La presencia de 31
jefes de Estado en la cumbre de la CELAC contrasta con el fiasco de la reciente
Cumbre Iberoamericana.
El debate se centra
en la lucha contra la pobreza y apenas se menciona la cuestión de los derechos
humanos.
El presidente cubano, Raúl Castro, y el secretario de la ONU, Ban Ki Moon / EFE
La alfombra roja en que se había convertido estos días La Habana para
paseo y lucimiento de mandatarios de todo el continente se replegó este martes
para dar inicio a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC
(Comunidad de Estados de Latinoamericanos y Caribeños). Vigorizada por la presencia de la práctica totalidad de los mandatarios
de la región, la reunión arrancó con un llamamiento a combatir el
hambre, la pobreza y la desigualdad -batalla que constituye el ‘leitmotiv’ de
la cita- y sin apenas menciones a la situación política de la isla.
La multitudinaria presencia de jefes de Estado y de Gobierno en La
Habana ha permitido sacar pecho al Gobierno de Raúl Castro. De 33 líderes
posibles – todos los del continente salvo Canadá y Estados Unidos, que no
participan en el organismo- finalmente han participado 31. Solo faltan Mauricio
Funes, de El Salvador, cuyas elecciones se ventilan este domingo, y el panameño
Ricardo Martinelli, que ha rechazado la invitación en protesta por la captura
en julio cerca del Canal de un barco norcoreano con armas cubanas. El éxito diplomático se completa con la presencia de José
Miguel Insulza, el primer secretario general de la OEA que pisa Cuba
desde 1962, y del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, que por
la mañana se reunió con Raúl Castro para hablar del embargo y de derechos
humanos”, según Naciones Unidas.
La nutrida asistencia contrasta con el fiasco de recientes citas continentales,
como la Cumbre Iberoamericana celebrada en octubre, y precisamente en Panamá,
donde faltaron los representantes de 12 de los 22 países convocados. Una apatía
que llevó a los mandatarios a ponerse de acuerdo al menos en una cosa: reunirse
cada dos años en vez de anualmente.
Crecido por el espaldarazo que ha significado la cumbre, Raúl Castro,
dedicó las palabras de apertura a “Nuestra América” (con mayúsculas en el
discurso difundido por el ministerio de Relaciones Exteriores), en
contraposición a la de los Estados Unidos, a los que apenas mencionó
expresamente, pero contra la que dirigió mucho de los dardos de su discurso.
Castro alertó de los peligros para la paz en la región (y repitió hasta ocho
veces esa palabra, paz, en su discurso). Agradeció la solidaridad ante “el
criminal bloqueo”; recordó el caso del espionaje global, destapado en 2013; y
dejó un último mensaje a Washington: que la comunidad latinoamericana estará
incompleta mientras persista la “situación colonial” de Puerto Rico.
A cuenta de la pobreza y la desigualdad, el presidente cubano llamó a
los países de la región a ejercer la plena soberanía sobre sus recursos
naturales y a replantearse su relación con las transnacionales. “Son innegables
los beneficios de la inversión extranjera… pero olvidamos el crecimiento
desmedido de las utilidades que obtienen”. Y, en una frase por la que Venezuela
o México podrían sentirse aludidos, reconoció que uno de los problemas del
continente ha sido no traducir “los períodos de altos precios de los recursos
naturales en procesos de desarrollo económico de largo plazo”.
La miseria sigue siendo el principal problema de Latinoamérica, aunque
es cierto que se ha reducido sensiblemente en los últimos años. Según datos de la CEPAL (Comisión
Económica para América Latina), en el continente la pobreza ha caído 15,7
puntos porcentuales desde 2002 mientras la indigencia se ha reducido en ocho
puntos. De hecho algunos países venden los resultados de esa lucha como su
principal logro, como sucede con Brasil, cuyos gobiernos presumen de haber
trasladado a la clase media a 28 millones de personas en los últimos diez años.
La asignatura pendiente sigue siendo la desigualdad, pues la región presenta
las mayores diferencias del planeta entre ricos y pobres, aunque también es la
zona que más ha reducido esa brecha en los últimos años, según el índice de
desarrollo humano de Naciones Unidas.
Mientras, la cumbre sigue pasando de puntillas por el tema de los
derechos humanos. Hasta el mediodía de este martes, hora local, solo la delegación
de Costa Rica, encabezada por el embajador y por la directora de Política
Exterior de la cancillería, tenía prevista reunirse al día siguiente con
Elizardo Sánchez, líder de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y
Reconciliación Nacional (CCDHRN). Este grupo opositor asegura haber enviado
solicitudes a las delegaciones de otros países, como México, Panamá, Colombia,
Chile o Uruguay sin obtener respuesta. La CCDHRN y Amnistía Internacional han
denunciado una oleada de detenciones arbitrarias y arrestos domiciliarios para
amordazar a los grupos opositores y evitar que este martes se celebrara una
cumbre paralela durante la cita.
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