre el
sueño en el que vivía y que se tornó en una pesadilla.
Los
escaños alcanzados en la Asamblea Nacional definirán el poder grado que tendrá
la Mesa de Unidad Democrática.
Mayoría
simple (84 escaños de un total de 167). Permite designar la junta directiva de
la Cámara —que tomará posesión el 5 de enero—, designar a los magistrados del
Tribunal Supremo o al fiscal general. También podría aprobar una ley de
amnistía que permitiría liberar a varios opositores presos.
Tres
quintos (a partir de 101). Puede aprobar leyes habilitantes para el Poder
Ejecutivo y aprobar un voto de censura del vicepresidente y los ministros, lo
que implicaría su destitución.
Dos tercios (112). Permitiría
designar o remover a autoridades de otros poderes, como los magistrados del
Supremo o los rectores del Consejo Nacional Electoral. Puede promulgar leyes
orgánicas, promover referendos, reformas constitucionales o asambleas
constituyentes; y someter tratados internacionales a referendo si vulneran la
soberanía nacional.
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