ANTHONY GIDDENS
El sociólogo y ex rector de la London School habla
sobre el futuro de los nacionalismos.
“Las pretensiones independentistas son otra
consecuencia de la crisis”.
CLAUDI PÉREZ Bruselas/EL PAÍS
Giddens, en una entrevista en enero en Praga. / GETTY IMAGES
Escribir
es prever, decía Paul Valéry. Allá por 2005, Anthony Giddens se declaraba un
previsor azorado: “Temo un desplome de la economía europea y un retorno del
nacionalismo”, escribía. Giddens, reputado sociólogo británico e inspirador
intelectual de la tercera vía, apoyaba sin remilgos por aquel entonces la
reforma del Estado del bienestar para combatir la dulce decadencia europea. Las
reformas no llegaron; lo que vino fue una crisis no tan dulce. Paralelamente,
la socialdemocracia se metió en un lío morrocotudo, pero —paradojas de la
historia— esa crisis ha traído de la mano una avalancha reformista, hasta el
punto de que “el alabado modelo social europeo corre peligro”, apunta. Giddens
reflexiona sobre un continente que se asoma a un largo estancamiento, atacado
por los populistas, espiado por sus aliados, inseguro de sí mismo, más alemán
que nunca. Y no evita los charcos: analiza las pretensiones independentistas en
su país y en España como “otra consecuencia de la crisis” y no esconde sus
críticas a un debate “en general poco adulto, en el que falta reflexión y
sobran emociones”. “Siento decirles esto a escoceses y catalanes, pero es
imprescindible hacerse una pregunta sobre las pretensiones secesionistas:
¿Dónde se detiene ese proceso?”
El mito
fundacional de Europa es “la semilla de una idea más amplia”, en palabras del
fallecido Tony Judt. Pero Giddens (Londres, 1938), en una charla con este
diario, detecta un movimiento pendular en sentido contrario. Especialmente en
Reino Unido: “Mi país demuestra una vez más que es un caso aparte. A los
problemas no responde con un referéndum, sino con dos: el escocés y el europeo.
Eso nos convierte en un peligro para la estabilidad, ante la perspectiva de que
Escocia salga de Reino Unido y Reino Unido de Europa. Pase lo que pase, el país
tiene que repensar su identidad”.
“Lo más
preocupante”, a su juicio, “es que los británicos se enfrentan a decisiones tan
importantes sin un debate serio”. “Si una mayoría reflexiona sobre estos temas
y, con todos los datos sobre la mesa, los británicos decidimos irnos de la UE,
o los escoceses deciden separarse, entonces no hay más que hablar: están en su
derecho. Creo que Reino Unido puede sobrevivir sin la UE, y Escocia sin Reino
Unido. Pero también creo que no hemos pensado lo suficiente en las
consecuencias”.
Giddens
no ve paralelismos entre Escocia y Cataluña: “Es mucho más que eso: hay una
conexión directa. Primero, porque no hay más que ver los continuos contactos
entre los nacionalismos catalán y escocés. Y segundo, porque España puede
llegar a vetar el acceso de Escocia a la UE” (y viceversa, Londres puede vetar
la entrada de Cataluña). “Estoy firmemente a favor de las naciones
cosmopolitas, en las que la gente es capaz de vivir al lado de alguien que
piensa y siente de forma distinta”, se confiesa. “Pero no haga mucho caso”,
ironiza, “al fin y al cabo soy británico y un europeísta entusiasta, algo
aparentemente incompatible”.
La crisis
ha hecho aflorar dramáticamente los problemas que se venían incubando desde
hace tiempo. Los nacionalismos son solo uno de ellos. A sus 75 años y con 35
libros a sus espaldas, Giddens presentó el lunes en Bruselas —de la mano del
Lisbon Council— Un continente turbulento y poderoso,
un ensayo sobre Europa con una idea fuerza: en los próximos seis meses se juega
la batalla por la Unión, y la clave no está en los dos kilómetros cuadrados
escasos que ocupan las instituciones en Bruselas y Estrasburgo: “El partido se
juega en Berlín”.
“El euro
ha hecho a la UE mucho más interdependiente que antes. A la vez, esto se ha
hecho de una forma obtusa, explosiva y en muchos aspectos irresponsable. Con
las nuevas medidas de disciplina fiscal nos están hablando de coordinación
económica, pero no de integración: la UE ha ido muy lejos, siempre bajo el
mando de Alemania, pero sin la imprescindible integración política, y con los
consiguientes problemas de legitimidad democrática. Es urgente un nuevo salto
político. El nuevo Gobierno alemán será crucial”.
“Merkel
ha hecho un buen trabajo manteniendo unido el euro, lo que no era nada fácil.
Se abre una nueva etapa: el liderazgo alemán no puede ser el mismo que hasta
ahora: la fractura Norte-Sur, acreedores-deudores, no puede agravarse, porque
es el caldo de cultivo que haría emerger los populismos. Necesitamos una
Alemania que reconozca que es vulnerable a lo que pase en Europa”.
Hace 10
años, Alemania era el enfermo del continente. “¿No se da cuenta Berlín de que,
con la crisis europea, puede volver a enfermar?”. “La UE necesita más cambios:
el Sur hace reformas estructurales, pero deben hacerse también en el Norte. La
defensa del euro requiere además una unión bancaria en condiciones y
transferencia de poder fiscal al centro; a cambio debe haber alguna forma de
mutualización, de compartir responsabilidades entre acreedores y deudores.
Alemania debe despertar y darse cuenta antes de que vuelva el peligro”.
Giddens,
además de padre de la tercera vía, es hijo de un trabajador del metro
londinense. ¿Podría hoy el hijo de un trabajador del metro de Sevilla
convertirse en lord Giddens? El entrevistado se remueve en la silla y rechaza
la pregunta: “Es inaceptable para un sociólogo, las circunstancias históricas
son muy diferentes”. ¿Qué responsabilidad tiene la tercera vía en la crisis de
la socialdemocracia? Ahí Giddens, amable, simpático y con la frescura analítica
de siempre, vuelve a mostrarse incómodo, pero dispara: “La causa de la crisis
es esa nueva forma de capitalismo financiero que se incubó durante décadas. La
socialdemocracia pudo contribuir a la desregulación, pero ahora tiene la
responsabilidad de transformarse: debe recuperar el control de los mercados. Y
a escala europea hay debe enfrentarse a otro cambio: sustituir el Estado del
bienestar por un Estado de inversión social. En un continente con casi 30
millones de parados, hay que ver dónde se puede crear empleo, y para ello se
debe recuperar base industrial; además, queda por hacer la reflexión de cuánta
cohesión social podemos pagar en términos de competitividad global, y
plantearse cómo puede cambiar la respuesta todo lo relacionado con la
revolución tecnológica”.
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