Majestuoso testimonio de un poder agostado

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domingo, 20 de julio de 2014

El ataque israelí a Gaza torpedea la unidad palestina



Parte de la población de la Franja se siente abandonada por Abbas y su Gobierno.



JUAN GÓMEZ Gaza/EL PAÍS 


Bombardeo israelí sobre Ciudad de Gaza, este sábado. / MAHMUD HAMS (AFP)

Había que reparar en las dos banderas amarillas que ondeaban sobre los altavoces para percatarse de que las soflamas de resistencia que tronaban el sábado ante el hospital de Jan Yunis provenían de palestinos próximos a Al Fatah. En un tono que bien podía confundirse con el típico del grupo islamista Hamás, la voz llamaba a la respuesta contra los ataques israelíes y a la “liberación de Palestina”. Los congregados esperaban nueve cadáveres, de las víctimas de un solo proyectil de un dron israelí la noche anterior. El aspecto de la multitud, compuesta de hombres en su mayoría bien afeitados y vestidos a la europea, sí se correspondía con lo que se espera de los seguidores de Al Fatah, el partido del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. La comitiva fúnebre bajó dos cadáveres amortajados con banderas verdes de Hamás. Los otros siete, envueltos en los colores palestinos, eran de Al Fatah. Mientras los bajaban a hombros, el altavoz proclamó: “Una nación unida, Hamás y Al Fatah”. La aspiración sigue lejos de cumplirse, mientras Israel castiga Gaza con una operación militar que ya ha matado a más de 330 palestinos en 12 días. Las muertes de dos soldados este sábado elevan a cuatro los fallecidos israelíes.
Ambas formaciones palestinas anunciaron en abril un acuerdo de reconciliación nacional, siete años después del expeditivo reparto de los territorios palestinos mediante una breve guerra civil. El laico Al Fatah gobierna desde entonces Cisjordania, donde está la sede de la Autoridad Palestina, Ramala. El islamista Hamás controla desde 2007 Gaza, empobrecida, cercada por Israel y aislada también desde Egipto, que ha mantenido cerrada su frontera durante la mayoría de esos años.

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Tras el paso de los muertos hacia uno de los atiborrados cementerios de Gaza, un hombre de 45 años que se identificó como Abu Ibrahim admitió con circunloquios que es miembro de Al Fatah y que, como muchos de los funcionarios militantes de su facción que se quedaron en Gaza, cobra pero no trabaja desde la ruptura intrapalestina en 2007. Aun así, el ingeniero considera que el presidente Abbas “está fracasando en defender Gaza” de las bombas de Israel. “¿Por qué no viene a Gaza desde hace siete años? ¿Por qué no nos apoya?”. Dice sentir que “Hamás es el único que hace algo” para hostigar a Israel con sus cohetes. Los palestinos, dijo, “deben defenderse como puedan, no hay otra opción”. Abbas, dijo, “debe cancelar toda colaboración con Israel”. La Autoridad Nacional se coordina con las autoridades de seguridad de Israel en diversos aspectos relacionados con la ocupación.
Mientras mantenían posiciones muy próximas a la frontera en el norte y en el este de la franja, los tanques y la artillería de Israel habían penetrado más de un kilómetro desde el sur. Estos avances inquietaban al vendedor de jabón Wael Garot, de 40 años, que defendía “los intentos de Abbas en pos de un alto el fuego” con la mediación de Egipto. Desde las nubes se escuchaban los rotores de uno de los drones israelíes que vigilan día y noche todo lo que pasa en la franja.
La semana pasada, un grupo de manifestantes impidió que el ministro de Sanidad del Gobierno de reconciliación, Jawad Awaad, procedente de Ramala, visitara Ciudad de Gaza. Protestaban contra la “traición” de Abbas.
El parlamentario palestino y dirigente de Al Fatah en Gaza Faisal Abu Sala considera, en cambio, que Hamás “buscó la reconciliación para saldar sus problemas de dinero”. Ante su casa aseguraba ayer que “en esta ofensiva, Hamás y Al Fatah tienen las mismas metas”. Pero cree que “es prioritaria una negociación que pare esta masacre”. Abbas, dijo, “sigue firmemente comprometido con la reconciliación”. Pero las bombas de Israel la alejan con cada explosión, que fortalece la reputación de Hamás entre una población que se siente encarcelada y machacada por un enemigo impune. 

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