Majestuoso testimonio de un poder agostado

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domingo, 2 de octubre de 2011

Primavera


Por Santiago O’Donnell

Vuelve a la Argentina Lev Grinberg, sociólogo político y director del Instituto Humphrey de Investigaciones Sociales de la Universidad Ben-Gurion del Negev. Trae noticias frescas de la primavera israelí y se muestra cautelosamente ilusionado. “El 14 de julio hubo una manifestación muy grande contra el gobierno israelí que dio nombre al movimiento 14J, al que también se llama movimiento Tahrir, porque se inspiró en la revuelta egipcia. Y es que en Israel pasó algo parecido a lo de Egipto: tomaron un boulevard en el centro de Tel Aviv y la gente venía y venía. La primera noche eran treinta, cuarenta mil personas. Después eran cada vez más. El boulevard se llenó de campamentos. La primera protesta nació de un reclamo de vivienda, sobre todo de jóvenes que no tenían a dónde vivir. A la semana ya había cuatro campamentos en Tel Aviv y otros veinte en el resto de Israel, y eso que es un país chico, eh?”
Así arranca su relato, sentado en un pupitre en un aula vacía del anexo de la Universidad Tres de Febrero, en el Centro Cultural Borges, donde Grinberg hablará del tema en el seminario internacional “de la Primavera Arabe a las rebeliones europeas”. Sigue:
“La protesta se hizo popular. El 85 por ciento de la población la apoya. Fue la manifestación que más gente juntó en la historia de Israel, más de medio millón de personas en un país con siete millones de habitantes. Y fue la primera movilización inspirada en lo que pasa en Medio Oriente, en Egipto y Túnez. Empezó sin ninguna organización, igual que en Egipto, a través del Facebook. Pero una vez que empezaron las manifestaciones todos los medios los apoyaron, está pasando ahora, no se acaba. Cuando cayó Mubarak (11 de febrero), a mí me invitaron a la televisión y me preguntaron, ‘¿por qué no hacemos lo mismo?’. En Israel todos hablaban de eso. Pero no tenemos una dictadura. Entonces, ¿qué quiere decir ‘democratizar’ en Israel? La demanda que movilizó a la población israelí es lo que el pueblo siente que le falta. La gente cantaba ‘El pueblo exige justicia social’ y ‘Se viene, se viene el Estado de bienestar social’. Exigen un replanteo de todo el modelo de la política neoliberal”.
El profesor Grinberg nació en la Argentina y partió a Israel a los 18 años en 1971 como parte del movimiento Maccabi. Pero se mantiene en contacto con su país de nacimiento y no duda en comparar el momento israelí con los sucesos vividos aquí en el 2001.
Me hace acordar al “Que se vayan todos”. La protesta es contra todos los partidos políticos. Al principio el gobierno era el foco, pero después se la agarraron también con la oposición porque deja hacer y no los representa. Además, se creó una especie de alianza entre la clase media y la clase baja. Empezó como una cosa de clase media, de estudiantes que querían alquilar, que se juntaron con gente sin vivienda, gente desalojada que vivía en la calle. Cuando empezaron las clases los estudiantes desarmaron los campamentos y volvieron a la universidad, pero los campamentos de los sin techo siguen ahí.
Según Grinberg, el actual gobierno que encabeza el conservador Benjamin Netanyahu no es el único culpable del estado de insatisfacción actual. El laborismo también fue cómplice al abandonar su prédica progresista cuando le tocó formar parte de distintos gobiernos y hasta la izquierda israelí apoyó la política de seguridad de mano dura, señaló. “El laborismo se hizo neoliberal, se hizo neofascista, se hizo de todo, aunque ahora por estas protestas ha decidido retomar el discurso socialdemócrata. Y buena parte de la izquierda apoyó todas las guerras en un renunciamiento vergonzoso.” El profesor no lo dice, pero lo que sigue de su relato asemeja la protesta israelí a la protesta en Chile, donde organizaciones estudiantiles empujan la agenda del cambio de sistema.
La Confederación Unica de Estudiantes Universitarios es el eje organizativo de la protesta. El principal argumento de la protesta es que el gobierno le da todos los privilegios a un grupo de multimillonarios. En Israel hay cinco familias que manejan casi toda la economía. Hoy Israel tiene el índice de desigualdad más alto de todo el mundo desarrollado, incluso por encima de los Estados Unidos. Esto pasó en los últimos veinte años. Los estudiantes exigen un cambio total del sistema político y social. Piden un incremento del gasto público de 35 por ciento al 55 por ciento del PBI para hacer más inversiones en educación, vivienda, salud y seguridad social. Piden cambios en el régimen de distribución de tierras y que el Estado se involucre en la construcción de viviendas en vez de entregarle los terrenos a constructoras privadas. La respuesta del gobierno ha sido la creación de una comisión para hacer recomendaciones hacia una solución al problema de la brecha social. Los estudiantes han respondido armando su propio equipo de expertos para reunirse y debatir con los técnicos de la comisión del gobierno. Parece mentira que pibes de 25-30 años estén haciendo esto, y que hayan dejado a todos los partidos políticos afuera.”
Hasta ahí todo muy lindo, pero Grinberg advierte que el movimiento de protesta surgido de la primavera israelí encuentra un techo en la cuestión palestina. “No dicen nada de las injusticias a los palestinos y no toman en cuenta cómo la economía excluye a los palestinos. Pero como la mano de obra barata palestina compite con la mano de obra israelí, sin los palestinos no hacés política. Ahora, si te metés con la cuestión palestina perdés fuerza y perdés unidad, ése es el dilema del movimiento estudiantil. Al evitar la cuestión palestina en aras de la unidad y la aceptación social, los ‘Tahrir’ israelíes son rehenes de las políticas ‘antiterroristas’ del gobierno”, advierte Grinberg.
“Lo que paraliza la movilización es la violencia. Por eso es imprescindible abrir un espacio de diálogo entre la protesta israelí y la protesta palestina, para que el gobierno no pueda manipular la situación, calentar la sartén con denuncias de terrorismo y represalias armadas.”
Según el sociólogo de la Ben-Gurion, no es casualidad que la primavera israelí haya surgido en este momento. Coincide con la estrategia de las distintas facciones palestinas de suspender casi todas sus acciones militares para apostar a una vía dialoguista con el objetivo de conseguir el reconocimiento como Estado en Naciones Unidas.
“El movimiento de protesta más fuerte se puede dividir y cerrar por la violencia antipalestina. Por eso en Israel no ha sido posible articular ninguna reforma en los últimos diez años. Desde el comienzo de la segunda Intifada (septiembre del 2000) la violencia prácticamente no paró, una crisis atrás de otra. Para mantener a la juventud callada, calientan el conflicto palestino. Es el juego de siempre y Netanyahu ha sido muy hábil con eso. Pero es un dato alentador que en el último enfrentamiento, en el que murieron dos soldados egipcios en la frontera con Gaza (en agosto), la población israelí no se movilizó a favor del gobierno.”
Por ahora nos quedamos con eso, con el aire fresco de la primavera israelí, con el optimismo moderado del profesor, y con una última definición que es casi una profesión de fe: “El movimiento nació como una expresión de la voluntad de los israelíes de ser parte de Medio Oriente”.
sodonnell@pagina12.com.ar

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