ZBIGNIEW BRZEZINSKI | EXCONSEJERO
DE SEGURIDAD NACIONAL DE EE UU
Zbigniew
Brzezinski, consejero de seguridad nacional con Carter y sabio de la política
exterior, describe un mundo caótico y sin un líder único en una semana
complicada para Barack Obama
MARC
BASSETS Washington/EL PAÍS
Cuando trabajaba junto al presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski le
recomendaba un ejercicio inusual en políticos norteamericanos: plantarse ante
el mapamundi y reflexionar con la vista más allá del día a día, con la “visión estratégica” que da título a su libro
más reciente.
“En mis días yo miraba mucho el mapa y con frecuencia animaba al
presidente a que mirásemos juntos al mapa y discutiésemos”, recuerda Brzezinski
en su despacho del Centro
de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el laboratorio de
ideas en Washington donde trabaja. En el despacho, claro, tiene un mapamundi.
Brzezinski (Varsovia, 1928) mantiene la capacidad para observar el mundo
—el mapa— a vista de pájaro. Y lo que ve no le gusta.
El jueves recibió a EL PAÍS cuando acababa de conocerse la noticia del
derribo un avión comercial en Ucrania y a unas horas para que Israel lanzase
una operación terrestre en Gaza. En el ritmo desbocado de la información
continua, por unos minutos el mundo pareció fuera de control y el presidente de
EE UU, Barack Obama, un bombero desbordado por incendios incontrolables.
Sobre el conflicto israelopalestino, Brzezinski, que participó en la negociación
de los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto en 1978, dijo: “Debemos
afrontar el hecho de que una parte es muy débil, los palestinos, y una parte es
muy fuerte, los israelíes, y por tanto se requiere más persuasión con los
israelíes”. “Sin duda”, añadió, “tenemos mucha capacidad de influencia con
Israel, porque le damos mucha ayuda económica y militar, y sentimos una gran
simpatía por su pueblo”.
Las consecuencias de la caída del avión de Malaysia Airlines “podrían
ser enormes, en particular si resulta que los rusos suministraron el arma o la
dispararon ellos”, dijo Brzezinski. “Pero todavía no lo sabemos”.
El día siguiente, viernes, cuando Obama había señalado a los rebeldes
prorrusos —e, indirectamente, a sus patrocinadores en Rusia— como responsables
del ataque, Brzezinski envió un mensaje electrónico: “Los responsables por el
ataque a la aerolínea deberían ser juzgados ante el Tribunal Criminal Internacional,
y su patrocinador debería pagar a las víctimas”.
Con su coetáneo Henry Kissinger, Zbig —como le llaman quienes lo
conocen— es el último sabio de la política exterior norteamericana. Como
Kissinger, nació en Europa y vivió el sueño americano. Con Kissinger, ha sido
el más brillante y seguramente el más influyente Consejero de Seguridad
Nacional de la Casa Blanca, que asesora al presidente en materia de política
exterior y defensa. Ejerció el cargo entre 1977 y 1981.
Brzezinski está acostumbrado a las crisis: le tocó afrontar la caída del
Sha en Irán y la invasión soviética de Afganistán en un tiempo en que, como
ahora, se hablaba de declive de EE UU y de un presidente débil que invitaba a
los rivales a sentirse fuertes. Entonces era Carter; ahora, Obama. Ambos,
demócratas.
Zbig ve un mundo desencuadernado y sin líder: EE UU debe conformarse con
intentar reducir, en cooperación con otros países, los riesgos que entrañan los
nuevos desequilibrios internacionales.
“El mundo hoy está tan despierto, tan activo políticamente, que ninguna
potencia puede ser hegemónica”, dice. “La responsabilidad de América en este
caos debe ser compartida con cualquiera que participe en él. El caos no es
producto de un solo país. El orden, tampoco”.
A la pregunta sobre si EE UU debería aspirar a poner orden,
contrarresta: “La manera que usted tiene de pensar es muy tradicional: que una
potencia puede dictar las respuestas, o resolver los problemas, o imponer su
modelo. Mi argumento es simple: no vivimos en una era en la que el dominio
imperial del mundo sea una opción realista”.
Conversar con Brzezinski es someterse a un combate dialéctico. Jimmy
Carter siempre ha dicho que Zbig era su vecino de asiento favorito en los viajes
de larga distancia. “Quizá nos peleábamos, pero nunca me aburría”, ha escrito.
¿EE UU en retirada? “No creo que América se esté retirando del mundo. Si
se miran las estadísticas, probablemente esté más implicada en el mundo que
cualquier otro país: la economía y las finanzas, la información, los viajes, lo
que sea”.
“Es una nueva era, es diferente”, dice en otro momento. “Napoleón podía
soñar en el dominio global. Y después, con la revolución industrial, con el
ascenso de las potencias modernas, algunos líderes tenían planes de dominio
global. Y después, con el ascenso del comunismo, algunas personas pensaban en
un dominio global ideológico y militar. Y después América, cuando logró ser
dominante, tenía la idea la democracia brotando por doquier”.
Todo esto terminó. Vivimos en la era de la complejidad, de los
claroscuros, y no existen respuestas claras.
El referéndum de independencia en Escocia, el próximo septiembre, y la
iniciativa para convocar un referéndum de secesión en Cataluña son, según
Brzezinski, una prueba más de una realidad “fragmentada, turbulenta,
contradictoria, sin una pauta uniforme en una u otra dirección”.
“De un lado tenemos la necesidad de Europa: muchas personas reconocen
que Europa es necesaria en el mundo. De otro, tenemos movimientos, en Europa,
que buscan realizar sus aspiraciones étnicas o nacionalista, lo que resulta
contradictorio”.
“Tendremos problemas graves con la posibilidad de una secesión escocesa,
porque disminuirá el papel constructivo de Gran Bretaña”, prosigue. “No sabemos
cómo se resolverá la cuestión catalana, pero sin duda complicará los problemas
de España, sus problemas financieros”.
La escalada violenta en Irak difícilmente pude atribuirse a una sola
causa. “Si queremos medir de quién es la culpa, quizá fueron los británicos y
franceses en 1918”, dice. Él, que se opuso a la invasión norteamericana de
2003, acepta que la violencia actual es “parcialmente” una consecuencia de
aquel ataque. “Pero no se pueden reducir las causalidades históricas a
acontecimientos aislados porque nos gusten o no nos gusten”.
¿Contener el ascenso de China en Asia? “¿Qué significa la palabra
contener?”, replica.
“¿Usted cree que China intenta dominar otros países?”, dispara.
“China está en ascenso. Esto es un hecho”, zanja.
—¿Debe aceptarlo Estados Unidos?
—¿Deberíamos luchar contra ello? —responde— ¿Deberíamos impedir que
China tuviese más éxito?
Brzezinski elogia a Obama por ser “más consciente” que sus tres
antecesores —George Bush padre, Bill Clinton y George Bush hijo, los tres
presidentes de la postguerra fría— de los límites del poder del presidente de
EE UU.
“Actuar de una manera que esté divorciada de las realidades complejas
que dominan el mundo probablemente signifique actuar de una manera mucho más
peligrosa”, avisa. “¿Quiere usted una repetición de 2003, con el ataques de
Estados Unidos a Irak? ¿Para evitar, por ejemplo, el dominio de China? ¿Adónde
nos llevaría? Esta es la clave”.
Barack Obama no sería el primer presidente de EE UU que ya no lidera el
mundo sino el primero consciente de ello.
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