Majestuoso testimonio de un poder agostado
domingo, 28 de diciembre de 2014
sábado, 27 de diciembre de 2014
En Latinoamérica unos cambian, otros se hunden
Panorama
Internacional
Finalizó el boom de los commodities mineros,
energéticos y de alimentos.
En la región algunos no vieron la oportunidad, se
acaba el dinero y comienza a discutirse qué hacer.
Un puñado de obviedades dibuja el
presente de la región desde el año que termina al próximo. La más potente es la
constatación de que se acabó el dinero y comienzan a llegar las facturas. Para
los regímenes de autoproclamada fe progresista el escenario es el peor de los
imaginados. Los detiene en su mayor desamparo. Sin fondos que lluevan
generosamente no se pueden afincar relatos libertarios. Al no existir ya ese
viento que sostuvo la idea de que había siempre y para todos sin necesidad de
generar inversiones de largo plazo, la región se vuelve sobre si misma en un
nuevo paradigma de obligado realismo. El súbito acuerdo cubano norteamericano
es un ejemplo del calado del cambio que se avecina.
Lo que varió es un mundo que tiene otra dinámica de la cual el derrumbe
del precio del petróleo es uno de los síntomas. Según los datos ajustados del
BBVA Research, la región cerrará 2014 con un crecimiento magro de 0,9%. La
expectativa el año próximo es más esperanzadora, pero marcha atada al periodo
que termina, atravesado por una fortísima desaceleración de la demanda interna
y ese entorno internacional con las locomotoras globales como China en marcha
moderada.
El factor que entre 2003 y 2011 ancló un crecimiento promedio de 5% fue
el boom de los commodities mineros, energéticos y alimenticios. Ahora que eso
se terminó, muchas economías regionales se descubren sin haber aprovechado la
oportunidad única de esos años. La ausencia de una diversificación, inversión
en infraestructuras, incremento del ahorro interno o prolijidad en las cuentas
públicas, que durante la plata dulce eran incomodidades en las páginas
interiores de los diarios, se trastocan hoy en la forma de una sentencia
inapelable.
El Mercosur es una de las víctimas de esa desidia. El bloque concluye
2014 con una contracción de 0,5% y un eventual crecimiento vegetativo de 0,4%
en 2015. La razón del traspié es que el Mercosur se explica en más del 90% por
sus mayores socios, Brasil, Venezuela y Argentina. El gigante sudamericano que
este primero de enero inaugura el segundo mandato de Dilma Rousseff casi no
registra crecimiento en 2014, sólo 0,2% según datos proyectados de la CEPAL.
Los otros dos, directamente se tumbarán. Nuestro país encogerá su economía en
al menos 2%. Y Venezuela se reducirá hasta 5%. Pero si el cielo se cayó para
todos la situación no es necesariamente lineal. Si se desagrega la información
se observa que frente al desplome del Mercosur la más flamante Alianza del
Pacífico que une a México, Colombia, Perú y Chile terminará el año con un alza
de 2,8% y una expectativa de casi 4% para 2015. Los números revelarían en
cualquier caso que es mucho lo que se ha hecho mal en una parte de la región y
mejor en otra.
Como la historia no puede modificarse al menos hacia atrás, los vacíos
que muestra la realidad comienzan a llenarse con otro lenguaje y demandas
diferentes de un pragmatismo que no admite contrabalances. Ángel Gurría, el
secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, OCDE, un foro que reúne 70% de la economía mundial, planteó este mes
en la cumbre iberoamericana de Veracruz el recetario previsible: “A los países
de América Latina les urge echar a andar una nueva ola de reformas
estructurales que les permitan aumentar su productividad, mejorar su competitividad
y construir economías más incluyentes”. Fuera de esos vértices, la necesidad de
hacer algo también la enarbolaron líderes socialdemócratas como la chilena
Michelle Bachelet que sentenció en ese encuentro (del cual se ausentaron los
tres grandes del Mercosur): “vivimos un proceso de crecimiento más bajo del que
teníamos y mucho más bajo del que quisiéramos. Esto implica cambiar”.
El problema es cuando de lo que se trata es de salir de un pantano.
Venezuela por su propia impericia exhibe una situación de descomposición
alarmante, con un rojo de sus cuentas públicas -mayores gastos contra menores
ingresos- de 19,5% del producto, inflación de 70% y desabastecimiento crucial
de productos básicos. Ese desastre es uno de los fundamentos del giro dialoguista
de Cuba hacia EE.UU., porque la isla es dependiente de la economía venezolana.
En el gesto de La Habana hay un diagnóstico que la nomenclatura de Caracas aun
no ve y por lo tanto no procesa.
Es por esa ceguera que la presión de la crisis en Venezuela es proporcional
al cierre policial de su economía y el extrañamiento de su gobierno. Así, su
característica de régimen se acentúa porque no puede evolucionar a un sistema
de poderes balanceado y se pierde en una peligrosa deriva autoritaria. En las
últimas horas el apremiado gobierno de Nicolás Maduro ignoró su propia
Constitución chavista para designar a dedo funcionarios leales en puestos clave
que podían caer en manos de la oposición. Esa deformación preserva los
privilegios en el aparato, y profundiza la corrupción. Sólo un ejemplo alcanza.
El país gasta US$15 mil millones anuales en subsidios a las naftas que se
venden a precios de centavos. Maduro no cambia eso y acaba protegiendo por
indolencia un contrabando de miles de millones de dólares de esos combustibles
protegidos que se negocian en negro a precios de mercado en la vecina
Colombia.
Argentina sigue a Venezuela apenas atrás en los daños autoinfligidos,
con un panorama bastante similar en la proporción entre crisis y controles. De
modo que mientras estos países amplifican su aislamiento real –no el que
disimula la retórica--, los electorados de la región le dan cuerpo al recetario
de Gurría o a la sensatez de Bachelet. En Brasil, la agónica victoria electoral
de Rousseff se tradujo en un nuevo mandato pero cuya continuidad está
impregnada de la demanda pragmática opositora. La ortodoxia del próximo
gabinete de Rousseff haría sonreír a Ángela Merkel, desde el titular de
Hacienda, Joaquim Levy, hasta la nueva ministra de Agricultura, Katia Abreu. No
se equivoca el ex presidente centroderechista Fernando Henrique Cardoso cuando
vaticina que “será difícil que el pueblo no pague el ajuste que se avecina”.
Pero esos cambios se notan también en
países donde la economía funciona como Uruguay, que en las últimas elecciones
premió con la continuidad al Frente Amplio pero en manos del dirigente más
conservador del oficialismo, el médico Tabaré Vázquez. E incluso en otros
modelos bolivarianos como el boliviano y el ecuatoriano, que profundizan en un
camino desarrollista lejos tanto de sus colegas en crisis como de la barricada
que reservan sólo para los discursos y su apetito de perpetuación.
viernes, 26 de diciembre de 2014
Rusia apunta a Estados Unidos y la OTAN en su nueva doctrina militar
Kiev intercambia a
150 soldados por 222 milicianos separatistas en Ucrania.
Un prisionero de guerra ucranio se abraza a su madre durante el acto de liberación de prisioneros en Lugansk, Ucrania, este viernes. / YURIY STRELTSOV (EFE)
El presidente ruso, Vladímir Putin,
firmó ayer la nueva doctrina militar, que considera el avance de la OTAN y el
despliegue en Europa del sistema antimisiles de Estados Unidos como uno de los
principales peligros para la seguridad nacional.
A pesar de los nuevos desafíos que
suponen los cambios geoestratégicos en el entorno de Rusia debido tanto al
reforzamiento de la Alianza Atlántica como a la pérdida de exaliados (Ucrania,
por ejemplo), y contrariamente a lo pedían algunos halcones, el documento no
incluye la posibilidad de un ataque nuclear preventivo y solo contempla el uso
de armas atómicas como respuesta.
Moscú sigue considerando el escudo
nuclear estadounidense en Europa como una grave amenaza, de ahí que el
documento recoja la necesidad de responder a los “intentos de ciertas potencias
de lograr la superioridad militar por medio del despliegue de elementos
estratégicos” adoptando las medidas que permitan neutralizar la defensa
antimisiles que desarrolla Washington. Con este fin, los rusos han desarrollado
nuevos misiles capaces, según Moscú, de penetrar el escudo nuclear
norteamericano; en 2015 el Ejército tendrá 50 de estos nuevos cohetes
intercontinentales.
Rusia no solo lamenta el acercamiento
de la OTAN a sus fronteras y el aumento del potencial militar de la Alianza,
sino que califica de “violación del derecho internacional” el que ésta asuma
“funciones globales”. La nueva doctrina enumera otros peligros como las
pretensiones sobre parte del territorio de Rusia y de sus aliados o los
conflictos en países limítrofes. El texto señala la necesidad de mantener en
estado de alerta máxima a las Fuerzas Armadas como medida disuasoria, lo que
define como “contención no nuclear”.
Al Kremlin le preocupa mucho la
injerencia en sus asuntos internos. Al respecto, considera que una de las
principales amenazas la constituyen las actividades para influir a través de la
esfera informativa sobre la población, ante todo en los jóvenes, con el fin de
“minar las tradiciones históricas, espirituales y patrióticas”.
Por primera vez se nombra la defensa
de los intereses nacionales rusos en el Ártico como una de las principales
tareas de las Fuerzas Armadas, y se constata la necesidad de ampliar las
relaciones con los otros países BRICS (Brasil, India, China y Sudáfrica, además
de Rusia), así como con Abjazia y Osetia del Sur, repúblicas cuya independencia
el Kremlin reconoció después de la guerra con Georgia en 2008. El documento no hace
referencia directa ni al conflicto en el este de Ucrania ni a la anexión de
Crimea. Kiev suspendió ayer todos los servicios de tren y autobús a la
península “por amenazas a la seguridad de los pasajeros”.
Intercambio de prisioneros ucranios
Mientras, las conversaciones en Minsk
entre las autoridades de Ucrania y los separatistas prorrusos de Donetsk y
Lugansk, que debían haber continuado ayer, fueron canceladas. Sin embargo, sí
se realizó el canje de prisioneros entre las partes en conflicto. La fórmula
acordada era la de “todos por todos”; como resultado, los rebeldes entregaron
145 soldados y los ucranios 222 combatientes.
El motivo oficial de la cancelación
de las negociaciones de paz se desconoce, pero sí se sabe que las
conversaciones del pasado miércoles, que duraron más de cinco horas, fueron
sumamente difíciles y prácticamente no hubo progreso.
Vladislav Deinego, representante de
Lugansk, aseguró que tanto su autoproclamada República Popular como la de
Donetsk entregaron a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa
(OSCE) los textos de sus declaraciones unilaterales sobre las últimas
negociaciones celebradas en Minsk, así como el proyecto de protocolo, que en
caso de ser rubricado por Kiev los líderes prorrusos firmarían. Sin embargo,
las autoridades ucranias, según Deinego, no reaccionaron a ninguno de los
textos, lo que habría determinado la cancelación de la reunión de ayer en la
capital bielorrusa.
Deinego agradeció especialmente a la
representante de la OSCE en Ucrania y en las conversaciones de Minsk su
posición conciliadora. “La República Popular de Lugansk expresa su profundo
reconocimiento a Heidi Tagliavini por su posición ecuánime y sus reiterados
intentos de lograr un compromiso” durante las negociaciones del miércoles,
subrayó el negociador separatista.
Los prorrusos y las autoridades de
Kiev se acusaron ayer de romper el alto el fuego y Andréi Lisenko, portavoz de
los militares ucranios que combaten en el este del país, dijo que un soldado
había resultado muerto y otro herido.
Los principales puntos que deben tratar las partes
en conflicto en su próxima reunión son la retirada del armamento pesado de la
línea de contacto —el repliegue debe crear una franja de seguridad de 30
kilómetros, 15 por cada lado—, el levantamiento del bloqueo económico a los territorios
rebeldes, el estatus especial para estos, una amnistía para los rebeldes y la
ayuda humanitaria.
La tentación de eternizarse en el poder
En América Latina,
líderes a izquierda y derecha tratan de prolongar su dominio en canchas
electorales técnicamente limpias pero que favorecen mucho a los candidatos
presidentes.
Un fantasma recorre Hispanoamérica:
la tentación de los presidentes de no dejar el poder. Su ideología no les
distingue. Izquierdistas como Hugo Chávez o Rafael Correa al igual que el
derechista Alberto Fujimori cambiaron las constituciones de sus países con la
intención de eternizarse en el poder. A diferencia de los caudillos del pasado
que se imponían con las fuerza de las tropas o hacían fraudes descarados, ahora
ganan elecciones que son técnicamente limpias pero que se dan en canchas
electorales que descaradamente favorecen a los candidatos presidentes. No todos
los presidentes de la región padecen esta fiebre, hay quienes como el
presidente Mujica que rechazaron la idea de la reelección indefinida. Otros
como Álvaro Uribe fueron frenados por las instituciones de la democracia
constitucional.
Uno de los retos democráticos es
seguir los preceptos para abandonar el poder. Por más que les duela a los
presidentes de turno el poder en una democracia no pertenece a nadie. Las
revoluciones democráticas del siglo 18 y 19 decapitaron la cabeza del Rey. El
poder dejó de estar encarnado en la figura del representante de Dios en la
tierra y pasó a las manos de seres comunes de carne y hueso que sólo lo pueden
ocupar temporalmente. La figura del presidente no fue la misma de la persona
que temporalmente ocupa el despacho de la presidencia. Los políticos hicieron
cálculos para protegerse cuando inevitablemente caigan del poder, pasen a la
oposición y necesiten garantías para seguir haciendo política.
A diferencia de los políticos que se
ven como los encargados temporales del poder, están quienes tienen la misión de
redimir a su patria y a su pueblo. El sentido de misión fue elocuentemente
articulado por Hugo Chávez cuando transmitió por televisión a toda Venezuela
una misa familiar durante la Semana Santa del 2012. Chávez pidió vida al
Creador: “Dame vida porque todavía me quedan cosas para hacer por este pueblo y
esta patria. No me lleves todavía. Dame tu cruz, dame tus espinas, dame tu
sangre, que yo estoy dispuesto a llevarlas, pero con vida, Cristo mi Señor.
Amén.”
Rafael Correa comparte la misión de
Chávez de llevar a su patria a la segunda y verdadera independencia. Prometió y
cumplió dar fin al neoliberalismo y su gobierno distribuyó la renta petrolera.
Eso si no afectó las fortunas de los grupos más poderosos y junto a su gobierno
emergieron como en Venezuela nuevas fortunas. Prometió una revolución ciudadana
que se redujo a convocar a elecciones plebiscitarias sin los mecanismos
participativos que impulsó Hugo Chávez. Al igual que el ex mandatario
venezolano Correa no es un político más electo por un período o a lo mucho por
dos. Más bien es el padre de la patria. Los padres tienen la obligación de
velar toda su vida por el bienestar de sus hijos. Su misión no puede ser
limitada por “leguleyadas” como los límites a la reelección presidencial.
Los patriarcas redentores
infantilizan a los ciudadanos como niños cuando se asumen como las figuras
imprescindibles que los deben guiar. Como buenos padres basan todas sus
acciones en el amor: aman a su patria, a sus pobres, a América Latina. Si los
ciudadanos aceptan su cariño son premiados, de lo contrario pueden ser
castigados. Periodistas, caricaturistas, presentadores de televisión han sido
castigados. Las ongs, sobre todo las que resisten el extractivismo y trabajan con
los indígenas son tachadas de armas del imperialismo. Cientos de activistas han
sido acusados de terrorismo por el gobierno de Correa y las víctimas
principales de su represión selectiva ha sido la izquierda organizada en los
partidos Pachakutik y MPD.
Sus liderazgos no están sometidos a
la disciplina partidista ni a la legalidad que está en manos de personas
cercanas al ejecutivo. En ausencia de mecanismos legales internos y con todas
las instituciones de rendición de cuentas horizontal en manos de figuras leales
a los presidentes los líderes de los movimientos sociales, periodistas y
activistas recurrieron a organismos internacionales para resistir los ataques a
los movimientos sociales y a la libertad de expresión. Estas organizaciones
internacionales, al igual que las organizaciones de la sociedad civil
transnacional cuestionaron a estos gobiernos por sus ataques a la libertad de
expresión y a los derechos civiles. Las críticas externas fueron usadas para
presentarse como víctimas de conspiraciones imperialistas.
Correa probablemente será reelecto
por cuarta vez en el 2017. Sin mecanismos institucionales que regulen sus
ansias de poder ocupará la presidencia mientras tenga salud y no ocurra un
escándalo de corrupción como el que dio fin con el gobierno de Alberto
Fujimori. Cuando los presidentes buscan eternizarse en el poder dan fin con la
idea de la democracia como un espacio vacío que los políticos sólo pueden
ocupar temporalmente. Son intentos de cocer la cabeza del rey en el cuerpo
decapitado de la democracia. El mesías es el patriarca que guiará a sus hijos a
la redención aún a costa de dar fin con las instituciones y normativas que
permiten el pluralismo democrático y la construcción de ciudadanía autónomas.
Carlos de la Torre es Director de Estudios Internacionales de la
Universidad de Kentucky
domingo, 21 de diciembre de 2014
Un giro imprevisto
Biología y
tecnología explican el cambio en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
El
envejecimiento de los Castro, la muerte de Chávez y los cambios del mapa
energético, con la caída del precio del petróleo, han propiciado el
acercamiento entre dos viejos enemigos
MOISÉS
NAÍM/ EL PAÍS
Las banderas de EE UU y Cuba cuelgan en un balcón de La Habana esta semana. / RAMÓN ESPINOSA (AP)
Esta semana se ha producido la más profunda transformación en las relaciones entre
Estados Unidos y Cuba en décadas. Lo anunciaron simultáneamente los
presidentes Barack Obama y Raúl Castro. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué este
cambio histórico —en una política que lleva vigente más de medio siglo— no se
produjo hace tres años, o hace cinco, o por qué no ha esperado otros cinco años
más?
La respuesta corta es que el cambio
ha sido impulsado por una convergencia sorprendente entre la biología y la
tecnología. La primera ha determinado el envejecimiento tanto de los hermanos
Castro y de otros líderes de la revolución, como de sus opositores exiliados en
Florida, y ha alterado los equilibrios políticos dentro del régimen cubano y la
propia política electoral estadounidense. La biología también intervino con el
cáncer que causó la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez. Su
desaparición contribuyó a aumentar el caos institucional que ha hecho de este
país petrolero un benefactor menos seguro para Cuba.
El otro elemento, la tecnología
—especialmente las innovaciones en la extracción de petróleo y gas de
esquisto— ha permitido que Estados Unidos revolucione el mapa
energético mundial, forzando a la baja el precio del petróleo y minando la
capacidad de Venezuela de mantener a flote a un país en bancarrota. Cuba
necesitaba una alternativa económica y, sorprendentemente, ha terminado
encontrándola en su archienemigo, Estados Unidos. Esto dice mucho del
pronóstico que sobre Venezuela tienen los bien informados cubanos, cuando
deciden abandonar a su generoso e incondicional país títere para abrirse a las
inversiones, el comercio y el turismo estadounidenses.
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Estados Unidos promulgó en 1961 el
embargo económico contra Cuba en respuesta a las expropiaciones de empresas y
ciudadanos norteamericanos. La pretensión de derribar el régimen de Castro se
hizo explícita en la Ley Helms-Burton, que endureció
el embargo al someter a la dictadura a sanciones internacionales. No
funcionó. La Ley Helms-Burton no solo no alcanzó sus objetivos sino que,
además, redujo las opciones en política exterior de la Casa Blanca. Tanto el
Gobierno de Bill Clinton como el de Bush vieron obstaculizada su capacidad para
modificar una ley elaborada más en función de estrechos cálculos de la política
interna norteamericana que desde una visión más amplia de los intereses
nacionales de Estados Unidos en el continente. En un artículo publicado en Foreign
Policy (When countries go crazy, 2009) expliqué por qué el embargo
contra Cuba no solo era ineficaz, sino que iba en contra del interés nacional
de Estados Unidos.
Tanto los republicanos como los
demócratas perseguían con ahínco el apoyo del gran contingente de exiliados
cubanos con derecho a voto en el decisivo Estado de Florida. Conseguir los
apoyos necesarios en el Congreso para cambiar o relajar algunas de las
condiciones más duras de la Ley Helms-Burton se convirtió en misión imposible.
A los presidentes les quedaba la
opción de actuar unilateralmente mediante decretos, pero los cálculos
electorales les disuadían de hacerlo. Todo esto ha cambiado recientemente
debido a dos circunstancias políticas: la parálisis persistente en el Congreso
y las últimas elecciones de mitad de mandato, que otorgaron la mayoría a los republicanos tanto en el
Congreso como en el Senado.
Las consecuencias afectarán a Venezuela, a la paz
en Colombia, a la política de EE UU, a los derechos humanos...
Obama se enfrentaba a dos años más de
inacción total, un panorama que le pareció inaceptable. En su último discurso
sobre el estado de la Unión en enero pasado prometió que, si continuaba el
estancamiento en el Congreso, actuaría cuando lo considerase necesario “para
tomar medidas sin el Legislativo”. Desde entonces ha sido fiel a esas
intenciones de avanzar a solas, emprendiendo reformas políticas muy
transformadoras, y enormemente controvertidas. Algunas del año que termina
incluyen la respuesta a la llegada desde México y Centroamérica de menores que
cruzan solos la frontera; la reforma de las políticas de concesión de préstamos
a estudiantes; medidas para contener el cambio climático y la contaminación y
un plan para proteger a casi cinco millones de inmigrantes de la deportación y
permitir a muchos de ellos trabajar legalmente en Estados Unidos.
El cambio de la política hacia Cuba
era un punto más en la lista de cuestiones por resolver antes del final de su
segundo mandato. El miércoles pasado, Obama tachó esa casilla.
La biología tiene su impacto en la
política exterior
La avanzada edad de los hermanos
Castro (Fidel tiene ahora 88 años y Raúl, 83) y el surgimiento del debate sobre
la cada vez más cercana sucesión han contribuido a modificar los cálculos del
régimen. El envejecimiento del exilio cubano en Estados Unidos (cuya media es
de 40 años, comparados con los 27 años del conjunto de la población hispana)
también ha creado condiciones más favorables para un acercamiento entre Estados
Unidos y Cuba.
En Florida este cambio demográfico ha
dado lugar a un nuevo paisaje político. La generación de exiliados cubanos que
se oponía ferozmente a cualquier liberalización de la política respecto a Cuba
se ha visto reemplazada por un nuevo grupo de población de votantes
cubanoamericanos más jóvenes y más dispuestos a explorar nuevas opciones en la
relación entre su antiguo país y su país actual. El cambio de actitud es
evidente, especialmente entre cubanoamericanos de segunda y tercera generación
que llegaron después de 1980 buscando una oportunidad económica más que un
lugar en el que refugiarse de las persecuciones políticas, como había sido el
caso de gran parte de la anterior oleada de inmigrantes.
Raúl Castro (derecha), junto a varios comandantes
cubanos, durante el acto del último aniversario del asalto al cuartel Moncada,
en julio de 2007. / ALEJANDRO ERNESTO (EFE)
Los más jóvenes, que llegaron a EE UU
hace menos tiempo, saben que la arruinada economía cubana necesita
desesperadamente un reajuste. Pocos creen que Cuba vaya a abrirse pronto al
libremercado, ni mucho menos a convertirse en una democracia. Pero el
presidente Raúl Castro ha sido muy explícito en sus críticas al sistema
económico actual, expresando su preferencia por el “modelo chino”, en el que
una economía más abierta coexiste con un sistema político cerrado.
El régimen de Castro lleva mucho
tiempo posponiendo unas reformas que fortalecerían la economía de la isla, pero
que significarían admitir el fracaso de la revolución. Adoptar las mismas
políticas que lleva tanto tiempo denunciando sigue siendo un paso demasiado
grande para muchos miembros de la dirigencia cubana, especialmente para Fidel.
Retrasar la hora de la verdad ha sido
posible gracias al enorme subsidio que Venezuela lleva otorgando a Cuba hace
más de una década. Ese salvavidas está ahora en peligro. De nuevo, ha
intervenido la biología. La muerte del presidente Hugo Chávez a causa de un
cáncer contribuyó a la inestabilidad política de Venezuela. El sucesor que
designó, Nicolás Maduro, se ha mostrado ineficaz a la hora de afrontar los
muchos problemas que aquejan a su país, y se encuentra maniatado por
la lucha de poder entre las diferentes facciones chavistas. El colapso
económico y el caos institucional de Venezuela han empujado al régimen cubano a
buscar alternativas, en previsión de que Caracas no pueda seguir brindándoles
el apoyo del que depende su precaria economía.
Los bajos precios del petróleo
afectan a la política exterior
Esta no sería la primera vez que La
Habana logra cambiar con éxito de benefactor. A principios de la década de
1990, el desmoronamiento de la Unión Soviética desencadenó una brutal crisis
económica en Cuba. El nuevo régimen ruso decidió acabar con el subsidio de
entre 5.000 y 6.000 millones de dólares al año (entre 4.000 y 4.900 millones de
euros) que había mantenido a flote la economía de la isla hasta entonces.
Muchos factores contribuyeron a la desaparición de la Unión Soviética, pero el
fuerte declive de los precios del petróleo entre 1985 y 1991, que supuso una
pérdida de aproximadamente 20.000 millones de dólares al año, representó un
golpe severo a su economía que fortaleció la posición de los reformistas dentro
del Gobierno soviético.
Cuando Rusia dejó de sostener a la
economía cubana, la isla entró en una etapa de austeridad económica extrema
conocida como el periodo especial. Después de un prolongado sufrimiento de la
población, a principios de este siglo el régimen se las apañó hábilmente para
sustituir a su antiguo benefactor por el recién elegido Gobierno de Hugo
Chávez. Cuba recibe unos 100.000 barriles diarios de petróleo venezolano
desde hace casi una década. Si se toma como referencia un precio
medio del crudo de 100 dólares, eso suma más de 36.000 millones de dólares, que
los cubanos han pagado en especie: con entrenadores deportivos, médicos,
servicios de seguridad, instrucción militar y productos agrícolas que cubrirían
solo una mínima parte de lo que Venezuela podría haber ganado si hubiera
vendido ese petróleo en el mercado.
La historia se repite. El impacto de
la caída del precio del crudo en las relaciones internacionales es otra vez
determinante y vuelve a afectar a Cuba. De nuevo, el petróleo limita la
capacidad del benefactor de Cuba para mantener el nivel de apoyo que ha estado
proporcionándole la mayor parte de este siglo. De la misma manera que Cuba
sustituyó a la Unión Soviética por Venezuela, ahora espera sustituir a la
República Bolivariana por remesas, turismo, comercio e inversiones que llegarán
de los Estados Unidos de América, su gran enemigo desde hace años.
¿Y ahora qué?
Será muy difícil que el régimen de
Castro consiga mantener un sistema político fuertemente controlado si permite
más libertad de comunicaciones, viajes, comercio e inversión. Sin embargo, no
es probable que se produzca ni siquiera una apertura política limitada, a no
ser, por supuesto, que de repente el actual régimen implosione. Pero la
dictadura cubana ha resultado ser muy resistente a las presiones políticas y
reprime a los disidentes de manera sistemática, haciendo oídos sordos a las
demandas de que ponga fin a las habituales violaciones de los derechos humanos.
El Gobierno intentará mantener sin duda un control férreo sobre la población, y
sus métodos brutales de represión no desaparecerán. Habrá momentos en que esa
represión se haga incluso más dura, cuando el régimen necesite reafirmar su
poder. Pero la coacción política resulta más fácil cuando el país está cerrado,
aislado y hambriento que cuando está más abierto al mundo. A largo plazo, puede
que el régimen sea vulnerable al impacto de una sociedad más abierta.
Castro y Chávez, durante un partido de béisbol en
Venezuela en 2000. / REUTERS
Muy pronto el Gobierno cubano no
podrá seguir culpando de la bancarrota de la isla a la política estadounidense.
A lo largo y ancho de Latinoamérica, el embargo ha sido una reliquia de las
torpes intervenciones de Estados Unidos en la región. Se convirtió en un
poderoso símbolo que los críticos de Washington ya no van a poder usar tan
fácilmente. Si una relación más cercana entre los dos países es buena para
Cuba, ¿cómo no va a ser buena también para otros Estados, como el gigante
Brasil o la pequeña Bolivia, dos naciones que mantienen relaciones tensas con
Estados Unidos?
Las consecuencias imprevistas de los
cambios políticos serán probablemente tan sorprendentes como variadas. Afectarán
a la política de Venezuela y a las conversaciones de paz entre el Gobierno
colombiano y la guerrilla de las FARC, a la política interna de Estados Unidos
y a la agenda de derechos humanos en la región. Tras el anuncio del
restablecimiento de relaciones entre La Habana y Washington, la organización
Human Rights Watch hizo público un comunicado celebrando “la decisión del
presidente Obama de reformar la política de Estados Unidos ante Cuba y de pedir
al Congreso que levante por fin el fracasado embargo. Es evidente que Estados
Unidos y la comunidad internacional necesitan una actitud nueva que ayude a
poner fin a décadas de abusos del Estado en la isla”.
El senador Marco Rubio (republicano
por Florida) no está de acuerdo. Criticó tanto al presidente Obama por tomar
esta iniciativa como al papa Francisco por el papel que ha tenido el Vaticano
en el proceso para lograr un acuerdo. “Tengo el compromiso de hacer cuanto esté
en mi mano para revertir esos cambios”, declaró.
Las decisiones anunciadas el pasado
miércoles tal vez no sean el final de una era, pero sin duda abren la puerta a
muchas transformaciones históricas.
Traducción: Eva Cruz
La burbuja de Putin estalla
Parece que lo de ir
de macho por el mundo tiene como resultado debilitar la economía.
PAUL
KRUGMAN/EL PAÍS
Vladimir Putin, este viernes tras una conferencia de prensa. / GETTY IMAGES ( KONSTANTIN ZAVRAZHIN )
Si son ustedes de esas personas a las
que les impresiona la pose de macho, Vladimir Putin es su tipo. Sin duda
alguna, muchos estadounidenses conservadores parecen sentir un embarazoso enamoramiento
por este arrogante déspota. "Eso es lo que se llama un líder",
afirmaba entusiasmado Rudy Giuliani, el exalcalde de Nueva York, después de que
Putin invadiese Ucrania sin debate ni deliberación previos. Pero Putin nunca ha
tenido los recursos necesarios para respaldar su arrogancia. Rusia tiene una
economía de, aproximadamente, el mismo tamaño que la de Brasil. Y como se está
viendo, es muy vulnerable a la crisis financiera (una vulnerabilidad que tiene
mucho que ver con la naturaleza del régimen de Putin).
Para quien no haya estado al tanto:
el rublo ha estado devaluándose poco a poco desde agosto, cuando Putin envió tropas abiertamente al conflicto de
Ucrania. Sin embargo, hace unas semanas, la devaluación gradual se convirtió en una caída en picado. Las medidas extremas,
como una enorme subida de los tipos de interés y la presión sobre las empresas
privadas para que dejen de acumular dólares, solo han conseguido estabilizar el
rublo muy por debajo de su nivel anterior. Y todo apunta a que la economía rusa
se encamina hacia una recesión que pinta muy mal.
La causa más inmediata de los
problemas rusos es, por supuesto, la gran bajada de los precios del petróleo en
todo el mundo, que, a su vez, es un reflejo de hechos —el aumento de la
producción debida alfracking, la disminución de la demanda de China y
otras economías— que no tienen nada que ver con Putin. Y esto tenía por fuerza
que causar un grave perjuicio a una economía que, como ya he dicho, no tiene
mucho más que el petróleo que el resto del mundo quiere; las sanciones
impuestas a Rusia por el conflicto de Ucrania se han sumado a ese daño.
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Pero las dificultades de Rusia son
desproporcionadas respecto a la magnitud del impacto. Aunque es cierto que el
petróleo ha bajado mucho, el rublo ha caído todavía más, y los daños sufridos
por la economía rusa van mucho más allá del sector del petróleo. ¿Por qué?
La verdad es que no hay ningún
misterio, y de hecho, esto es algo que los aficionados a las historias de
crisis monetarias, como un servidor, ya hemos visto muchas veces: Argentina en
2002, Indonesia en 1998, México en 1995, Chile en 1982 y podríamos seguir con
la lista. La clase de crisis a la que se enfrenta Rusia ahora es lo que sucede
cuando le pasan cosas malas a una economía que se ha vuelto vulnerable por
haber obtenido préstamos a gran escala en el extranjero (concretamente,
préstamos a gran escala obtenidos por el sector privado, con la deuda
denominada en moneda extranjera, no en la moneda del país deudor).
En esas circunstancias, una sacudida
adversa como una disminución de las exportaciones puede conducir a una serie
sucesiva de descensos vertiginosos. Cuando la moneda del país cae en picado,
los balances generales de las empresas nacionales —que tienen activos en rublos
(o pesos o rupias) pero deudas en dólares o en euros— se vienen abajo. Esto, a
su vez, causa daños graves a la economía nacional, lo que socava la confianza y
devalúa la moneda todavía más. Y Rusia tiene todas las papeletas. Salvo por una
cosa. Normalmente, para que un país termine teniendo una gran deuda en moneda
extranjera debe tener grandes déficits comerciales, al utilizar los fondos
prestados para pagar las importaciones. Pero Rusia no tiene déficit comercial.
Al contrario: siempre ha tenido un gran superávit comercial, gracias al elevado
precio del petróleo. Entonces, ¿por qué ha tomado prestado tanto dinero, y
adónde ha ido a parar?
Bueno, se puede responder a la
segunda pregunta dándose una vuelta por el barrio de Mayfair en Londres o (en
menor medida) por el Upper East Side de Manhattan, especialmente por la noche,
y observando las largas filas de residencias de lujo con las luces apagadas
(residencias que son propiedad, sucesivamente, de principitos chinos, jeques de
Oriente Próximo y oligarcas rusos). En esencia, la élite de Rusia ha estado
acumulando activos fuera del país —las propiedades inmobiliarias de lujo son
solo el ejemplo más visible— y la otra cara de esa acumulación ha sido el
aumento de la deuda del país.
¿De dónde saca la élite semejante
cantidad de dinero? La respuesta, por supuesto, es que la Rusia de Putin es una
versión extrema del capitalismo de amiguetes; de hecho, es una cleptocracia en
la que los leales al régimen consiguen apropiarse de sumas inmensas para su uso
personal. Todo parecía sostenible mientras el precio del petróleo era alto.
Pero ahora la burbuja ha estallado y la misma corrupción que sostenía el
régimen de Putin ha puesto a Rusia en apuros.
¿Cómo termina esto? La respuesta
habitual para un país en la situación de Rusia es un programa del Fondo
Monetario Internacional que incluya préstamos de emergencia y paciencia por
parte de los acreedores a cambio de reformas. Es evidente que eso no es lo que
va a pasar en este caso y que Rusia tratará de ir tirando por su cuenta
recurriendo, entre otras cosas, a normas que impidan que el capital escape del
país (un típico ejemplo de "a buenas horas mangas verdes" después de
que el oligarca se haya ido).
Es una decepción en toda regla para
Putin. Y sus arrogantes actos despóticos han contribuido a allanar el camino
hacia el desastre. Un régimen más abierto y dispuesto a rendir cuentas —uno que
no hubiese impresionado tanto a Giuliani— habría sido menos corrupto,
probablemente se habría endeudado menos y habría estado en mejor posición para
sobreponerse a la bajada del precio del petróleo. Parece que lo de ir de macho
tiene como resultado debilitar la economía.
Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de
Princeton y Premio Nobel de Economía en 2008. Traducción de News Clips.
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