ENTREVISTA CON STROBE TALBOTT,
PRESIDENTE DE BROOKINGS INSTITUTION
El veterano de la
Administración Clinton traza paralelismos entre los tiempos previos a la Gran
Guerra y las turbulencias actuales.
MARC
BASSETS Washington/EL PAÍS
Strobe Talbott, en 2011 / AP
Agosto 1914, agosto 2014. Cuando Strobe Talbott —veterano de la
Administración Clinton, presidente del laboratorio de ideas Brookings
Institution, voz sensata y experimentada del establishment de
Washington— establece un paralelismo entre el inicio de la Primera Guerra
Mundial y el momento actual, conviene escuchar.
“Hace solo un año no había ningún gran conflicto entre los grandes
países del mundo, ni tampoco existía demasiada preocupación porque lo hubiese”,
dice Talbott en una entrevista telefónica. “Y aquí estamos, a punto de llegar a
agosto de 2014 y, ¿adivine qué ocurre? Hay un peligro real de conflicto. Hay
peligro de conflicto en Europa, provocado por lo que [el presidente ruso,
Vladímir] Putin ha hecho en Ucrania. Hay conflicto en Extremo Oriente con las
tensiones y disputas entre China, de un lado, y Vietnam y Filipinas de otro”,
continúa. Después añade las tensiones crecientes entre Japón y China, así como
la disolución en Oriente Próximo de las fronteras establecidas tras la
Primera Guerra Mundial.
“Mi bola de cristal”, avisa, “no es mejor que cualquier otra”. Pero los
paralelismos entre 1914 y 2014, dice, son “inquietantes y preocupantes”.
Talbott, de 68 años, dirige el laboratorio de ideas centrista por
excelencia, el más influyente y el de más solera, fundado en 1916. Entre 1993 y
2001 trabajó en el Departamento de Estado: primero como embajador y consejero
especial del secretario de Estado encargado de los nuevos países surgidos de la
antigua Unión Soviética, y después como vicesecretario de Estado. Y antes,
durante 21 años, fue periodista en la revista Time.
“Aquí hay una combinación de tres fenómenos que hacen que este periodo
sea peligroso”, dice. El primero es “la desilusión o descontento global con los
diferentes sistemas de gobernanza, incluidas las democracias occidentales”, una
tendencia que “por sí misma es desestabilizadora”.
El segundo es “el crecimiento de un nacionalismo de tipo peligroso,
incluido en su propio país”, dice en alusión a España. “Me parece que es
crucial, tras todo el dolor que Europa ha sufrido como resultado del
nacionalismo y el fraccionamiento de los Estados, buscar maneras de
perfeccionar el gobierno federal, de perfeccionar lo que ustedes, los europeos,
llaman la subsidiariedad: un federalismo efectivo, con tanta autonomía
administrativa como sea adecuado y posible, para mantener países unidos y que
no se disgreguen, se trate de Italia, España, Bélgica o Reino Unido”.
Putin, sin embargo, “ha elevado [el
nacionalismo] a un nuevo nivel” con la anexión, en marzo, de la región ucrania
de Crimea, y con el apoyo a los insurgentes
prorrusos en el este de Ucrania. Putin, dice Talbott, “ha resucitado algo que
creíamos que pertenecía a la geopolítica del pasado: el chovinismo agresivo y
unilateral, el nacionalismo predatorio, el irredentismo… como quiera llamarlo”.
El tercer fenómeno es la citada acumulación de conflictos que amenazan la
estabilidad mundial.
La Administración Obama “en general, está
gestionando [la situación actual] bastante bien, pero encuentra un obstáculo en
las debilidades de los gobiernos en otros lugares”, argumenta en alusión, entre
otros, a la Unión Europea, “y en las propias debilidades, que son una expresión
de la polarización de la sociedad [norteamericana]”. “Sin duda hay un malestar
y una polarización en Estados Unidos que socava la capacidad de cualquier
presidente americano para ejercer un papel constructivo en el liderazgo
mundial”.
“Como comunidad internacional”, sostiene Talbott, “hemos sido
complacientes en años recientes, un poco como la comunidad internacional fue
complaciente en los años antes de la Primera Guerra Mundial, cuando hubo un
optimismo eufórico en todo el mundo. Lo que entonces no se llamó globalización,
pero que retrospectivamente podría llamarse así, nos hizo a todos dependientes
de un orden mundial pacífico en el que la guerra era imposible de imaginar, y
de repente fue muy posible de imaginar y tuvimos la peor guerra en la historia
del mundo hasta entonces”.
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