El presidente de EE
UU se fija como objetivo un banco utilizado por colaboradores del Kremlin y la
energía o el transporte.
Con el Marine One a sus espaldas esperando a que el presidente embarcara
con destino final Florida, Barack Obama necesitó menos de cinco minutos para
exponer la posición de Washington ante la anexión rusa de la península de
Crimea y ya daba la espalda a la prensa cuando ignoró la
pregunta de si consideraba perdida Crimea. Más sanciones económicas, en esta
ocasión destinadas a dañar a sectores clave de la economía rusa el sector
de la exportación energética, entre otros-, será la respuesta de la Casa Blanca
tras descartar dos días después del referéndum del pasado domingo cualquier
tipo de “excursión militar” norteamericana en la ex república soviética.
Descartada cualquier veleidad militar, el único camino posible que sigue
teniendo la Casa Blanca es presionar con sanciones de carácter económico, algo
en lo que no siempre va de la mano con sus aliados de la Unión Europea y que,
como reconoció el presidente, podría perjudicar al final a la economía global.
El presidente anunció que había firmado una nueva orden ejecutiva que imponía
nuevas sanciones contra individuos concretos y un banco en respuesta a lo que
definió como una secesión ilegal en una época en la que no se “rediseñan las
fronteras”.
Según fuentes del Departamento del Tesoro, Rossiya es el banco que
sufrirá la imposición de sanciones y que por tanto tendrá dificultades para
tener liquidez en dólares debido a su relación con una veintena de funcionarios
rusos y personas cercanas a Vladímir Putin. Entre los afectados por las nuevas
sanciones se encuentran varios colaboradores cercanos de Putin -y algunos
compañeros de judo- y presidentes de varias compañías, entre ellas la
ferroviaria y algunos contratistas del conglomerado de gas Gazprom.
Tras definirse “muy preocupado”, el presidente declaró que Moscú había
tomado sus decisiones y que ello obligaba a Washington a mover ficha -en la
única dirección posible que puede permitirse Estados Unidos- y castigar a Rusia
y apoyar a Ucrania. Y sin embargo, una vez más desde el inicio de esta crisis
ya consumada en forma de anexión, Obama dijo que la diplomacia entre EEUU y
Rusia continuaba su camino y que Vladímir Putin todavía tenía una puerta
abierta, “aquella que diera marcha atrás” en la escalada anexionista iniciada.
El presidente mostró su preocupación ante la movilización de tropas
rusas y una eventual penetración en zonas del este y el sur de Ucrania.
Cuanto mayor sea la escalada rusa, mayor será el aislamiento internacional al
que se enfrentará el país, vino a decir el presidente. Minutos después de
concluida la declaración del presidente, el Kremlin profundizaba en la que es la crisis más grave entre
dos antiguos enemigos desde la guerra fría y anunciaba la
prohibición de entrada en el país de legisladores norteamericanos, entre ellos
el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner –que se dijo
orgulloso de estar en la particular lista negra de los rusos- y el senador
republicano John McCain.
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