El presidente de
Estados Unidos usará el discurso del estado de la Unión de esta noche para
anunciar que adoptará la medida con una orden ejecutiva.
El presidente Barack Obama revisa su discurso de esta noche. / PETE SOUZA.
EL PAÍS/YOLANDA
MONGE Washington
Si el Congreso no le acompaña en su marcha –y no le acompaña-, el
presidente tiene otros aliados más efectivos y menos obstruccionistas con los
que legislar. Poniendo en práctica la estrategia que ya anunció hace unos días,
Barack Obama se dispone a ser “el presidente del bolígrafo y el teléfono”,
firmando órdenes ejecutivas y realizando llamadas para movilizar a figuras
claves de la empresa privada o lobbistas que ayuden a impulsar la agenda de la
Casa Blanca.
Obama se dispone esta noche –nueve en Washington; tres de la madrugada
en España- a anunciar en su quinto discurso del estado de la Unión –el de 2009
no cuenta- su decisión de firmar una orden ejecutiva que eleve el salario
mínimo federal de 7.25 dólares a 10.10, según han avanzado diversos medios de
comunicación. Tras un año en el que su agenda legislativa no ha avanzado ni un
milímetro, el presidente parece decidido a progresar sin el respaldo del
Capitolio.
Desde que el pasado mes de diciembre Obama citara la desigualdad
económica como “el mayor desafío de nuestro
tiempo” todo parecía indicar que el plan de elevar el salario
mínimo ya había sido sembrado y solo se necesitaba el momento idóneo para
anunciar su germinación. De momento, la iniciativa es limitada, ya que solo
afectará a los contratos nuevos que se firmen y no a los existentes o los que
se renueven, pero ya dejará de ser una mera propuesta o deseo fracasado, como
lo fue en el discurso del año pasado y tras no lograr el apoyo de la Cámara
para sacar adelante la medida –los contrarios al aumento argumentan que dañará
a la creación de empleo y a los negocios-.
“Pueden estar seguros de que el presidente tiene toda la intención de
utilizar su autoridad ejecutiva para usar poderes que le son únicos para
progresar económicamente y en todas las áreas que considera
importantes para un mayor crecimiento y creación de empleo”, aseguró
el lunes el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. “La Casa Blanca se
está reorganizando para poner en marcha una presidencia basada en órdenes
ejecutivas e invitar al Gobierno a ayudar a sacar adelante los proyectos
legislativos”, escribió el diario The Washingto Post el fin de
semana.
El presidente de la Cámara de representantes, el republicano John
Boehner, no ha esperado para atacar con dureza la iniciativa presidencial al
decir que, a pesar de que el presidente tiene el poder para hacerlo, la
medida no tendrá apenas impacto ya que no afecta a contratos actuales. “La
pregunta es, señor Presidente, ¿ayudará esta acción ejecutiva? Me temo que la
respuesta es no”, preguntó y se contestó Boehner.
Obama ha estado trabajando en las últimas semanas en la redacción -junto
a Cody Keenan y Laura Dean- de un discurso que hablará de la necesidad del
impulso definitivo a la reforma de la inmigración y reflejará la preocupación
del presidente sobre “la peligrosa y creciente desigualdad que ha puesto en
peligro” el fundamento social de la clase media de que “si trabajas duro tienes
la oportunidad de salir adelante”, como declaró el pasado diciembre.
El año pasado, Obama pronunciaba un discurso lleno de candor tras haber
ganado las elecciones un par de meses antes. Casi nada de lo enunciado entonces se ha concretado. Su
propuesta para el control de armas fue consumiéndose en el camino –con nuevos
tiroteos y nuevas víctimas en el recorrido-. Su reforma migratoria está
atascada en una Cámara de Representantes en manos de los republicanos y rehén
del Tea Party. El Congreso no escuchó su petición de aumentar el salario mínimo
federal… La educación gratuita para los niños de cuatro años está sin
concretar. Y se suma y se sigue.
Sin duda, la estrategia presidencial del bolígrafo y el teléfono
acarreará críticas de que Obama está usurpando poderes del Congreso –lo que
podría estar teñido de inconstitucionalidad- y excediéndose en los límites de su poder como
él mismo criticó en el pasado a George W. Bush.
Económicamente hablando, el estado de la Unión es el mejor de los
últimos años, según los expertos. Y aún así, el presidente enfrenta sus peores
datos de aprobación y la frustración de una población que no siente las mejoras
de las que hablan los grandes titulares en sus vidas. El presidente está
llamado esta noche a cambiar la percepción de los ciudadanos de que su gestión
no es buena, sobre todo porque las elecciones al Congreso del próximo noviembre
podrían arrebatar a los demócratas el Senado y dejar a Obama con un Congreso en
manos republicanas hasta el final de su presidencia.
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